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Viajar

Las Lajas, santuario de sanación y esperanza en los Andes

En 2007 fue elegido como una de las 7 maravillas de Colombia.

En 2007 fue elegido como una de las 7 maravillas de Colombia.

Foto:Efe / Leonardo Muñoz

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Este centro de fe, de gran belleza arquitectónica, fue declarado en 2006 bien de interés cultural.

Natalia Noguera
Miles de personas, sobre todo de Colombia y Ecuador, acuden cada semana en romerías al santuario colombiano de Las Lajas, ubicado en plena frontera entre los dos países, en busca de curar sus enfermedades o dar gracias por su sanación.
El imponente santuario, a 2.900 metros de altura y dedicado a Nuestra Señora del Rosario de Las Lajas, está construido sobre el cañón del río Guáitara, a siete kilómetros de la frontera con Ecuador, en el departamento de Nariño y cerca del caserío de Las Lajas.
Al templo, de estilo neogótico, se llega por un camino construido con piedras. La pared de la montaña está tapizada con cientos de placas de diferentes tamaños, que los peregrinos han instalado en agradecimiento a la Virgen por los milagros concedidos.
En el 2006, este santuario fue declarado bien de interés cultural de carácter nacional, y en el 2007 fue elegido como una de las siete maravillas de Colombia, pero su gran éxito llegó en 2015. Ese año, el diario británico 'The Telegraph' reconoció el templo como la iglesia más bella del mundo, y la publicación para viajeros 'Condé Nast Traveler' lo escogió entre los lugares más bonitos de Suramérica para visitar.
“El santuario impresiona por lo grande, por la forma como fue construido, porque está en el desfiladero, por sus vitrales; realmente cuesta imaginarse cómo fue levantado, sobre todo en tiempos en que la maquinaria para las construcciones no era ni de lejos de las que se dispone hoy en día”, comenta Jorge Rosero, un ecuatoriano que llegó a Ipiales invitado por su familia colombiana.
Los vitrales, diseñados y elaborados en el sitio de la construcción por el alemán Walter Wolf Wasserhouen, representan apariciones de la Virgen, entre ellas las de Guadalupe, en México; el Cisne, de Ecuador, y Chiquinquirá, en Colombia, al igual que apariciones especiales como la de Fátima.
Wolf Wasserhouen nació hacia 1906 en Düsseldorf (Alemania). Llegó a Colombia en 1940 y después de trabajar en varios oficios abrió en su casa un taller en el barrio de La Candelaria de Bogotá, donde vivió hasta 1980, cuando fue asesinado.
Para Rosero, el templo visto desde lejos es como si estuviera suspendido en el aire y en la cintura de la montaña. “Es muy hermoso”, insiste. Y no deja de maravillarse porque por una de las laderas de la montaña desciende una cascada de unos 80 metros que parece arrullar y cantarle a la Virgen. Aunque no sabe quién dijo que el santuario es como “un milagro de Dios sobre el abismo”, está de acuerdo con ese calificativo.
Según el guía Jorge Hurtado Duarte, el santuario actual es la culminación de otras construcciones que sirvieron de base a la primera, que fue una modesta choza de madera y paja hasta llegar a lo que es hoy en día: un edificio de casi 28 metros de fondo por 15 metros de ancho, en donde hay tres naves cubiertas con bóvedas de crucería. Explica que hasta esa basílica menor, construida entre 1916 y 1949, llegan a diario miles de peregrinos para pagar promesas o turistas para conocer este prodigio de la arquitectura.
Placas y documentos que reposan en la basílica recuerdan que fue el arquitecto Mariano Aulestia quien, entre 1859 y 1862, hizo la maqueta de la capilla, que “por su atrevida belleza” fue llamada Nido de Oropéndola.
Los lugareños saben de ‘memoria’ que en el siglo XVIII, la Virgen se le apareció sobre una laja a Rosa, una niña indígena sordomuda que ante la visión le expresó a su madre, María Mueses: “Mamita, la Mestiza me llama”. La aparición ocurrió cuando madre e hija se dirigían de Ipiales a su casa en Potosí y fueron sorprendidas por una tormenta, por lo que buscaron refugio a la vera del camino entre las oquedades formadas por las piedras planas y anchas que caracterizan esa zona del cañón.
La imagen de la Virgen está sobre una losa vidriosa, muy frágil, de 3,2 metros de alto por 2 metros de ancho y, según estudiosos, pudo haber sido obra de fray Pedro Bedón, si bien todavía hay quien afirma que la imagen no es creación humana.
Las Lajas es uno de los atractivos turísticos que busca potenciar Nariño en alianza con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia y el Fondo Nacional de Turismo (Fontur).
EFE
Natalia Noguera
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