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Vida

El gran descubrimiento detrás de la pequeña luna Encélado

La sonda Cassini, de la Nasa, hizo los hallazgos en Encélado, una de las lunas de Saturno.

La sonda Cassini, de la Nasa, hizo los hallazgos en Encélado, una de las lunas de Saturno.

Foto:

Hidrógeno molecular y la presencia de agua líquida podrían ser indicadores de vida en el satélite.

El reciente anuncio hecho por la Nasa sobre el hallazgo de hidrógeno molecular (H2) en la luna Encélado, más la confirmada presencia de agua líquida bajo la superficie y fuentes hidrotermales que producen la eyección de chorros de agua hacia el espacio exterior a través de extensas fracturas en el hemisferio sur de esta, dieron paso a pensar que este pequeño cuerpo helado que orbita alrededor de Saturno tiene las condiciones necesarias para albergar vida.
Sin embargo, antes de explicar en más detalle por qué este anuncio es de gran importancia en términos geológicos y astrobiológicos, hay que enfatizar que habitabilidad no significa que en Encélado haya vida. Para ilustrar mejor esta diferencia conceptual, piense en una cabaña en medio de un extenso bosque. Dicha cabaña cuenta con electricidad, agua potable, cocina integral, baños, habitaciones cómodas e incluso garaje. Pues bien, a pesar de contar con todas las comodidades la cabaña está desocupada y no ha sido habitada por nadie desde su construcción. De igual manera sucede con Encélado donde las condiciones para albergar vida están latentes; sin embargo, esto no implica necesariamente que existan (o hayan existido) organismos vivos.
Aclarado este punto clave, vale la pena explicar más detalladamente las implicaciones del descubrimiento hecho por el equipo científico de Cassini. El agua bajo la superficie de Encélado interactúa con las rocas que componen la corteza de esta luna, haciendo que las moléculas de agua (H2O) se disocien y por lo tanto se liberen grandes cantidades de hidrógeno molecular, que debido al rápido y constante flujo de agua que se produce en los sistemas hidotermales, no permite que el H2 se estabilice, sino por el contrario, quede libre. De ahí surge el exceso de esta molécula detectado por el espectrómetro de masas a bordo de Cassini.
Esta interacción entre agua y los minerales que forman las rocas de la corteza, las cuales se asumen son de composición máfica, es decir, minerales con grandes cantidades de ferromagnesianos (hierro y magnesio), da lugar a un proceso que se conoce como serpentinización. En la Tierra este proceso es bastante común hoy día en las profundidades del océano donde la corteza oceánica se está separando dando lugar a la formación de varios volcanes submarinos y fuentes hidrotermales.
Interesantemente, en la Tierra primitiva este proceso de serpentinización fue fundamental para que la vida surgiera en ambientes donde los océanos eran muy ácidos y las fuentes hidrotermales abundaban, tal como lo indica el registro fósil encontrado en rocas del cinturón de Nuvvuagittuq con altas concentraciones de jaspe (cuarzo microcristalino) y hematita (mineral de hierro) que podrían ser consideradas como paleofirmas de los primeros organismos que habitaron el planeta.
Precisamente, este exceso de hidrógeno molecular es aprovechado por varios microorganismos, conocidos como qimilitótrofos, utilizándolo como fuente de energía. De hecho si nos remontamos a los orígenes de la vida en la Tierra, hace aproximadamente 3.800 millones de años, los primeros organismos utilizaban el hidrógeno molecular como “alimento” para transformar dióxido de carbono (CO2) de los ácidos océanos primitivos en metano (CH4) en un proceso conocido como metanogénesis.
Las evidencias son prometedoras aunque no son contundentes. Tal como lo decía Carl Sagan: “extraordinarias afirmaciones requieren extraordinarias evidencias” y esto hasta ahora es el principio de un largo camino en la búsqueda de sólida evidencia que ratifique la tesis de habitabilidad en Encélado. Sin embargo, estos nuevos descubrimientos abren una nueva puerta a la esperanzadora oportunidad de encontrar vida fuera de la Tierra, que en caso de llegar a confirmarse, sería el descubrimiento del siglo, y por qué no, de la historia.
M.Sc. DAVID TOVAR
Codirector Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología – GCPA, Universidad Nacional de Colombia.
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