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Mujeres

Cierre de brechas con mujeres del campo, una tarea pendiente

Nelly Saavedra fue la mujer que se dio en la tarea de convencer a las mujeres de que podían trabajar la tierra.

Nelly Saavedra fue la mujer que se dio en la tarea de convencer a las mujeres de que podían trabajar la tierra.

Foto:Angie Lorena Franco.

Ganan tres veces menos que las de ciudades y solo el 35 por ciento está en el mercado laboral.

Si bien las brechas laborales, educativas, económicas y políticas entre hombres y mujeres todavía persisten en el país, la situación de las mujeres colombianas que viven en zonas rurales es aún más preocupante.
Las mujeres del campo no solo no tienen las mismas oportunidades que las de las cabeceras municipales, sino que además están más dedicadas a las labores del hogar. Por eso mismo, según la Dirección de Empleo del Ministerio de Trabajo, su participación en el mercado laboral es mucho menor que la de sus similares en las ciudades.
Y de las que desempeñan alguna labor fuera del hogar, cuatro de cada 10 lo hacen en oficios relacionados con el campo.
De acuerdo con cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) del trimestre de noviembre de 2018 a enero de este año, el 60 por ciento de las mujeres del campo en edad de trabajar están inactivas, mientras que solo el 23 por ciento de los hombres de esas zonas se encuentran en la misma condición.
Esta desigualdad se traduce en una tasa de desempleo tres veces mayor para ellas (10,7 por ciento), frente a la que registran los hombres de zonas rurales (3,4 %).
En el caso de las mujeres que sí trabajan, la brecha entre ciudad y campo también persiste. Mientras las citadinas tienen una tasa de ocupación del 48,6 por ciento, para las rurales es de 35,6.
Para el investigador Iván Jaramillo, del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, otra de las preocupaciones es que hay una alta informalidad, teniendo en cuenta que este indicador ronda el 80 por ciento entre hombres y mujeres en el campo.
"La alta informalidad laboral rural, la economía del cuidado a cargo de las mujeres, que duplican su jornada laboral, y la brecha salarial rural exigen una intervención en el campo para hacer efectiva la promesa de igualdad incluida en la Constitución Política", agregó.
Las malas condiciones laborales también derivan en que esta población tenga menos posibilidades, por un lado, de tener acceso a educación y, por otro, de tener mejores condiciones de vida.

Hay muchas mujeres
del campo que apenas se sostienen con labores artesanales, como hacer galletas o productos para vender; con sus gallinas o cualquier otra labor
del campo

Los datos revelados por el Mintrabajo indican que mientras una mujer del campo gana, en promedio, un salario mensual de 316.454 pesos, una de la ciudad recibe 1’013.760 pesos y el hombre, 1’259.435. Esto es un poco más de la mitad del salario de un hombre en el campo, tres veces menos que una mujer que vive en la ciudad y casi cuatro veces menos que un hombre citadino.
Además, estas mujeres tampoco tienen acceso a seguridad social. El panorama es tan grave que los cálculos del Ministerio muestran que el 86,5 por ciento no aporta a pensión y solo el 11 por ciento cotiza al régimen contributivo de salud. Si se compara con lo que pasa en las ciudades, la brecha es incluso mayor. En las cabeceras, el 44 por ciento de las mujeres y el 46,5 de los hombres aportan a seguridad social.
Para Luz Ena Sáenz, miembro de la Red de mujeres rurales de Santander y de la Plataforma de Incidencia Política de Mujeres Rurales, aunque ha habido un avance para que las mujeres tengan un mayor acceso a educación y a oportunidades laborales, en el campo ese progreso ha sido más lento.
"Hay muchas mujeres del campo que apenas se sostienen con labores artesanales, como hacer galletas o productos para vender; con sus gallinas o cualquier otra labor del campo. Siguen dependiendo de lo que el marido les quiera dar. Trabajamos la tierra, mantenemos y cuidamos a los animales y eso no se nos reconoce. Ni siquiera somos dueñas de nada", dice.
De hecho, casi la mitad (el 40 por ciento) de las mujeres del campo se dedica a tareas como la agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca. Y en una menor medida, al comercio, hoteles, restaurantes y servicios comunales (24,7 por ciento), y a áreas sociales y personales (16,6 por ciento).
"Necesitamos también algunos incentivos para tener una independencia económica", insiste Sáenz, defensora de los derechos de la mujer, sobre todo las del campo, como ella.
Las pocas posibilidades de trabajo se explican también por sus bajos niveles educativos.
De acuerdo con el Tercer Censo Nacional Agropecuario del Dane, el 12,8 por ciento de las mujeres mayores de 15 años en el campo no saben leer ni escribir, y quienes han logrado estudiar solo lo hacen durante un promedio de 6,9 años.
El motivo de deserción se debe a tareas relacionadas con el cuidado del hogar. "Mientras no se cambie la concepción de que en el campo las mujeres se deben quedar en la casa a cargo de sus hijos, la finca y sus maridos, es muy difícil que haya avances. Necesitamos que se empiecen a respetar nuestros derechos", agregó Luz Ena.

Para cerrar las brechas

Ante este preocupante panorama, que no es exclusivo de Colombia (ver nota), la 'Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer’ (Cedaw, por sus siglas en inglés) lanzó el ‘Primer informe sombra específico de mujeres rurales y campesinas de Colombia', en el que hace unas recomendaciones al país para cerrar las brechas de esta población más rápido.
El documento, presentado en enero de este año y hecho con la colaboración de varias organizaciones de mujeres, plantea 14 recomendaciones, entre las que se incluye la creación de un sistema de información de mujer rural, con el que se espera que dichos datos sean valorados para la asignación de tierras y en la economía del cuidado.
Por otro lado, teniendo en cuenta que ya hay una ley para la mujer del campo (la 731 de 2002), el Cedaw plantea que esta se implemente y se le asignen unos recursos, a través de un documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes). Otro de los puntos que sugiere es la creación del ministerio de la mujer para fortalecer las políticas públicas relacionadas con equidad de género y aumentar la participación política de este grupo.
Al respecto, Sandra Yadira Sáenz, una de las directivas de la Plataforma de Incidencia Política de Mujeres Rurales, entidad creada hace más de cinco años con el fin de aumentar la presencia de ellas en la política, explicó que la labor de ser escuchadas ha sido todo un proceso que, en su caso, lleva más de 15 años.
"Empezamos una labor para ser tenidas en cuenta en nuestros municipios y ahora, con la plataforma, hemos logrado tener más voz".
El colectivo, que reúne a 840 organizaciones que defienden los derechos de estas mujeres y lleva más de cinco años de fundado, incidió en el pasado Plan Nacional de Desarrollo (PND) para lograr que se creara la Dirección de la Mujer Rural en el Ministerio de Agricultura. "Allí se han hecho buenas cosas, pero no tenemos casi recursos", advierte.
En el actual PND, que se tramita en el Congreso, la plataforma consiguió que se incluyeran cuatro proposiciones relacionadas con la mujer rural: "una política para nosotras, la necesidad de un Conpes que nos asegure recursos, un mecanismo para proteger a las mujeres líderes del campo y unas medidas para que nos garanticen nuestros derechos", dijo Sandra.

La situación en América Latina y el Caribe, igual de preocupante

Aunque en Colombia el panorama es preocupante, sobre todo por la desigualdad con las ciudades, este es similar en Latinoamérica.
El informe más reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), lanzado en el 2017, explica que teniendo en cuenta que la región, incluyendo el Caribe, tiene más de 129 millones de personas que viven en el campo y casi la mitad de ellas son mujeres, hay que tomar medidas urgentes.
Según la FAO, muchas de ellas están obligadas a permanecer o migrar de sus localidades debido a situaciones de desigualdad y de violencia. En términos de empleo, el 57,7 por ciento de mujeres en zonas rurales en la región no están en el mercado laboral, o están inactivas, mientras que solo el 20 por ciento de los hombres están inactivos.
Y si se compara con los que trabajan en la tierra, solo el 15 por ciento de las mujeres lo hacen y el 45,6 por ciento de los hombres se dedican a esta.
Sin embargo, su carga laboral es mucho mayor. Por ejemplo, en Colombia una mujer del campo trabaja un promedio de 52 horas semanales, de las cuales 41,4 no son remuneradas. En Brasil trabajan a la semana 42 horas y solo reciben pagos por 14 horas de su trabajo. Ecuador, según el informe, tiene una peor situación, si se tiene en cuenta que las mujeres rurales trabajan a la semana 64,2 horas y solo les pagan 18 horas.
Para darle más visibilidad al problema y buscar salidas a la desigualdad en el campo, Naciones Unidas creó una agenda internacional con el fin de que los países de la región implementen algunas medidas y mecanismos para cerrar las brechas de las mujeres rurales.
MARÍA CAMILA GONZÁLEZ
REDACCIÓN VIDA
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