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Medio Ambiente

La palma de aceite tiene un límite para no acabar con los mamíferos

Palma de aceite en el Meta, Colombia

Palma de aceite en el Meta, Colombia

Foto:Lain Pardo

Cuando un paisaje tiene entre 45 y 75 % del cultivo, se evidencian ‘declives drásticos’ en especies.

El video de un orangután luchando contra una inmensa excavadora que arrasa rápidamente con la selva se volvió viral hace unos meses. La escena ocurrió en la isla de Borneo (Indonesia), donde la población de estos simios disminuyó más de 50 por ciento en los últimos 60 años producto de un controversial negocio que se lleva por delante el hogar de una gran biodiversidad: la palma de aceite.
En el sudeste asiático, más del 55 por ciento de la expansión de la palma de aceite se ha dado a expensas del bosque nativo, lo que se traduce en la pérdida de entre 80 y 90 por ciento de las especies de aves y mamíferos de la región. Malasia e Indonesia son los mayores productores del mundo, con un poco más de 14 millones de hectáreas plantadas (casi 83 por ciento del suministro global). Pero ¿ocurre lo mismo en Colombia o, al menos, son comparables ambos casos?
En una reciente investigación publicada en la revista Biological Conservation, un grupo de científicos quiso aterrizar la situación al contexto local. Partieron de lo que ya se sabe: a diferencia del sudeste asiático, en Colombia alrededor de 80 por ciento de los nuevos cultivos de palma de aceite se ha dado en áreas previamente transformadas, particularmente para el pastoreo de ganado.
Que la producción de palma aceitera se está expandiendo rápidamente en América Latina, es una realidad, y Colombia lleva la delantera en el continente, con aproximadamente 500.000 hectáreas en cultivo, en 122 municipios de 24 departamentos. Los expertos querían averiguar un dato extra: el porcentaje máximo de palma aceitera que se podría plantar para minimizar el posible declive en las comunidades de mamíferos, el límite sostenible. El resultado fue “una disminución abrupta en la riqueza y composición de especies” cuando un paisaje tiene entre 45 y 75 por ciento de palma, dice el documento.
“Después de este punto, el cultivo es sencillamente insostenible y la resiliencia de las especies es nula. Los paisajes deben contener idealmente un 55 por ciento de bosque, pero nunca menos de un 25 por ciento. En todo caso, hay unas pocas especies que también aprovechan las plantaciones generando nuevas interacciones”, dice el autor principal, Lain Pardo, investigador de la Universidad de Queensland (Australia) y miembro del Grupo de Conservación y Manejo de Vida Silvestre de la Universidad Nacional.
“Cualquier estudio que elaboremos hoy tendrá algunas limitantes, en particular porque carecemos de líneas bases que nos permitan evaluar a ciencia cierta la biodiversidad que había antes de la implementación de la palma”, continúa.
El análisis se hizo en los Llanos Orientales, en los municipios de Restrepo, Cumaral, Cabuyaro, Acacías, Castilla la Nueva y San Carlos de Guaroa, donde la producción de palma de aceite cubre un área aproximada de 180.000 hectáreas. Allí se muestrearon 56 sitios con cámaras trampa (33 dentro de palma aceitera y 23 en bosque ribereño), entre septiembre de 2014 y enero de 2016. En ese periodo se detectaron 26 especies (24 terrestres y 2 primates).
El picure, la paca, el coatí, el armadillo cola de trapo, la ardilla, la rata espinosa, el capybara, y tres especies de micos (aullador, zocay y mono de noche) fueron los perdedores de este análisis, pues “mostraron una notable dependencia del bosque y no se observaron en las plantaciones”. Los ganadores, en cambio, fueron el zorro, el oso palmero, el jaguarundi, el venado cola blanca y, en menor medida, el mapache. Estas especies fueron frecuentes en el paisaje palmero.
“Se identificó un fuerte signo de cambio en la composición de la comunidad cuando la cobertura de palma aceitera en el paisaje estaba entre 45 y 75 por ciento. Nuestras estimaciones sugieren que aproximadamente el 32 por ciento de los paisajes colombianos en los que se cultiva palma de aceite se encuentran actualmente por debajo del límite del umbral, mientras que el 41 por ciento supera el umbral, lo que sugiere la urgente necesidad de que la restauración de los bosques aumente su extensión para evitar el colapso de las comunidades de mamíferos residentes”, advierte la investigación.
Otro estudio que complementa la discusión es uno publicado en esta misma revista científica a inicio de este año y hecho por investigadores de la Universidad Javeriana y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (Suiza). El equipo se hizo otra pregunta: ¿cómo afectan los cultivos de aceite de palma las especies de invertebrados amenazados? Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), de las 3.179 especies de vertebrados que hay en Colombia, 18 por ciento (568) están amenazadas. Al cruzar datos y mapas de plantaciones de palma de aceite actuales y proyectadas, junto con la distribución de los vertebrados y ecosistemas amenazados, se dieron cuenta de que el riesgo era “muy bajo”.
Solo el 3 por ciento de las áreas aptas para el monocultivo tienen más de la mitad de las especies amenazadas, mientras que el 97 por ciento restante alberga bajas concentraciones de estas importantes especies. Mientras tanto, solo el 6,2 por ciento de las áreas de palma aceitera se superponen con ecosistemas en peligro de extinción y 12,7 por ciento, con los vulnerables que están en la Lista Roja.
Los churucos (Lagothrix lugens), la oropéndola chocoana (Psarocolius cassini) y la rana llanera (Allobates ranoides) serían algunas de las especies más afectadas. Para estos investigadores sería importante evitar áreas de alta prioridad, como la serranía de La Macarena, la transición entre los Andes y el Amazonas (que de por sí ya se está desconectando), el Darién y los bosques de Tumaco para no poner en riesgo la conservación de los vertebrados ya amenazados.

La controversia detrás de la palma de aceite

Para Andrés Felipe García, director de planeación sectorial y desarrollo sostenible de Fedepalma, el cultivo de palma de aceite en Colombia está “satanizado y estigmatizado”, aunque reconoce que hace falta un mayor monitoreo de biodiversidad, pero no solo en este sector, sino en los sistemas productivos en general.
“Cualquier área intervenida que es comparada con un bosque natural siempre va a arrojar una diferencia sobre la abundancia y la diversidad de las especies. Sin embargo, Colombia es un referente internacional de prácticas agrícolas, ambientales y sociales sostenibles en palma de aceite porque estamos haciendo las cosas distinto”, le explica García a EL TIEMPO. “Hay que ver que estos cultivos, al ser árboles, generan una estructura de composición distinta que favorece a ciertas especies, a diferencia de un cultivo transitorio como el maíz, la soya o el arroz, que no permiten que los ecosistemas se consoliden”.
Las distintas investigaciones de Pardo, incluso, sugieren que Colombia tiene un gran potencial para desarrollar la palma de manera sostenible. “Obvio, hay que estar vigilantes, pero no hay que satanizar ni hacer comparaciones directas con lo que pasa en Asia, porque no es lo mismo”, afirma.

La deforestación relacionada con la palma de aceite en el país es menor al 5 %

Entendiendo que todavía falta camino por andar, García cuenta que en Fedepalma están trabajando en gestionar mejores herramientas de conservación. Por ejemplo, cuentan con un plan piloto llamado, ‘Paisaje palmero biodiverso’, apoyado por el fondo GEF, en el que están sembrando especies forestales nativas y nectaríferas, conectando parches de bosques con el propósito de que los animales tengan corredores biológicos, conservando las zonas de recarga de acuíferos y educando a la gente sobre el tema.
“La deforestación relacionada con la palma de aceite en el país es menor al 5 por ciento. Tenemos una frontera agrícola trazada que es clara, y que si se pasa de ahí ya estamos hablando de actividades ilegales a las que les debe caer el peso de la ley. Estamos trabajando en función del entorno y con buenas prácticas. ¿Que se puede hacer más? Claro que sí, siempre”, asegura el experto de Fedepalma.
TATIANA PARDO IBARRA
Twitter: @Tatipardo2
tatpar@eltiempo.com
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