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Medio Ambiente

La joven que viajó de Providencia al Amazonas por defender el bosque

Una joven isleña, Yurshell Yanishey Rodríguez, nacida a orillas del mar de los siete colores, llega hasta Puerto Nariño, al extremo sur del país, para conocer el territorio que ha estado defendiendo desde instancias judiciales. Hoy, el Gobierno Nacional tiene que cumplir con varias órdenes dadas por la Corte.

Una joven isleña, Yurshell Yanishey Rodríguez, nacida a orillas del mar de los siete colores, llega hasta Puerto Nariño, al extremo sur del país, para conocer el territorio que ha estado defendiendo desde instancias judiciales. Hoy, el Gobierno Nacional tiene que cumplir con varias órdenes dadas por la Corte.

Foto:Hernando Banquez

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Esta isleña llegó hasta Puerto Nariño para conocer el territorio por el que ha luchado.

Karen Tatiana Pardo
Cinco meses después de beber yagé con los indígenas nasas, en el Valle del Cauca, Yurshell Yanishey Rodríguez, de 23 años, creyó entender por qué estaba sobrevolando la densa selva del Amazonas.
Aquella noche de marzo, en medio de “una conversación con la pacha mama”, Yurshell se sintió omnipresente, como un ojo gigante que contempla desde la más profunda lejanía. Lo primero que observó fue el río Amazonas, el más caudaloso del mundo, y la forma en que serpenteaba, imponente, en medio del bosque y los rayos del sol. Luego, una boa gigante apareció moviéndose plácida por el agua; y al final, un pensamiento que se repetía, como un martillo sobre la pared: “El secreto del Amazonas está en el agua”. Y despertó.
Yurshell es ingeniera ambiental, de la isla de Providencia, a tres horas en lancha del archipiélago de San Andrés. Acaba de aterrizar en Leticia para conocer el territorio que ha defendido desde instancias judiciales, pues es una de los 25 jóvenes que, apoyados por Dejusticia, interpusieron la primera tutela sobre cambio climático en América Latina, exigiendo sus derechos a gozar de un ambiente sano, a la vida, a la salud, a la alimentación y el agua, amenazados por la deforestación voraz que se ensaña en este territorio.
Los esfuerzos dieron sus frutos. El pasado 5 de abril, la Corte Suprema de Justicia le ordenó al Gobierno Nacional proteger la región más deforestada de Colombia, donde solo en el año 2017 se arrasó con 144.147 hectáreas de bosque natural, el doble que en 2016.
“¡Esto es un mar verde de los siete colores, como mi casa! –exclama Yurshell Yanishey– No puedo creer que esté pasando, pana. Desde la punta norte de Colombia llegué hasta aquí a traer un granito de arena para que cuiden este megasistema, pulmón del mundo y cuna de una impresionante biodiversidad”.

Desde la punta norte de Colombia llegué hasta aquí a traer un granito de arena para que cuiden este megasistema, pulmón del mundo y cuna de una impresionante biodiversidad

Ya en Puerto Nariño, territorio de los indígenas ticuna, yagua y cocama, Yurshell se sienta a escuchar cómo es que en este rincón, frontera con Perú y Brasil, un grupo de ciudadanos se unió hace 13 años para crear la Fundación Natütama, que con el conocimiento tradicional trabaja por un manejo sostenible de recursos naturales.
Aunque acá todavía se siente el fresco y tupido follaje de los árboles, la suerte no es la misma para todos. En tan solo siete municipios amazónicos se concentra la mitad de la pérdida de bosque del país (49,1 por ciento, de las cerca de 220.000 hectáreas taladas). Estos son: San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá, La Macarena, Calamar, El Retorno, Solano y San José del Guaviare. De ahí que la sentencia reconoce a esta región como sujeto de derechos y ordena crear un Pacto Intergeneracional por la Vida del Amazonas Colombiano (Pivac), así como actualizar los planes de ordenamiento territorial (POT) de los municipios.
De seguir con este fenómeno que avanza con mayor intensidad tras la firma del acuerdo de paz con las Farc, no solo habrá mayor pérdida de biodiversidad y conectividad de los ecosistemas, aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, erosión de los suelos y disminución en la capacidad de los árboles para capturar dióxido de carbono (CO2), sino que las islas, hogar de Yushell, su familia y amigos serán las más vulnerables del país. Según cálculos del Ideam, para el 2070 la temperatura de esta zona aumentará 1,4 grados, y las lluvias se reducirán 32 por ciento.
“El cambio climático nos afecta a todos, es una realidad y no importa en dónde vivas –dice Yurshell–. Todos deberíamos preocuparnos por esas acciones de mitigación y empezar a transitar a energías renovables. Esto está aconteciendo, pero lo estamos acelerando y no nos estamos permitiendo a nosotros ni a las especies adaptarnos a los cambios”.
La joven escucha mitos y leyendas alrededor de especies como el delfín rosado (omacha), que se convierte en hombre –con un sombrero de raya, un reloj de cangrejo, un cinturón de culebra y unos zapatos de cuchas– para enamorar a las mujeres y dejarlas preñadas. También historias sobre el caimán, el pirarucú, el manatí, el jaguar y la gran protectora del Natütama, que en idioma ticuna significa ‘mundo bajo el agua’: la boa.
Y ahí una mirada feroz atraviesa la mía. Ella sintió, por un instante, que lo entendía todo. “Pana, esto yo ya lo había visto, ¿se acuerda lo que le conté? La boa es la protectora del agua, la defensora del Amazonas, por eso es que yo estoy aquí”, susurró Yurshell.
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Foto:Hernando Banquez

Así va la sentencia

–Cuando viajo en avión, veo cuadros grandes de color café en medio del bosque. ¿Eso es deforestación? No entiendo por qué alguien haría eso si es que sin los árboles no podemos vivir, dice Jhon David Casas, indígena de 13 años, mientras corta retazos de tela azul para hacerse un disfraz de guacamaya que pronto usará en una obra de teatro sobre especies amenazadas y en vía de extinción de su región.
–¿Qué les dirías a esas personas que están destruyendo tu bosque, tu hogar? –le pregunto.
–Que, por favor, no lo hagan más. Les explicaría que si ellos talan los árboles también van a sufrir porque aunque tengan mucha plata no van a poder comprar nunca la vida. Nos vamos a morir todos. Para nosotros la selva es una persona, una mujer que nos da la vida y nosotros se la damos a ella.
El 17 de agosto se presentó ante la Corte Suprema un plan de acción que complementa iniciativas que se han desarrollado hasta la fecha para frenar la deforestación en el Amazonas, donde la ganadería extensiva, la praderización, el acaparamiento de tierras, la extracción ilícita de minerales, cultivos de uso ilícito, la extracción ilegal de madera y la construcción de infraestructura vial hacen tambalear la existencia del hombre.
Según Adriana Lagos, coordinadora de la Estrategia Integral de Control a la Deforestación y Gestión de los Bosques, “para construir ese plan se hicieron seis talleres regionales con entidades públicas y organizaciones sociales, en los que se priorizaron acciones y se definieron escenarios para la región sujeto de derechos.
De ahí salieron elementos que orientaron la construcción del Plan de Acción y del Pivac, relacionados con el modelo de desarrollo económico, problemas de coordinación institucional, dificultades de gobernanza y ordenamiento territorial, falta de información y participación de las comunidades, necesidad de reconocer el derecho de acceso a la tierra y la solicitud reiterada de socializar el Plan de Acción como condición para construir el Pacto Intergeneracional por la vida de la Amazonia.

El 17 de agosto se presentó ante la Corte Suprema un plan de acción que complementa iniciativas que se han desarrollado hasta la fecha para frenar la deforestación en el Amazonas

Aunque el anterior Gobierno no expidió el plan de acción, sí radicó una directiva presidencial en la que ordena la articulación institucional de todos los ministerios. Ahora es necesario realizar un proceso de participación en los municipios y veredas con mayor deforestación, y generarles capacidades para cumplir las órdenes de la sentencia.
César Rodríguez, director de Dejusticia y representante legal de los 25 niños y jóvenes, y quien considera que Minambiente ha estado muy dispuesto en avanzar rápidamente en el cumplimiento, asegura que “la sentencia no pretende comenzar de cero, sino acelerar los programas que ya existen. Hay que concentrarnos en los cuellos de botella del problema e involucrar al Ejército, Policía y Fiscalía, pues hace falta un elemento coercitivo dadas las redes criminales organizadas y poderosas que hay detrás de la deforestación a gran escala en la Amazonia”.
El camino por el que transitan no está en blanco. El Gobierno ya construyó la Estrategia Integral de Control a la Deforestación y Gestión de los Bosques –‘Bosques Territorios de Vida’– y la Comisión Intersectorial para el Control de la Deforestación y la Gestión Integral para la Protección de los Bosques Naturales (Cicod). Con estas herramientas, la idea de reducir a cero la deforestación del bosque amazónico para el 2020 –compromiso que, además, reiteró Colombia en la Cumbre de Cambio Climático (COP) de París del 2015– debería darse.
– ¿Qué es lo que más te gusta del Amazonas? –le vuelvo a preguntar a Jhon.
–La gente, la selva, los animalitos, mis amigos, las frutas, los lagos y el aire que uno respira.
–¿Qué tiene de especial el aire?
Cuando yo estuve en Bogotá era negro y pesado por la contaminación de los carros. Allá me sentía tenso, como amarrado, ¿sí? Y cuando llegue aquí estaba livianito porque el aire es suavecito y bonito. Soy libre.
Para asegurar el futuro de las próximas generaciones, el alto tribunal dio la orden de crear el acuerdo intergeneracional, el Pivac, cuyo plazo vence el 17 de septiembre. Para esa fecha tiene que estar listo el documento con las responsabilidades de los diferentes sectores de la sociedad, incluyendo el privado.
Aunque los accionantes no conocen aún ese documento, le entregaron un borrador al Gobierno de lo que quisieran se incluyera. Sugieren, reconocer la vocación forestal de más del 50 por ciento del país, que alberga a la mayoría de las 63.000 especies de fauna y flora; educar y hacer pedagogía alrededor de la importancia de cuidar los bosques y restaurar las áreas deforestadas, generar incentivos económicos y alternativas productivas para quienes habitan los bosques, fortalecer sistemas de alertas tempranas, apoyar el turismo sostenible, y difundir información sobre los efectos del cambio climático y las formas de adaptarse.
Yurshell –quien no había estado antes en el Amazonas ni navegado el afluente y el humedal Ramsar de Tarapoto, ni había escuchado la visión de los pueblos indígenas sobre el territorio, ni había visto de cerca una ceiba con sus frondosas raíces– sintió, por unos días, que su hogar también estaba allí y que todo valía la pena.
“Cuando nos enfrentamos a fenómenos como este, tan intensos, me doy cuenta de que estos modelos económicos generan pérdida de la cultura y cambian las formas de habitar. La deforestación, para mí, es destrucción. Es desequilibrio y desplazamiento. Esto nos compete a todos”, remata.
Tatiana Pardo Ibarra
tatpar@eltiempo.com
Karen Tatiana Pardo
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