"Hay que formar a más pelaos como yo. Tratar de establecer alianzas con ellos para que no nos dejemos manipular por los políticos", dice Yadis.

'Sueño con ser ministra de Educación para cambiar el país'

Jóvenes Heroínas

'Sueño con ser ministra de Educación para cambiar el país'

Tiene 17 años y sueña con poner el mundo patas arriba. Esta es la historia de Yadis Chocó Mina.

Se llama Yadis Ximena Chocó Mina. Tiene 17 años, y los chicos de su pueblo quieren parecerse a ella. A veces, los ancianos la detienen y la abrazan. Los niños la esperan llenos de júbilo cuando llega a casa, y algunos políticos ya pretenden reclutarla en sus filas.

Es la presidenta de la plataforma municipal de juventud; líder comunitaria para la infancia, la adolescencia y la tercera edad; fue alcaldesa por un día de Madrid (España); estudia derecho y su sueño es ser ministra de Educación. Todavía no comprende el conflicto armado en Colombia. Llora cuando le cuentan historias tristes. Le gustan las películas de superación personal y aún no se atreve a dejar su pelo afro al natural porque es negra y teme que no pueda soportar la presión social en un país racista y clasista.

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Yadis nació un día de enero del 2001 en Buenos Aires, un municipio del norte del departamento del Cauca de mayoría afrodescendiente en donde la belleza geográfica y la guerra se disputaron el papel principal durante décadas. Cuando tenía un poco más de ocho meses de embarazo, la madre de Yadis temió por su vida. La bebé no se movía. La médica del hospital donde la atendían la tranquilizó diciéndole que como su pelvis era minúscula y la pequeña había crecido mucho, estaba incómoda. Nunca hablaron de la zozobra que carcomía a Emérita. De las noches sin dormir, del ruido de los fusiles que se colaba en su habitación. De la sensación incierta de acostarse y no saber si amanecería. De eso no se hablaba. Tuvieron que inducirle el parto.
La carnicería había comenzado en el 2000. Hubo rumores. Voces que alertaban de la llegada de los paramilitares. Oscuros mensajeros que presagiaban una larga noche de terror. Se quedaron cortos. En esta región del país, tradicionalmente asentamiento de la desmovilizada guerrilla de las Farc, se desató una cruenta incursión de las AUC que duró más de cinco años. El bloque Calima irrumpió, dejando a su paso un reguero de muertos en masacres, de desaparecidos, de cientos de mujeres violadas. “Ejecutaban a las personas y las arrojaban al río Cauca. A veces prohibían a las familias reclamar a sus muertos”, recuerda Heider Tovar, personero de Buenos Aires.

Se tomaron las casas, los colegios, las tiendas, los restaurantes, los bailaderos, las canchas de fútbol, las montañas. No había un rincón del pueblo que no dominaran esos ejércitos de hombres sedientos de sangre. En el patio de la casa de la mamá de Emérita, en el corregimiento de Paloblanco, montaron un campamento. Su madre, que siempre fue una profesora de convicciones firmes, valiente y digna, les plantaba cara. Estaba furiosa. “Se me van de mi casa”, les gritaba al comandante y a su séquito. Y Emérita temblaba. Y sus hermanos. Tuvieron que sentar un día a la señora y decirle que tenía que dejar a un lado el orgullo. “Nos vas a hacer matar a todos”. Y se calmó, pero hoy es un milagro que a sus 92 años esté viva y lúcida para contar su historia.

A Emérita le daba miedo que a uno de esos matones se le disparara el fusil dentro de la casa. Le daba miedo ir al baño con su barriga inmensa porque los hombres, despatarrados en el piso, no le daban permiso para pasar y ella tenía que ir dando saltitos, “como jugando a la rayuela”, para llegar hasta el otro lado del pasillo.

A Jobo, el padre de Yadis, lo detuvieron un día en carretera, cuando volvía al pueblo con el otro hijo de Emérita, y lo encañonaron. Otro día lo esperaban en la casa. Se salvó porque dio media vuelta cuando vio a unos tipos al acecho.

Emérita y Jobo supieron después que había un plan para matarlo. A los paramilitares no les gustaba ni la altivez de su suegra ni la indiferencia de ellos, que nunca acudían a las reuniones que convocaban; ellos, que en su condición de profesores del corregimiento de Paloblanco (ella, especialista en matemáticas y él, en enseñanza secundaria) lideraron un comunicado en el que les pedían que respetaran el colegio; ellos, que evitaban mirarlos a la cara pero que no sucumbían a su espanto.

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Cuando Yadis llegó al mundo era 30 de enero. En abril, más de 200 paramilitares del bloque Calima perpetraron una de las peores masacres de las que se tenga noticia en Colombia. Durante cuatro días fueron aniquilando a todo aquel que se encontraban en su camino en la región conocida como El Naya, hoy una de las zonas del planeta en donde más se produce coca. Cayeron hombres, mujeres, jóvenes, ancianos. El río Cauca se llevó muchos de esos cuerpos mutilados. La cifra de aquella barbarie es aún incierta: se habla de una veintena de muertos, de más de 50, de más de 100.

La mamá de Emérita acostumbró a la niña a despertarse escuchando poesía. Jobo se la colocaba en el pecho y le ponía música mientras la dormía. La madre le leía cuentos desde muy temprana edad: a los 4 años ya leía y hasta lideraba a sus compañeritos del hogar infantil.

Mientras duró la bestialidad de los paramilitares, la familia de Yadis construyó a su alrededor un mundo de fantasía que no se pareciera en nada a la tragedia que estaban viviendo. No hablaban de lo que pasaba para que los niños no crecieran temerosos. A Yadis la mantuvieron encerrada mientras daba sus primeros pasos, y a lo lejos se escuchaba el bramar de las camionetas que anunciaba más muertes. Toda la familia cerró filas para que ella y su hermanito crecieran a salvo.

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Los padres de Yadis se vincularon a la Fundación Plan cuando la niña tenía 8 años. Gracias a esta ONG se lograron importantes avances en infraestructura escolar. Y se crearon semilleros donde los pequeños empezaron a comprender qué significado tienen palabras como ‘liderar’, ‘decidir’, ‘aprender’ y ‘prosperar’.

En ese singular club se formó Yadis. Allí fue donde descubrió que tenía madera de líder; que sus discursos seducían; que podía cambiar su realidad. Por ser una de las alumnas más destacadas, Plan la llevó a España en el 2016, y se convirtió en alcaldesa de Madrid durante una jornada en Día Internacional de las Niñas.

Siendo la ‘jefa’ de la capital española, no le tembló la voz para describir la situación de las niñas en Colombia ni para reclamar derechos para ellas. Lo dijo alto y claro un día de octubre ante la mirada sorprendida de la alcaldesa madrileña, Manuela Carmena. Si uno teclea su nombre en Google, descubre que no fueron pocos los medios españoles que se fijaron en su historia. Apenas tenía 15 años. La campaña mundial ‘Por ser niña’ también hizo que viviera por adelantado su sueño de ser ministra de Educación por un día en Colombia.
“Algunas cosas han cambiado, pero lo cierto es que desde pequeñas parece que hay roles destinados para nosotras. Que si la casa, que si los hijos... En mi pueblo, por ejemplo, muchos niños crecieron con la mentalidad de que tener armas es tener poder para ejercer la violencia contra los otros. Y ahora están esos tres grandes problemas que aquejan a nuestra juventud: los embarazos adolescentes, las drogas y la delincuencia”, dice mientras charlamos sentadas en una esquina del patio de su casa. Yadis es muy alta, tiene los ojos grandes y una sonrisa que desarma. Hay algo en ella que remite a la inocencia más pura. Pero también, a la fuerza. A las ganas. Es una especie de influencer analógica porque casi no maneja redes, pero no hay duda del peso que tiene entre su gente, sobre todo entre los más jóvenes.

Esta mañana han venido a saludarla algunos niños que participaron en el semillero que lideró hasta hace poco. Así como a ella le enseñaron que los niños y niñas tienen derechos, así mismo quiere transmitirlo a los que están creciendo. De hecho, se considera una “privilegiada” por la educación que ha recibido. Lo es.

Basta echar un vistazo a las estadísticas de la promoción de bachilleres con la que se graduó. De 30 estudiantes, solo seis adelantan estudios superiores. De esos, apenas dos están en la universidad.

Mientras que ella cursa tercer semestre de derecho en Icesi, en Cali (sus padres pagan un préstamo del Icetex), muchos de sus amigos han ido a trabajar de obreros rasos en las minas de la zona, varias chicas son madres adolescentes y otras más optaron por quedarse en la casa sin nada que hacer. Un futuro para ellos que pinta más incierto sin educación, la palabra que más repite Yadis en su discurso.

“Yo quiero ser ministra porque considero que la educación es la herramienta más poderosa para cambiar la realidad. Para cambiar el tejido social. Para inculcar valores. Para cambiar al país”, dice. Su fórmula para conseguirlo es simple. Y quizás ingenua, pero no por ello menos valiente: “Hay que formar a más pelaos como yo. Tratar de establecer alianzas con ellos para que no nos dejemos manipular por los políticos. Para que trabajemos juntos. Para los demás. Es que yo lo pienso. Lo siento. Lo creo. Yo nací para los demás”.

TATIANA ESCÁRRAGA
Enviada especial de EL TIEMPO
Twitter: @etatiana1