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Educación

Universidad Nacional y Ejército trabajan en definir el posconflicto

Pablo Navas (izq.), rector de la Universidad de los Andes, e Ignacio Mantilla, su homólogo de la Universidad Nacional.

Pablo Navas (izq.), rector de la Universidad de los Andes, e Ignacio Mantilla, su homólogo de la Universidad Nacional.

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

El rector, Ignacio Mantilla, habla sobre ejército del futuro y el programa de bachilleres víctimas.

Ver al Ejército y a la universidad trabajando de la mano, estructurando conjuntamente un programa para establecer cómo sería el ejército del futuro, era algo inimaginable. Y menos posible, si este trabajo se daba entre el Ejército y la Universidad Nacional (UN), una institución vista como un centro estudiantil de rebeldía y protesta, que alguna vez acogió a hombres como ‘Alfonso Cano’, luego jefe máximo de las Farc.
Pues lo inconcebible, lo impensable, ha ocurrido: la UN y el Ejército trabajan en el diseño del ejército de una nación en paz.
El rector de la UN, Ignacio Mantilla, matemático con maestría y doctorado en la Universidad de Mainz (Alemania), revela y precisa ese trabajo. Mantilla ha sido profesor de la Nacional durante 35 años.
“La UN ha trabajado con el proceso de paz desde sus inicios –recuerda–. Ahora acompañamos, junto con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), un proceso de consulta con la sociedad en las regiones sobre el ejército del futuro”.
¿El ejército del futuro?
Sí. Eso lo estamos haciendo con el Comando de Transformación del Ejército del Futuro (Cotef). Es lo significativo y valioso. La UN trabaja con el Ejército, y eso hace algunos años nadie lo hubiera pensado. Es una muestra de que la universidad y el Ejército tenemos que pensar distinto hacia adelante.
¿Trabajo conjunto para qué?
Para que el Ejército pueda tener una visión de su papel más actual y moderna, y a tono con las necesidades del periodo del posacuerdo.
¿A qué llama usted una visión más moderna?
Para formar un ejército que no solo esté entrenado para usar las armas en contra de un enemigo. Ese es un ejército clásico. Hoy, el papel que puede jugar el Ejército en estas zonas que antes ocupaban las Farc y ahora están libres es esencial: controlar el territorio para que no lleguen nuevos actores ilegales. Y para mostrar una cara distinta a la sola autoridad militar. Debe relacionarse con la sociedad de otra forma. El Ejército puede llevar apoyo, ayuda y bienestar a la población.
¿Este trabajo está siendo realizado por la Nacional, PNUD y el Ejército?
Estamos en un proceso de consulta con la sociedad, donde la diversidad social en las regiones le dice al Ejército cuáles son las amenazas y riesgos ahora en el posconflicto y qué tipo de ejército desean para el futuro. Nosotros con el PNUD hacemos las relatorías de esas consultas y nuestros especialistas contribuyen con sus reflexiones sobre el tipo de relaciones civiles-militares deseables y sobre experiencias de procesos de cambio similares en otras sociedades.
Dentro de los ejercicios que la universidad ya ha acompañado, ¿a qué conclusiones se ha llegado sobre el Ejército?
Hasta el momento se han hecho tres consultas regionales en Tunja, Villavicencio e Ibagué. El 15 de junio haremos una en Bogotá, en la sede de la universidad. Las consultas han mostrado no solo interés en el rol del Ejército en construir vías terciarias, en apoyar a alcaldes en trabajos comunitarios, en cuidados de bosques y cuencas, sino que también los ciudadanos quieren una mayor presencia del Ejército y de la Policía para garantizar la seguridad ciudadana.

En general, debe ser una Fuerza Pública más cercana al ciudadano y con una mejor relación de confianza mutua

¿Cuál es la gran diferencia entre formar un ejército para la guerra y, ahora, formarlo para la paz?
El de guerra es un ejército muy bien entrenado para usar las armas contra los enemigos y para hacer inteligencia de búsqueda de sus enemigos. Un ejército para el posacuerdo debe dedicarse a su tarea clásica de defensa nacional, de fronteras e integridad territorial, y colaborar con la Policía en seguridad pública si hay necesidad. Igualmente, debe ser un ejército entrenado para apoyar a la comunidad y para darle tranquilidad. En general, debe ser una Fuerza Pública más cercana al ciudadano y con una mejor relación de confianza mutua.
¿El Ejército debe ser reducido ahora que ha terminado la guerra?
No, ni en el corto ni en el mediano plazo, porque podría sentirse una ausencia de la autoridad y nada se gana.
Es decir, ¿en lo único en que el Ejército va a sentir el posconflicto es en qué?
La Fuerza Pública tiene una gran responsabilidad en el posconflicto, como es la de garantizar la seguridad de todos los colombianos, incluidos los reincorporados de las Farc. Y si lo hace bien, el posconflicto tiene un alto porcentaje de éxito.
Simultáneamente con el trabajo que la UN hace sobre cómo debe ser el ejército del futuro le han encomendado hacer el censo de los miembros de las Farc. ¿Qué es lo que se busca conocer?
En el acuerdo de paz quedó explícito que la Universidad Nacional lo realizará, bajo la orientación del Consejo Nacional de Reincorporación (CNR). Lo estamos realizando en las zonas veredales, establecimientos carcelarios y lugares transitorios de acogida. Consiste en precisar el grado de escolaridad, las experticias que poseen, la composición familiar, las expectativas de vida futura que ellos tienen, etc. El censo nos va a mostrar cuál es el panorama en educación primaria, secundaria y universitaria; cuántos podrían acceder a un título profesional y cuántos, inclusive, a niveles de posgrado.
Además del nivel educativo, el censo dirá qué enfermedades padecieron, qué expectativa de salud tienen, cuántas personas integran cada familia de los exguerrilleros, sus saberes producto de la experiencia, los proyectos productivos que podrán desarrollar, etc.
¿Cuándo termina ese censo?
En un par de semanas, y la información será entregada al CNR, con el cual se acordó esto. Y es este el que va a definir, con base en el censo, las políticas y los apoyos para la reincorporación.
Por lo que ya han conocido, ¿la formación educativa es muy baja?
Es muy diversa; desde niveles muy bajos hasta excombatientes muy bien formados; profesionales, doctores. Lo interesante, también, es que hay quienes tienen una gran formación que ganaron con la práctica, gente que sabe hacer cosas de manera excepcional sin que haya ido a una universidad. Hay enfermeros, odontólogos, administradores, parteras... Hasta ingenieros empíricos, especialistas en manejo de explosivos o en comunicaciones.
¿Cuál es el propósito del censo en la parte educativa?
Ofrecer políticas de reincorporación en este campo, tanto en primaria y media como en superior. Las universidades estamos dispuestas a trabajar en ello para poder recibir excombatientes que quieran formarse profesionalmente. Sin embargo, somos muy claros en una cosa: nosotros no podemos llevar la universidad a cualquier lugar; son ellos quienes tienen que venir a la universidad y eso es lo que hay que facilitar. Habrá quienes quieran una formación técnica. Tendrán entonces acceso al Sena. Áreas como las ciencias agropecuarias se vuelven más atractivas en este proceso de paz, y estas han sido las de menor demanda en las universidades colombianas. En la Universidad Nacional también tenían menos demanda la Ingeniería Agrícola, la Ingeniería Agronómica y la Agronomía en general, porque el campo no era atractivo para trabajar.
¿Y ahora sí?
Claro que habrá un cambio con la terminación del conflicto armado con las Farc y ese es un papel que las universidades podemos jugar en esta etapa. Podemos formar buenos profesionales veterinarios, agrónomos, zootecnistas, para que vayan a apoyar a los productores campesinos y sectores medios y empresariales; a tecnificar el campo que estuvo aislado por razones del conflicto.
¿Sobre eso qué se está haciendo?
Estamos organizando unos programas de becas especialmente encaminados a los jóvenes que quieran estudiar esas áreas del campo. Ahí son muy importantes las ciencias y tecnologías de alimentos, por ejemplo.
¿Y qué se va a hacer para despertar interés en los estudiantes por esas áreas?
Van a tener un apoyo especial.
¿Qué organismo lo va a dar?
El Ministerio de Agricultura, que deberá jugar un papel esencial y ya lo ha hecho recientemente con un programa de becas. Curiosamente, estas áreas son más atractivas para los estudios de posgrado que para los de pregrado, pero tenemos la obligación de formar veterinarios no solo para mascotas, también necesitamos veterinarios para el campo y el ganado, para un país en paz y que sea capaz de interactuar con las diversas formas de la producción agropecuaria.
¿Están las universidades trabajando para el posconflicto?
Venimos trabajando en eso, pero tenemos todavía muchos desafíos.
Se anunció que la UN aprobó un programa de admisión especial de bachilleres víctimas de la guerra...
Ya existe un programa para bachilleres víctimas del conflicto armado. Hacemos admisión especial para muchos aspirantes que no tienen los conocimientos necesarios para ganar un examen de admisión, pero que son jóvenes que han resultado excelentes estudiantes, y al final de la carrera, son tan buenos como los egresados de colegios de élite. La idea es crear ahora un programa de admisión especial para otras víctimas de la guerra, de tal manera que en cada carrera se puedan dar algunos cupos para ingresar a la universidad con unas condiciones menos exigentes y que la institución se encargue de darles una nivelación inicial para que tengan éxito después en el rendimiento académico.
Las universidades en general nos estamos alistando para el posconflicto. El hecho de estar trabajando con el Ejército, la creación de una red de universidades estatales para el posconflicto con el Ministerio de Educación o el Laboratorio de Innovación para La Paz son muestras de esa tarea.

‘El lugar natural para debatir el posconflicto es la academia’

Para el rector de la Universidad de Los Andes, Pablo Navas Sanz de Santamaría, ingeniero industrial de la Universidad de Cornell y magíster en administración de Los Andes, “el lugar natural para el complejo debate de cómo enfrentar el posconflicto es en el seno de la academia”.
¿Y cuál debe ser el papel de las universidades, concretamente?
Las universidades debemos ofrecer dicho espacio para una deliberación con altura, en donde primen los argumentos y el rigor, y desde donde puede hacerse valer la voz moral de los profesores.
¿Esto, con qué objetivo?
El de encontrar soluciones prácticas y concretas a los desafíos que enfrentará nuestro país en su camino de convertirse en una sociedad en paz. Adicionalmente, los centros de investigación de las principales universidades del país tienen la responsabilidad de ilustrar las formas y dar soporte al diseño de las estrategias y políticas que se requieren para alcanzar los objetivos antes mencionados.
Para desarrollar estas políticas, ¿qué ha hecho y qué hará la Universidad de los Andes?
Hemos creado la maestría en Construcción de Paz, desde la cual se abordan temas de conflicto, transición, memoria y posconflicto, con una mirada interdisciplinaria. Adicionalmente, contamos con un portafolio de investigaciones en estos temas que incluye más de 300 iniciativas en curso en temáticas como víctimas, economía política, violencia, seguridad, tierras, campo, narcotráfico, medioambiente, género, salud, educación, infancia, desarrollo, reintegración, justicia transicional y planeación urbana, entre muchas otras.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO
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