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Educación

Un día con el bogotano nominado a mejor profesor del mundo

El profesor Luis Miguel Bermúdez en una clase con algunos de sus estudiantes del colegio Gerardo Paredes, en Suba.

El profesor Luis Miguel Bermúdez en una clase con algunos de sus estudiantes del colegio Gerardo Paredes, en Suba.

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

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Logró que sus estudiantes usaran métodos anticonceptivos para prevenir embarazos no deseados.

El profesor saca dos condones: uno para mujeres y otro para hombres, porque sí, existen ambos, así el primero sea desconocido por muchos. Les muestra a sus estudiantes cómo se sacan de su envoltura: “Puede que tengan la luz apagada y en el desespero por sacar el condón recurran a los dientes. Y terminan haciéndole un hueco al preservativo, se lo ponen y tome: viene un embarazo. Así que busquen con los dedos la textura que les indica por donde abrirlo”. Les muestra cómo. Se acerca a una estudiante y le dice: “Cógelo”.
“No, profe, qué asco”, suelta la estudiante con un gesto de desagrado. Sus compañeros se ríen de la escena.
“Pero ¿cómo que qué asco? Miren: esto está hecho de látex, no tiene nada asqueroso. Por decir ‘qué asco’ es que terminan no usándolo”, responde él.
Y así, con su trabajo diario, Luis Miguel Bermúdez, un maestro de 36 años, ha logrado reducir las cifras de embarazo entre sus estudiantes. Mientras en el 2013 eran 80 –hasta ocho en un mismo salón–, hoy solo hay un caso.
Su labor llamó la atención del jurado del Global Teacher Prize, considerado el Nobel de la educación, que lo incluyó entre los diez mejores profesores del mundo. “Por el coraje de desafiar problemas sociales urgentes, sin importar su envergadura o controversia. Luis Miguel Bermúdez garantiza que estas cuestiones no impacten en el aprendizaje de sus estudiantes”, se puede leer en la página de los premios. El domingo 18 de marzo, en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), se conocerá quién se queda con el reconocimiento.
Se acaba la clase y el profe de Suba, les deja una tarea: “Compren un condón y tráiganlo. Y no dejen nunca de soñar”.
***
El profe no para nunca. No lo detiene ni la fama, ni las amenazas, ni las pandillas, ni la ignorancia, ni los problemas sociales del país, ni la pobreza ni los padres de familia mojigatos. Lo que detiene unos segundos a Luis Miguel Bermúdez es el beso que le da su madre, un abrazo a una colega, una conversación casual con uno de sus estudiantes; esos estudiantes a quienes les enseña, sobre todo, a soñar con un futuro mejor. Un futuro distinto a la pobreza, a la violencia y a la desesperanza que los rodea. Esas niñas y jóvenes a quienes les insiste en que no tienen edad para convertirse en madres y les enseña sobre un tema que sigue siendo tabú entre los adolescentes: los métodos de planificación para evitar los embarazos no deseados, una problemática que afecta a miles de menores de edad cada año.
En el 2015, según las últimas cifras del Dane, 6.045 niñas entre los 10 y los 14 años dieron a luz; entre los 15 y los 19, fueron 135.979. Solo en Bogotá, en el 2016, la Secretaría Distrital de Educación contabilizó 2.000 casos de niñas embarazadas que acudían a colegios oficiales.
***
Son las 5:30 de la mañana. Se alista en su modesto apartamento, en un conjunto residencial del barrio San Cayetano, en la localidad de Suba, noroccidente de Bogotá. En 45 minutos tendrá que empezar sus clases en el colegio distrital Gerardo Paredes, al que llega después de caminar una media hora.
Luis Miguel sale de su cuarto afanado. En el comedor lo espera su mamá, María Gutiérrez, una mujer sencilla y de hablar suave.
¿Cómo le ha ido con la fama, profe?
Pues esta semana ha sido muy dura, me llaman mucho y he tenido muchas cosas; pero bueno, lo importante es seguir trabajando.
¿Cómo se ha sentido usted, doña María?
No, pues muy orgullosa, nunca me imaginé que esto fuera a pasar.
***
La señora mira la edición de EL TIEMPO de ese día, en la que está la noticia del profesor colombiano que podría ser elegido como el mejor del mundo. Orgullosa, coge el periódico. “¿Me lo puedo quedar?”, pregunta con respeto. Luis Miguel se queda concentrado en la portada. Dos días antes, en plena celebración de San Valentín, el joven Nikolas Cruz entró a la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, en la ciudad estadounidense de Parkland, a unos 72 kilómetros de Miami, y desató una matanza. Asesinó a 17 personas entre estudiantes y profesores, y dejó 20 heridos. La foto principal del diario es el joven esposado.
“Ayer estuvimos discutiendo eso en el colegio. Una de las cosas a favor que tiene Colombia es que no existe una política tan abierta en cuanto al acceso a las armas. Si nuestros estudiantes tuvieran el mismo acceso que en Estados Unidos, esto sería terrible”, opina el profesor mientras se come unos huevos con arepa. Y la madre lo complementa: “Claro, hijo, imagínate: si así no más los muchachos reaccionan violentamente cuando uno les dice algo, ¿cómo sería si tuvieran una pistola?”.
Termina el desayuno y el profe vuelve a su cuarto. La orgullosa madre aprovecha y cuenta cosas. “Él, desde pequeño, como en segundo de primaria, empezó a darme las primeras lágrimas de alegría. Vivíamos por los lados de Ciudad Montes (sur de Bogotá) y había un evento en el parque. De pronto, se paró en la tarima y empezó a cantar. Nos sentimos muy orgullosos”, recuerda.
Luis Miguel fue muy aplicado en el colegio, el Nacional Andrés Bello, donde ocupaba los primeros lugares. “Mi hijo siempre se ha destacado, pero no alcancé a imaginarme que fuera a llegar tan lejos. Uno no alcanza a imaginar hasta dónde llega su esfuerzo y tenacidad. Este es el fruto de su empeño, de su esfuerzo. Nosotros estamos muy felices”, comenta doña María.
“Él me dijo que quería estudiar ingeniería forestal porque siempre le ha encantado la naturaleza. Le pagué el semestre y cuando terminó me dijo: ‘Madre, eso no es lo mío. Es que las matemáticas no me gustan. Y cualquier ingeniería requiere de matemáticas’ ”, agrega ella.
Y aclara que siempre le dijo que hiciera lo que le diera felicidad, aunque se sorprendió cuando le contó que quería estudiar licenciatura. “¿Profesor? Yo no estaba del todo de acuerdo, pero respeté su opción”, afirma.
Luis Miguel está listo para salir. Abraza a su madre y le da un beso en la mejilla. “Me tengo que ir, voy tarde”, se despide.
Más tarde, el profe explica que desde pequeño tuvo una inclinación hacia la docencia. Que sentaba a sus primos para jugar a que él era el profesor y ellos, sus alumnos. “Los aburría un montón –admite–. Salían del colegio y yo ya les estaba dictando clase”.
El gusto por el conocimiento se generó, cree él, gracias a la biblioteca que tenía en la casa, donde sus padres conservaban los libros con los que estudiaron de niños (textos escolares y enciclopedias).
Doña María es bachiller y su papá, reportero gráfico. Luis Miguel tiene cuatro hermanos: dos mujeres que están en la universidad y dos hombres que trabajan como independientes.
“Un día nos pidieron que lleváramos el dibujo del sistema digestivo de una lombriz. En esa época no existía internet, así que, ¿dónde íbamos a conseguir eso? Yo fui el único que llevó la tarea porque saqué la imagen de uno de los libros de mi mamá”, recuerda.
Además de aprender sobre el sistema digestivo de las lombrices, los libros fueron los primeros en hablarle al oído sobre la sexualidad, específicamente la clásica enciclopedia de sexualidad de Master y Johnson.
Aunque sobre ese tema, el que lo convirtió en el mejor educador de Colombia, no habló nunca con sus padres. En su época, eso no se hacía.
***
Las madrugadas en las calles del barrio San Cayetano por las que Luis Miguel Bermúdez camina son grises; el humo de los buses se mezcla con la luz del sol naciente y la apaga. Se ven las sombras de la gente. Van rápido, afanados, no miran atrás, cruzan de un lado al otro casi al trote. Y ahí va él, apurado; un hombre pequeño y delgadito, de estatura mediana.

Un día en el colegio

“Felicitaciones por ese premio, profe”, le dice el celador una vez entra. “Gracias, pero este es un reconocimiento para el colegio”, responde él y continúa su camino hacia su despacho. “Mi Luchito, mi Luchito, ¿cómo estás?”, lo saluda una de sus compañeras, Esthercita, y se abrazan.
El profe sigue su camino. Otra vez lo detienen, y otra vez, y otra, otra, hasta que llega a su oficina, donde hay un globo terráqueo. Revisa su agenda.
Profe, ¿ya vio todo lo que debe viajar hasta Dubái?
Sí, aquí lo tengo hasta señalado (se va este sábado). Es un viaje largo, eso no me gusta mucho. Ya he viajado lejos, a Europa. Pero empieza a darme claustrofobia. Me tengo que levantar, caminar. Mi vuelo hace como dos horas de escala en Madrid; ahí estiraré las piernas.
***
Luis Miguel estuvo en Madrid hace unos meses. El viaje formó parte del Premio Compartir al Maestro, que ganó el año pasado. El propio Presidente de la República le entregó el reconocimiento como el mejor profesor de Colombia en el 2017.
Ese galardón, y estar entre los diez mejores profesores del mundo, lo logró con el proyecto de ciudadanía sexual que implementa desde hace cuatro años en su colegio.
El profe no tiene pelos en la lengua. Su sinceridad y su honestidad, virtudes de hombres valientes, le han traído problemas y amenazas: por hablar de sexualidad y planificación familiar, por sacar a los jóvenes de las pandillas, por hacerlos entender sus derechos.
“Las incoherencias de una sociedad untada de violencia se resaltan cuando los padres de familia protestan, marchan y odian porque se incorpora un proyecto de educación sexual en los colegios, con el único objetivo de que un embarazo a temprana edad no se interponga en la creación de un proyecto de vida, pero no lo hacen cuando asesinan o abusan de sus niños”, reflexiona.
Una vez, recuerda, después de explicar en clase qué es el abuso sexual, cómo identificarlo y cómo denunciarlo, casi la mitad de las niñas del salón empezaron a llorar. Así se enteraron de que habían sido víctimas de este delito, incluso a manos de sus propios familiares.
“En cada uno de los hitos de sus cortas vidas, la violencia ha sido el común denominador: los concibieron y los criaron con ella. Al igual que se naturaliza la sonrisa como una expresión positiva, cuando es una constante, la violencia es la vida para ellos”, lamenta el profe.
Los colegios públicos, dice, se convierten en un espacio ideal para desnaturalizar la violencia: la pobreza, la violencia pandillera, el tráfico de drogas, el maltrato e, incluso, los embarazos a temprana edad.
En el colegio distrital Gerardo Paredes, son poco más de 4.000 estudiantes, todos de la zona, los que se amontonan en este espacio protector.
El fuerte de Luis Miguel Bermúdez no es el conocimiento cognitivo: las matemáticas, las ciencias, los idiomas. Su fuerte es el ser humano. Así, buscando hacer de sus estudiantes mejores personas, en el 2014 implementó –en el plan curricular del plantel– un proyecto de ciudadanía sexual para que los estudiantes conocieran y se apropiaran de sus derechos humanos, sexuales y reproductivos. Esa idea, tan sencilla y tan potente, lo tiene a punto de convertirse en el mejor maestro del mundo.
SIMÓN GRANJA MATIAS
EL TIEMPO
En Twitter: @Simongrma
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