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Educación

Cuando el inglés es ridículo / En defensa del idioma

En defensa del idioma.

En defensa del idioma.

Foto:Archivo Particular

ANÁLISIS UNIVERSIDAD DE LA SABANA

Logo de la Universidad de La Sabana

En los centros comerciales, pocas personas saben qué cosa “sale” de los almacenes.

Juan Rodriguez
¿Qué pensarían de alguien que, al llegar a un restaurante, dice: “Tráigame un vaso de ´juice´, un poco de ´salad´ y una porción de ´rice´, ´please´. No tengo mucha ´hungry´ ahora”? Respetados lectores, ustedes dirán.
Sin embargo, presiento que la mayoría ha percibido ya esa brisa que traen el esnobismo y la ridiculez. Ojalá en ocasiones parecidas haya amigos sinceros muy cerca de quienes incurren en tales imprecisiones para que corrijan con prudencia estos usos, como sucede cuando falta un botón, o una corbata está floja. Apreciados lectores, y si llegan a experimentar una vergüenza ajena al notar ese modo de hablar, ese será un buen indicio de que algo no está bien.
Está engendrándose la idea de que las expresiones en inglés aumentan la calidad, la alcurnia, la fama y hasta la nutrición, entre otras ventajas sociales, económicas y biológicas. Ese servilismo, casi siempre inconsciente, se suple de manera muy ´chic´ con esos términos, quizás para imaginar (solo imaginar) que se sube un peldaño o varios en la escala socioeconómica. Y creo que el efecto es el contrario: más se hunden. Son los mismos amigos, en español, del “étsito”, el “haiga” (como verbo), las “cacturas” y los “excenarios”.
Nadie en sus cabales duda de la utilidad y de la pertinencia de dominar la mayor cantidad de idiomas posibles, sobre todo cuando este mundo globalizado cada día demanda más una destreza como esta. Pero insertar vocablos innecesarios, y más si hay suficientes equivalencias en el español, permite intuir que no se domina ni una lengua ni otra.

Insertar vocablos innecesarios, y más si hay suficientes equivalencias en el español, permite intuir que no se domina ni una lengua ni otra

Algunos empleados de muchos centros comerciales quedan confundidos cuando se les pregunta qué cosa “sale” de sus locales, porque en sus vitrinas tienen fijos esos anuncios: “Sale”, siendo tan fácil oferta, ganga, promoción, rebaja, descuento, etc. Aparte de ello, sigo esperando a un botánico o biólogo que me aclare si las manzanas al fin tienes pies: “pie de manzana”, otra ridiculez en el menú de infinidad de restaurantes (¡ni español ni inglés!), cuando muy claro resulta pastel, torta, ponqué o pudín de manzana.
Algunos conferencistas (y más los encargados de la rimbombante logística) se empeñan en invitar al público o auditorio a tomar un ´break´ cuando son tan claras las palabras receso, pausa, intermedio o descanso… y ellos mismos pueden ser muy bien los colegas del ´manager´, por estar ´online´, contar con un ´password´ y, al final de este ritual, obtener el ´feedback´ de los asistentes.
La intención aquí, ni más faltaba, no consiste en detener esta avalancha de transculturización; eso es como tapar con un dedo el cráter de un volcán en erupción. Los medios de información social, y más las redes, siguen desbordando sus infinitos espacios con incontables extranjerismos, en tal proporción que mucha gente ni siquiera nota cómo les inoculan los usos de estos, mientras se comen un ´hot dog´ porque quizás el perro caliente es de menor calidad.

Sigo esperando a un botánico o biólogo que me aclare si las manzanas al fin tienes pies: “pie de manzana”, otra ridiculez en el menú de infinidad de restaurantes

El enclenque argumento de que el idioma es “dinámico y cambiante”, pretextando la incorporación de estos anglicismos, se derrumba si existen términos equivalentes muy fáciles de comprender en español. Además, ese dinamismo debe surgir como un cambio natural y gradual de la lengua en la misma cultura (eso es muy válido), y no ser el resultado de una imposición globalizada y mediática, de intereses económicos y políticos de una cultura diferente. Otra cosa es la probada riqueza histórica de la interculturalidad.
No obstante, el mundo ´fashion´, que es un ´boom´, arrastra todo un ´show´ de cursilería detrás de sí. Por supuesto, el único que no la descubre es el mismo cursi; en realidad, si lo notara, no sería cursi. Y los cursis avanzan en el convencimiento de que su ´coaching´ ha mejorado en ese ambiente arrollador del espectáculo mediático, que se constituye ahora como la fuente más abundante de este fenómeno: la adopción de extranjerismos.
Como todos ellos han superado un ´casting´, entonces ya hacen parte del ´networking´ y de los ´stakeholders´, y están felices de llevar en su sonrisa fingida y en sus vocablos distinguidos una especie de ´sticker´ o un ´ticket´ que se constituyen en el sello y pasaje de su individualidad masificada (¡qué paradoja!). Al final, siguen en ´stand-by´. Okey?
Con vuestro permiso.
JAIRO VALDERRAMA V.
UNIVERSIDAD DE LA SABANA
Juan Rodriguez
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