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Ciencia

Sesquicentenario del helio / Historias del cosmos

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Foto:AFP

El helio es hoy un gas muy valorado y para la ciencia su uso es indispensable.

En los últimos 150 años, el helio ha pasado de ser un elemento que se pensaba era exclusivo del Sol a convertirse en un elemento esencial para las fiestas infantiles, llenando millones de globos en todo el planeta; a transformar la medicina, con el uso de escáneres de resonancia magnética, y a establecerse como el segundo el elemento más abundante del universo.
La historia de todas estas aplicaciones comienza en una soleada mañana en la ciudad de Guntur (India), el 18 de agosto de 1868, cuando la Luna se interpuso entre el Sol y la Tierra.
Pierre Janssen, físico y matemático que se desempeñaba como profesor en París, se había desplazado a esa ciudad para observar aquel eclipse total de Sol denominado ‘el eclipse del rey de Siam’ en honor del monarca Mong-kut, quien dos años antes había predicho con gran precisión el fenómeno.
La ocasión lo ameritaba, pues era la primera vez que ocurría un eclipse de estos desde que, una década atrás, se supo que las líneas que se observaban al pasar la luz del Sol por un prisma –el denominado espectro solar– eran generadas por los diferentes elementos presentes en el Sol.
Janssen viajó debidamente equipado con un espectroscopio y, durante la observación del eclipse, apuntó a una prominencia solar –una especie de lengua que sobresale de la superficie de la estrella en momentos de actividad– y descubrió una extraña y brillante línea amarilla en el espectro solar.
Durante el mismo eclipse, el astrónomo Norman Lockyer –recordado por ser el fundador de la prestigiosa revista científica 'Nature' en 1869– también se sorprendió al encontrar la misteriosa línea, que, incluso, pudo ser observada posteriormente sin necesidad de aprovechar las condiciones de observación durante estos eclipses.
Janssen y Lockyer no encontraron ningún elemento conocido responsable de la emisión de esa línea y propusieron que se trataba de un elemento desconocido al que se denominó helio –nombre adoptado de la mitología griega, en la que designaba la personificación del Sol–.
Pasaron casi tres décadas antes de descubrirse el helio en nuestro planeta. En la atmósfera de la Tierra hay algunas trazas de helio, provenientes de la desintegración radiactiva de algunos elementos.
El helio es hoy un gas muy valorado, tanto que su precio ha aumentado un 500 por ciento desde el comienzo del milenio, y para la ciencia su uso es indispensable. Los cohetes de exploración espacial y los grandes aceleradores de partículas, por ejemplo, lo requieren para sus sistemas de refrigeración.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica. Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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