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Proceso de Paz

Tumako Fish y las guerreras del camarón

Tumako Fish.

Tumako Fish.

Foto:ProColombia

En Nariño, cientos de mujeres desplazadas sobreviven a punta del camarón que venden.

Son 145 mujeres, en su mayoría desplazadas por los grupos armados, las que limpian toneladas de camarones blancos en Tumako Fish, una empresa camaronera del deprimido puerto de Tumaco, una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado en el país.
Le arrancan la cáscara, le sacan las venas, le cortan la cabeza, y todo lo hacen en menos de un segundo. En un proceso conocido como pelado y descabezado de camarón y es el sustento de centenares de familias desplazadas, en su mayoría de veredas del río Mira, y que viven en los barrios más deprimidos de Tumaco como La Ciudadela y El Morrito.
"Nos toca quitarle la cáscara, la cabeza y entregarlo limpio. Un proceso donde las más rápidas nos podemos demorar un segundo, pues es nuestro trabajo diario. Y si en el día toca sacar una tonelada de camarones, pues se saca", explica Ivany Plaza, un mujer de 38 años y madre de tres hijos.
Ivany no lo hace como empleada de una empresa camaronera, sino como empresaria y socia en una alianza entre Tumako Fish y la Asociación de Mujeres Semillas de Paz Perlas del Pacífico (Asmudepaz), una iniciativa de inclusión social apoyada por diversas organizaciones como Usaid, Procolombia, el ICBF y el Sena, y que trata de recomponer el tejido social de estas mujeres víctimas de la violencia.

La Perla del Pacífico

Para los que no conocen Tumaco, este municipio, conocido como la Perla del Pacífico, tiene 200.000 habitantes, 100.000 en el área urbana, y no es ninguna perla. No hay fuentes de empleo, la economía informal abunda, no hay vías terciarias y es un municipio como detenido en el tiempo.
Es conocido por sus atardeceres y sus lugares turísticos, pero también por su puerto, la verdadera perla para las organizaciones criminales. Por eso, no es gratis decir que casi todos los grupos armados que ha visto nacer este país han pasado por Tumaco.
"Por Tumaco han pasado todos los grupos. Primero estuvo la guerrilla, luego fue territorio paramilitar, ahora las bandas criminales”, explica Carolina Alarcón, asesora socioempresarial de Asmudepaz.
Y es que son pocos los municipios del país que reúnen todas las características sociales y geográficas para ser incubadoras del conflicto. Tumaco es hoy uno de los municipios con más hectáreas de cultivos ilícitos y puerto desde donde salen toneladas de cocaína hacia Centroamérica.
Un negocio multimillonario que ha desatado innumerables guerras. La última fue librada en el 2012 entre las Farc, las Águilas Negras y ‘los Rastrojos’, y dejó decenas de muertos, desplazados y a la guerrilla como única reina de la criminalidad de esta perla del Pacífico.
Ahora, tras la salida las Farc hacia a las zonas veredales, grupos como el Eln, el ‘clan del Golfo’, paramilitares, bandas delincuenciales y hasta disidencias de las Farc tratan de quedarse con el tesoro sin dueño. Un vacío de poder que ha producido nuevamente desplazamientos de cientos de habitantes de veredas del río Mira y que llegan a engrosar las cifras de desempleo en Tumaco, único lugar donde parece estar la autoridad.
"En el campo es más fácil para ellos adueñarse de la tierra y ordenar en las veredas lo que quieran. Aquí en Tumaco, en el pueblo, es más diferente porque la ley está más cerca y vigila", dice Emilcen Palma, una de las líderes de Asmudepaz, que lleva 25 años trabajando para Tumako Fish.

El camarón le quita hijas a la guerra

Como Emilcen, estas mujeres vienen desplazadas de diferentes veredas como Peña Colorada, Aguaclara, Llorente, La Guayacana, Piñal, Chagüí, El Chajal, Alto Mira, Bajo Mira, Rosario, Tablón Dulce, Salado, El Mexicano, La Caleta, Viento Libre y La Chorrera.
"Yo soy de Tumaco, de una vereda que se llama Tablón Dulce, que queda por el río Chagüí. Nosotros salimos de allá desplazados por la violencia. Eso fue en 1982, y en la vereda todo mundo se fue saliendo poco a poco, se iban unos y después otros. En el 2014 ya no se podía ir más por allá", relata Emilcen.
El caso de Ivany es el mismo: llegó de Peña Colorada, una vereda en la espesura de la selva, a orillas del río Mira, de donde tuvo que huir para escapar de la violencia entre las Farc y las Auc. Cuando llegaron a Tumaco se emplearon en lo único que saben en sus veredas pesqueras, comenta Luis Alberto Rosas Ortega, gerente general de Tumako Fish.
“Como aquí pelamos y descabezamos camarones, vienen a buscar trabajo y uno las comienza a emplear de a poquito. Yo empecé con 60. Cuando ellas se asociaron en el 2015 eran 145 mujeres y ahora son 170. Cada día son más y toca andar diciendo que no. Hay mucha mano de obra que no se puede emplear porque no hay espacio ni los volúmenes para poder procesar", explica Rosas.
Y es que la historia de este hombre parece sacada de una película. Desde muy pequeño llegó a Tumaco con una maleta llena de sueños y proyectos. Y lo consiguió todo: familia, educación y trabajo. De vendedor de chance pasó a empleado de la camaronera más grande, C.I. Balboa S.A., una empresa paisa de la que ahora es dueño.
La adquirió luego de un crisis que azotó a todas las camaroneras en 1998, luego de la aparición del virus de la Mancha Blanca, que quebró a compañías de todo América Latina. “Arrancó en Perú, llegó a Ecuador, Colombia, y subió Panamá, Honduras, Costa Rica y Nicaragua, hasta México. Y por supuesto nos quebró a nosotros también”, explica Rosas.
Pero trabajando y estudiando se labró la vida este ingeniero de producción agrícola. “Escalé de supervisor a jefe de planta, administrador y en el 2005, cuando se liquidó la empresa, me dejaron de gerente de la compañía en apoyo al liquidador de la empresa. Eso me dio la oportunidad de conocer clientes, proveedores, de poder vislumbrar el proceso a menor escala y poder salir adelante", cuenta Rosas.
A este empresario lo quieren las mujeres de Tumako Fish como a un padre. Luego de la quiebra de esta empresa, Rosas hizo un trato de palabra con ellas. “Ese último año yo seguí trabajando por fuera con las mujeres y con muy poco capital, con el dinero de mi liquidación y dineros que me prestaron otras personas que liquidó la empresa”, cuenta Rosas.
“Con las mujeres habíamos hecho una alianza de palabra para poder trabajar. La alianza consistía en que ellas trabajaban para mí, pero yo no tenía plata para pagarles inmediatamente. Entonces hicimos un convenio: ellas me procesaban el producto, yo lo vendía, y cuando me pagaban la venta, pues yo les pagaba a ellas", explica este emprendedor padre de cuatro hijos.
Hoy, Rosas ya no trata a estas mujeres como "trabajadoras”, sino como "socias, empresarias y clientes", una retribución por el empujón que le dieron en un comienzo. Les paga el 5 % del valor de la factura de ventas por sus servicios y hasta el 30 % de la utilidad neta.
Su compañía actualmente es líder en Tumaco y vende sus productos en Bogotá. Tiene la antigua planta de procesos de C.I. Balboa, un laboratorio de producción de semillas y una finca camaronera con más de 38 estanques y 74 hectáreas de cultivo extensivo. Tiene más de 170 mujeres empleadas y 145 asociadas que le venden sus servicios de pelado y descabezado de camarón, y con quienes tiene otro negocio: el cultivo hipertensivo.
"Lo que queremos hacer es un negocio inclusivo y que ganemos las dos partes, Tumako Fish y Asmudepaz. Para eso copiamos un modelo tecnológico que se llama 'Cría y engorde de camarón hiperintensivo'. Es decir, en un estanque pequeño sembramos altas densidades de camarón. Y también pensamos a futuro vender productos listos para el consumo. Como ceviches, cocteles para la playa y pasabocas de camarones", explica.

Las guerreras del camarón

Ivany y Emilcen, como la inmensa mayoría de estas mujeres socias de Tumako Fish, son madres cabezas de familia. “Nos dedicamos al trabajo. Porque el esposo le aporta a uno, pero la mujer tumaqueña es una mujer de empuje, guerrera, no nos quedamos sentadas esperando a que el marido traiga. Nosotras vivimos del camarón, y aunque lo que agarramos es poco, nos alcanza para el sustento de nuestros hijos", cuenta Emilcen.
En la industria camaronera de Tumaco, estas dos guerreras y un centenar de mujeres encontraron la forma de ganarse la vida gracias al apoyo de Colombia Responde, un programa de Usaid que les ayudó a asociarse para montar su negocio y capacitarse para ser mejores empresarias.
“Son mujeres vulnerables cabezas de hogar, que mantienen alrededor de cuatro y cinco personas. Que viven en hacinamiento en los barrios más deprimidos de Tumaco. Y aunque han pasado más de 20 años pelando camarón y trabajando en numerosas empresas, nunca fueron tenidas en cuenta en un proceso tan importante para ser socias de un negocio inclusivo. Fue ese componente social lo que atrajo a Colombia Responde”, explica Carolina Alarcón, asesora de Asmudepaz.
Hoy, la apuesta de Tumako Fish y Asmudepaz es fortalecer su negocio, pero también ser generadores de empleo, dice Fernando Palacios, gerente de la alianza. Para esto, la empresa sueña con exportar y vender a buen precio, con el fin de mejorar su planta de procesos.
Procolombia ya les está ayudando para certificar sus procesos, pero otras entidades del Estado les ponen trabas. Rosas dice que hacer empresa en Tumaco es 10 veces más difícil que en el interior del país por estar ubicados “en la cola de Colombia, al sur del sur” y por estar estigmatizados con el narcotráfico, pues han tenido numerosos problemas para ingresar amoniaco y gasolina, dos precursores utilizados en sus procesos, pero que también los narcotraficantes usan para procesar coca.
"No es fácil hacer empresa aquí. A costa de todo lo estamos haciendo, yo pienso que parte de esto es nuestro arraigo, nuestras ganas de salir adelante, de propender por hacer una paz silenciosa. Porque la paz no se hace con los fusiles, sino que se hace promoviendo empleo para la gente, ocupándola”, reitera.
Y lo mismo piensa Ivany, que ve a Tumaco como una zona de paz, turismo y donde las mujeres puedan ser reconocidas como generadoras de empleo. "Yo espero que dentro de la empresa podamos tener una independencia y a futuro darles trabajo a las personas que más lo necesitan".
Un sueño que Rosas ya cumplió con estas mujeres, pero que podría ser mejor con mayor inversión. “La paz se hace, pero unidos, generando oportunidades desde nuestros lugares. En mi caso, generando empleo; en la academia, con opciones de estudio, y en el Gobierno, con mayor inversión. Soy de los soñadores que pienso que Tumaco sería mejor con un puerto con zona franca, donde pudiéramos importar tecnología y donde la gente viera que es posible hacer empresa, generar empleos y hacer una verdadera paz", concluye Rosas.
SANTIAGO CÁRDENAS
Periodista de 'El Colombiano', de Medellín.
*Este artículo se publica gracias a la beca '200 años en paz, storytelling para el posconflicto', apoyada por la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, la Embajada de Suecia, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Universidad de La Sabana.
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