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Proceso de Paz

Una aguapanela en Estocolmo

Guillermo Baquero

Guillermo Baquero

Foto:Archivo particular

Guillermo Baquero salió del país y se refugió en Suecia. Desde allí habla sobre el conflicto.

En medio del conflicto armado, en los últimos 50 años, exiliadas o refugiadas por causas de violencia política, ideológica o económica salieron de Colombia más de tres millones de personas, según el Proyecto Exilio del Centro de Memoria Histórica. Esta es la historia de uno de ellos, a quien encontramos en Estocolmo, Suecia.
Guillermo Baquero, un guajiro de 26 años, era estudiante de Ingeniería Ambiental cuando comenzó a huirle al miedo a mediados del 2012, luego de ser amenazado por grupos paramilitares. Militante de las Juventudes Comunistas, nunca ocultó su opción política. Colombia se enteró de su existencia el 5 de junio de 2008, cuando se enfrentó en Cartagena al entonces presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, en la Conferencia Regional para la Educación Superior en Latinoamérica y el Caribe de la UNESCO.
“Yo sé cuál es su filiación política y usted sabe cuál es la mía”, le dijo el mandatario de los colombianos, luego de que el estudiante de la Universidad de la Guajira lo increpara por la represión en los centros académicos. Guille, como le dicen sus familiares, dice que tiempo después de estos hechos, lo amenazaron y lo obligaron a marcharse de Colombia.
Su primer destino fue Ecuador, pero por carencias económicas y por las coincidencias del amor, consiguió ayuda y siguió su ruta de autoprotección en Suecia, con Frida, la mujer que es hoy su compañera y madre de sus dos hijos. Llegaron a Estocolmo en el 2012, a finales de la lluvia de noviembre, para iniciar una nueva vida, en circunstancias que les ha tocado sufrir a centenares de colombianos dispersos por el mundo.
En medio del conflicto armado, en los últimos 50 años, exiliadas o refugiadas por causas de violencia política, ideológica o económica salieron de Colombia más de tres millones de personas, según el Proyecto Exilio del Centro de Memoria Histórica.
Un informe publicado por el diario EL TIEMPO el 30 de mayo de 2016 cita a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), para revelar que más de 300.000 colombianos salieron del país como exiliados por amenazas de muerte. Según la Unidad de Victimas, se afirma en el artículo, “la mayoría de victimas está en Ecuador, donde la cifra de connacionales desplazados es de 917; le siguen Canadá (886), Estados Unidos (827) y España (458)”.
SUECIA

Aguapanela en Suecia

Foto:

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Un guajiro ‘sueco’

Guillermo Baquero y su compañera se ubicaron en Estocolmo en un uno de los suburbios, donde habitan sobre todo migrantes. En Suecia había más de 100.000 en el 2009, siendo el país europeo con mayor tolerancia hacia esta población. Viven en edificios que tienen servicios públicos y uno de los más esenciales es la calefacción, la cual requiere millones de toneladas de carbón que importan de diferentes partes del mundo; de hecho, un porcentaje es a través de la multinacional Vattenfall, desde La Guajira colombiana.
Tienen transporte público en metro y algunos migrantes logran el derecho a la educación pública, que es gratuita desde el nivel básico hasta los doctorados.
Guillermo estudió el idioma sueco durante un año y buscó empleo. Trabajó como albañil, en servicios generales y logró estabilidad como reciclador en la empresa Rang Sells, donde desde el primer día de labores no dejó de recordar que es ingeniero ambiental. Por recomendación de los jefes, se vinculó al sindicato, ya que en ese país nórdico los sindicalistas y los empresarios trabajan por un mutuo beneficio, explicó.
Con otros migrantes formaron el Grupo Latinoamericano de Solidaridad Suecia y se acercó a los partidos de izquierda de ese país, donde habitan más de mil colombianos. Como activista, hoy lucha y promueve actividades contra la discriminación, que asegura crece en Europa de la mano de la ideología de extrema derecha y sectores que ven a los latinos y musulmanes como peligros para su estabilidad laboral y económica.
Después de tres años de luchas, el guajiro ‘sueco’ logró ser presidente del sindicato de la empresa donde labora y su título profesional como ingeniero ambiental fue reconocido. Ahora, desde el segundo semestre de 2017, ejercerá como tal mejorando su condición humana y económica, pero sin dejar de lado los ideales que lo tienen lejos de su país, porque, afirma, “aquí no persiguen a los de izquierda”.

Una aguapanela en Suecia

La cita con Baquero se concretó en medio del entrenamiento internacional para periodistas Becas 200 años en Paz, que busca aportar herramientas para una nueva narrativa de los procesos que se viven en Colombia, bajo la luz del modelo sueco y que es auspiciado por la Embajada de Suecia, la Organización Internacional para la Migraciones (OIM), la Oficina del Alto Comisionado para la Paz y la Casa Editorial El Tiempo.
En una tarde fría de otoño de 2016, el hijo de Auspicio Baquero –excombatiente del Ejército Popular de Liberación (Epl) y víctima de homicidio en 1994–, después de su reinserción a la vida civil, llegó hasta el hotel donde nos encontrábamos 16 colombianos.
Robusto, de 1,85 cm de estatura y rasgos afros, Guille se presentó y nos abrazó como si fuésemos parientes. Bajo el ‘sol que no calienta’, caminamos junto con Luis Francisco Bonilla, docente y editor del diario La Patria de Manizales, rumbo a Râlambshovsparken, donde el sonido de las hojas que caen por miles desde los árboles acompañó el inicio de este relato.
A 9.715 kilómetros de su amada Colombia, el riohachero le sigue la pista al devenir político de su patria. En Estocolmo, dice, votaron 300 personas y gano el ‘Sí’ en el plebiscito por la paz que se llevó a cabo en el país el 2 de octubre de 2016 y que en forma sorpresiva, gano el ‘No’.
Nos explicó los motivos que tenía para apoyar el proceso de paz y confesó las nostalgias por las parrandas vallenatas, el pargo rojo, sus familiares y amigos. Dejó en claro que quiere regresar, pero con garantías de que no será amenazado o muerto por tener una posición política de oposición al Estado.
Cuando completamos una hora de encuentro, a medio metro de la banca donde nos sentamos, cerca de un lago donde los padres suecos llevan a sus hijos a alimentar los cisnes y decenas de personas trotan o caminan, una mujer de baja estatura se cautivó por el español de nuestra conversación y por el tema del plebiscito. Se detuvo, nos miró y nos preguntó:
-¿Son colombianos?
-Sí, le respondimos.
-Yo también-dijo- y se presentó -Soy Esperanza Helborgt.
Sin rodeos nos informó que voto por el ‘No’ porque no está segura de qué es lo que quieren las Farc para gobernar. Recordó que la última vez que estuvo en su país natal, había militares y policías prestando seguridad en las vías para contrarrestar amenazas de la guerrilla.
Esta mujer, nacida en Bogotá, llegó a comienzos del nuevo siglo a Estocolmo, enamorada de un sueco con quien se casó y enviudó. Madre de dos hijos y abuela de dos nietos nórdicos, es dibujante de arquitectura, pero trabajó diez años prestando servicios generales de aseo y así logro pensionarse.
Ella y Guillermo Baquero se enfrascaron en una discusión por las causas del triunfo del ‘No’ y la derrota del ‘Sí’ en el plebiscito por la paz en Colombia. Expresaron sus argumentos e intercambiaron ideas. Al final concluyeron que el único camino posible para tener un nuevo país es la convivencia y lograr acuerdos para todos que ayuden a superar la pobreza y la desigualdad.
Dejaron brotar sentimientos y nostalgias cantando a dúo el inmortal tema ‘Alicia adorada’, del maestro Juancho Polo Valencia, teniendo como testigo la sonrisa cómplice de los transeúntes. Terminada la interpretación, nos interrumpió un borracho escandinavo con cervezas camufladas sobre su bicicleta, en una nevera de icopor –en Suecia es prohibido consumir alcohol en zonas públicas– de esas en las que los ‘cachacos’ llevamos pescado para la capital, entonando en lengua enredada: “Guantamera, Guajira Guantanamera”.
Así terminamos. Después de dos horas en medio de ideas, palabras, cantos y añoranzas, el frío caló en nuestros huesos bajo la primera aguanieve, que anunciaba la llegada del invierno sueco. Todos anhelábamos un tinto, pero fue entonces cuando Esperanza nos abrió las puertas de su apartamento y su corazón, e hizo la más poética y dulce invitación: una aguapanela en Estocolmo por la paz de Colombia.
WILSON LOZANO L.
Caracol Televisión regional y víctima del conflicto.
Barrancabermeja.
*Este artículo se publica gracias a la beca '200 años en paz, storytelling para el posconflicto', apoyada por la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, la Embajada de Suecia, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Universidad de La Sabana.
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