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Proceso de Paz

Una oportunidad nueva para educar en derechos humanos

El presidente Juan Manuel Santos, en la décima sexta Cumbre Mundial de los Premios Nobel de Paz, realizada en días pasados por la Cámara de Comercio de Bogotá.

El presidente Juan Manuel Santos, en la décima sexta Cumbre Mundial de los Premios Nobel de Paz, realizada en días pasados por la Cámara de Comercio de Bogotá.

Foto:Diego Santacruz / EL TIEMPO

La activista Kerry Kennedy participó en la Cumbre de Nobel de Paz. Esta es su visión del encuentro.

Karen Vanegas
“Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos”.
Así comenzó el expresidente de Costa Rica Óscar Arias su discurso en la Cumbre Mundial de Premios Nobel de Paz realizada a principios de este mes, en la que veintiséis galardonados se reunieron en Bogotá (Colombia) para hablar de la situación del trabajo humanitario en el mundo.
Bogotá fue un lugar adecuado para el evento: el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, recibió el Premio Nobel de Paz en diciembre del 2016 como un reconocimiento a su liderazgo para poner fin a una guerra de cincuenta y dos años que les costó la vida a más de 220.000 personas y dejó 7 millones de afectados.
Vivimos en un tiempo de destrucción en todo el mundo, en el que la mayor amenaza para la paz no es un ejército o una guerra nuclear, sino el odio mismo.
El odio se presenta en muchas formas: Boko Haram en Nigeria, Estado Islámico en Irak y Siria, islamofobia y antisemitismo en Europa, políticas contra los inmigrantes y los refugiados en muchos países.
El odio se manifiesta en China en la destrucción del Tíbet y en Birmania en la persecución de la minoría de los rohinyás; 168 millones de niños son privados del derecho de ir a la escuela para que puedan recolectar frutos de cacao para hacer chocolates y se ocupen en otras formas perniciosas de trabajo esclavo. En los Estados Unidos está Donald Trump con los muros de miedo que promueve.
En medio de este desierto de destrucción, Colombia es un oasis de optimismo y esperanza. Aquí, las fuerzas del mal están cediendo ante el poder del bien; la guerra está dando paso a la paz; el miedo y su gemelo, el odio, están sucumbiendo ante el poder innegable del amor.
Hoy, Colombia es un ejemplo para el mundo, y debemos hacer todo lo que podamos para ayudarle a tener éxito en su búsqueda de la reconciliación, no solo por el bien del pueblo colombiano sino por la esperanza, la confianza y la fe, tan necesarias que su ejemplo inspira en el resto del mundo.
Mi hija Michaela y yo asistimos a la cumbre de este año, en la que Kailash Satyarthi, ganador del Premio Robert F. Kennedy de Derechos Humanos en 1995 y laureado con el Premio Nobel de Paz, me entregó el Premio de Activismo de los Laureados con el Nobel por nuestro programa de educación en derechos humanos ‘Hablar con la verdad al poder’.
Kailash recordó que el primer día que fue a la escuela pasó frente a un niño de 6 años que estaba vendiendo zapatos. Ni su profesor ni su madre le pudieron explicar por qué un niño de esa edad estaba vendiendo zapatos en lugar de ir a la escuela. El padre del niño dijo: “Nosotros somos intocables, nacimos para trabajar”.
Incluso a la tierna edad de 6 años, Kailash sabía que el trabajo infantil era incorrecto. Después, él emancipó más niños de la esclavitud que cualquier otro ser humano.
Fue un círculo completo.
A partir de 1999 pasé dos años y medio entrevistando a la gente más valiente del mundo: héroes de derechos humanos, muchos de los cuales sufrieron cárcel, tortura y muerte por defender derechos básicos que toda la humanidad debería dar por sentados.
Mis primeras entrevistas fueron realizadas durante la Cumbre de Premios Nobel de Paz en Charlottesville, Virginia. Las respuestas fueron profundas y llenas de significado.
Las historias de las y los defensores de derechos humanos enseñan a los estudiantes que no tienen que ser víctimas de las circunstancias.
Cada uno de nosotros tiene un papel por jugar en la creación de un mundo más justo y pacífico.
Nosotros nos asociamos con los educadores y creamos planes de enseñanza que se integran plenamente en las lecciones que ellos están impartiendo.
Los estudiantes de lenguas y artes leen la historia de Kailash Satyarthi. Aprenden sobre la vida de los niños esclavos en las plantaciones de cacao y se enteran de que el 70 por ciento de sus chocolates son fabricados de esta horrible manera. Escriben poemas titulados Querido Bobby, en los que explican lo que siente un niño esclavo. Aprenden análisis de textos, empatía y pentámetro yámbio.
Los estudiantes escriben cartas a los directores generales de las compañías de chocolates más grandes del mundo en las que explican los abusos de los que se han enterado y exigen un cambio.
Además de escribir en formatos apropiados, los niños son empoderados al aprender a plantear un argumento convincente sobre un tema emocional.
Finalmente, los estudiantes escriben el tema en una sola frase en una tarjeta de índice junto con sus soluciones y adjuntan una pieza de chocolate comercial a la tarjeta.
En la fiesta de Halloween entregan la tarjeta en las casas donde les ofrecen chocolates. En el curso de la lección, pasan de ser receptores de conocimientos a activistas.
Las lecciones de ‘Hablar con la verdad al poder’ se aplican a cualquier tema y enseñan a los estudiantes que también pueden ser defensores de los derechos humanos en sus comunidades y en el mundo.
A lo largo de los años, ‘Hablar con la verdad al poder’ ha enseñado a millones de niños en el planeta que sus voces cuentan y que ellos pueden ser agentes de cambio.
Colombia es una nación que celebra sus propias victorias en derechos humanos, con una población de estudiantes listos para convertirse en ciudadanos del mundo, informados y comprometidos.
El país enfrenta una oportunidad única que costó sangre y caos durante décadas de guerra. Estar en Colombia en este momento especial me llena de optimismo.
Los grandes defensores de derechos humanos del futuro están ahora aquí, en las escuelas de Bogotá, Medellín y Cali.
Podemos ayudarles a encontrar sus voces.
KERRY KENNEDY*
Especial para EL TIEMPO
* Presidenta de Robert F. Kennedy Human Rights
Karen Vanegas
icono el tiempo

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