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Álvaro Castaño: un hombre inmenso

Habrá que recordar su legado de decencia y su fe en el arte como método para vivir bien en el mundo.

Editorial .
Todo estaba bien, Colombia seguía siendo aquella Colombia de hombres nobles e ilustres que habían sobrevivido a tanta historia en la trinchera de la cultura, porque Álvaro Castaño Castillo estaba vivo. No había que añorar los tiempos en los que los comunicadores eran sonetistas llenos de humor o bibliófilos de bibliotecas envidiables que aún pensaban en “la inmensa minoría” porque Álvaro Castaño seguía presente en las tertulias de los intelectuales y en los debates de una sociedad que no ha hallado el camino hacia la convivencia. Ahora que no está, será necesario inventárselo: es decir, recordar su legado de decencia y su fe en el arte como método para vivir bien en el mundo.
Castaño, de 96, aspiraba a llegar a los 100 años para luego encontrarse en el cielo con el gran amor de su vida: la inolvidable Gloria Valencia. Habría que decir que, sin embargo, su biografía ejemplar seguirá presente en un país al que tan bien le vienen las figuras íntegras. Fue campeón de tenis en su colegio, investigador, abogado; fundador, en 1950, de una emisora que ha sobrevivido a los tiempos: la HJCK. Cada día se reconocía más, como dijo a la revista Cromos, como un hombre espiritual: “La vejez es un templo”. Vivió feliz, hasta estos últimos días, en la paz de sus recuerdos, en la invocación de su única esposa, en los versos de Borges que recordaba de tanto en tanto. Tuvo a raya a su vanidad: le habría dado vergüenza reconocer que era un ícono.
Pero lo es. Él y doña Gloria Valencia no solo seguirán encarnando una vida decorosa dedicada a servirles a los otros, y seguirán siendo parte de tantas familias colombianas, sino que nunca dejarán de ser una reivindicación de la cultura (de la literatura, la música, el arte, el cine) como un bastón para quienes quieren darle un sentido a la experiencia en la Tierra, como una forma de la felicidad –defendida por su “inmensa minoría” como un tesoro de todos– en la que quizás un día más y más personas encuentren refugio. Hará falta su columna en Bocas. Hará falta su voz. Difícil será encontrar en Colombia a alguien que no le haya dado las gracias.
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