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Los teléfonos públicos

En Bogotá no se sabe aún qué hacer con los 7.600 teléfonos que permanecen en pie.

Editorial .
Tal vez las nuevas generaciones lo ignoren, pero hubo una época –no muy lejana– en la que el teléfono público fue tan necesario y útil como los modernos celulares. Claro, no brindaban un servicio personalizado ni se podían llevar en el bolsillo, pero más de una vez fueron el recurso oportuno que sacó a sus usuarios del apuro de una llamada, un reporte, una notificación. Fueron testigos mudos de llamadas de despecho o conversaciones amenas que desesperaban a los de la larga fila que aguardaban su turno.
Una bella crónica publicada en este diario revivió la vieja figura de la cabina telefónica, la misma que, cual perro callejero, soportaba en cualquier esquina el frío, la lluvia, el calor y, por supuesto, el maltrato. La gente rompía las bocinas cuando se ‘tragaba’ la moneda o cuando el usuario terminaba de pelea con su interlocutor, y el pobre teléfono pagaba las consecuencias. Los vándalos hacían de las suyas, llenándolos de mamarrachos indecentes hasta que adquirían la forma de objetos insalubres y peligrosos para la gente.

De íconos de la ciudad pasaron a ser estante de ventas informales, vandalizadas, y las pocas que permanecen en pie sirven hasta de orinales.

Con el correr de los años, estos aparatos se fueron modernizando. De las cabinas cónicas y hechas de fibra se pasó a unas de acero inoxidable que requerían tarjeta para su uso. Pero vino el embate de los teléfonos individuales y comenzó su declive. De íconos de la ciudad pasaron a ser estante de ventas informales, vandalizadas, y las pocas que permanecen en pie sirven hasta de orinales.
En otros países son exhibidas como piezas de arte en el espacio público, algunas fueron adaptadas para recargar celulares y hay cabinas que se convirtieron en minibibliotecas públicas, por ejemplo. En Bogotá no se sabe aún qué hacer con los 7.600 teléfonos que permanecen en pie. El costo de retirarlas parece absurdo (4.000 millones de pesos), el mismo dilema tienen en España. Meterle algo de creatividad al tema para que estos otrora símbolos de nuestra capital tengan un futuro menos triste o al menos decretarles una muerte digna, bien vale la pena.
editorial@eltiempo.com
Teclas hundidas, polvo y fallas en el servicio son el panorama en Bogotá.

Teclas hundidas, polvo y fallas en el servicio son el panorama en Bogotá.

Foto:Ana Puentes

Editorial .
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