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La tres veces santa

El prurito de Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel desata una grave crisis regional

Editorial .
El consenso internacional y el sentido común indicaban que el estatus final de Jerusalén debía ser definido por las negociaciones entre israelíes y palestinos y en el momento en que viera la luz la solución de los dos Estados, uno al lado del otro, en paz y seguridad.
Y esta visión respondía a la lógica que movió los acercamientos entre los dos pueblos, desde la diplomacia secreta que desembocó en los Acuerdos de Oslo de 1993 hasta el desierto de los días que corren: ‘conversar primero sobre las cosas en las que se puede llegar a un acuerdo y después, sobre las que separan’. Y el estatus de Jerusalén, junto con el retorno de los refugiados y otros temas muy calientes, es precisamente uno de esos que tienen la etiqueta de ‘línea roja’ por la razón de que los dos pueblos quieren a Jerusalén como su capital, “eterna e indivisible” para los israelíes, y el sector oriental para los palestinos.
Por eso, el prurito del presidente Trump de reconocer oficialmente a la ciudad tres veces santa como capital de Israel, sin someterla a divisiones, hace un flaco favor que rompe esa lógica consensuada internacionalmente e introduce un elemento de inestabilidad a una región de por sí martirizada y que podría estarse preparando para nuevas violencias. Además, no ayuda a destrabar un proceso de paz moribundo y en crisis, y podría ser un varapalo de procesos geopolíticos mayores que se estaban cocinando, relacionados con la lucha contra el grupo terrorista Estado Islámico y la neutralización de Irán. El país de los ayatolás se ha convertido en un factor clave en la conflictividad regional. Y, por qué no, en la salida de muchos de esos conflictos.

Es hora de que los sectores moderados iluminen los espíritus de las dos partes, pues de esta encrucijada solo se podrá salir
con creatividad y sensatez.

Lo curioso es que detrás de esta decisión de Trump, tomada contra la opinión de algunos de sus más cercanos asesores, y del consejo de sus aliados de toda orilla hay un interés no internacional, sino doméstico: cumplir una promesa electoral a sus donantes judíos y cristianos evangélicos. ¿Pensando en la reelección?
Más aún: Trump le había dado la orden a su yerno Jared Kushner, judío, de preparar un plan de paz. ¿En qué queda eso ahora si Estados Unidos, con esta decisión proisraelí, se pudo haber inhabilitado como mediador confiable?
Justo es decir que en su mensaje, Trump no cerró las puertas a que Jerusalén oriental se convierta en la capital de Palestina y que, sobre el terreno y para efectos prácticos, nada ha cambiado. El premier israelí, Netanyahu, ha ofrecido garantías de que no se modificará el estatus de los lugares santos.
Que no se equivoquen la dirigencia ni los grupos palestinos en que lo sucedido justifica abrir las ‘puertas del infierno’ de la violencia y los atentados. Y que, en el mismo sentido, Israel no crea, como potencia ocupante, que Washington le expidió patente de corso para profundizar la colonización y continuar con los abusos y violaciones de derechos humanos sobre los palestinos.
Ya es tiempo de que los sectores moderados empiecen a iluminar los espíritus de las dos partes, porque de esta encrucijada solo se podrá salir con creatividad y mucha sensatez. Es la única hoja de ruta posible, porque a Trump aún le quedan tres larguísimos años de mandato. Y quizás más...
editorial@eltiempo.com
El reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido rechazado por muchos países.

El reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido rechazado por muchos países.

Foto:EFE

Editorial .
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