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Gracias, Misi

Murió en lo suyo, como si un pianista expirara con la última nota de una sinfonía.

Editorial .
Para una artista de alma musical, que le venía de cuna, morir en el escenario de un teatro –que era parte de su vida–, rodeada de actores, niños, músicos y bajo una cerrada ovación, ha podido ser otro de sus sueños. Así se fue el viernes pasado, a eso de las diez de la noche, la hora en que se suele bajar el telón, María Isabel Murillo Samper, al terminar el estreno de la segunda temporada de la revista musical ‘30 años de Navidad’. Tal vez su corazón, tan acostumbrado a acelerarse y celebrar, esta vez no aguantó la emoción.
Murió en lo suyo, como si un pianista expirara con la última nota de una sinfonía, y la muerte es algo natural, pero con todo ello, la de Misi, como era más conocida, causa enorme tristeza por ser ella quien fue, la ‘Gran Dama del teatro musical’, por su trayectoria tan meritoria, y por ser joven aún, a los 61 años.
Pero la señora muerte, que tiene su pinta de envidiosa, le quiso robar el ‘show’ y nos priva de una de las bogotanas más valiosas de los últimos años, quien consagró su vida a dos grandes y hermosas pasiones: la música y los niños. Por eso, luego de estudiar educación preescolar y pedagogía musical, se dedicó a componer para ellos y hacer soñar a las personas, sin importar la edad ni la condición social.
En estos tiempos no es fácil hacer arte. Pero ella, que había actuado en Disney World y se inspiró en Walt Disney, en una labor titánica, creó Misi: Escuela de Teatro Musical, y allí les puso alas a los sueños de unas 23.000 personas en 30 años.
Sobra decir que fue ejemplo de tesón. Misi llegó a producir más de 35 musicales; 19 originales, 11 de niños y 9 de repertorio universal: ‘West Side Story’, ‘Jesucristo superestrella’, ‘Aladdin’, ‘La novicia rebelde’, ‘El mago de Oz’... Fue un ejemplo, una educadora, un medio al éxito, pues muchos artistas integrales de hoy pasaron por su escuela; fue una mujer brillante y admirable que dio lo mejor que se puede dar: alegría. Por ello, la ovación del viernes y las de estas noches retumbarán por siempre, ya que los artistas no se van del todo. Gracias, Misi.
EDITORIAL
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