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Habitante de la calle

Cualquier persona que se le logre arrebatar a la calle es una apuesta por la vida.

Editorial .
Acaba de revelar el Dane –en asocio con la Secretaría de Integración de Bogotá– el más reciente estudio sobre habitantes de la calle. Hay 9.538 personas en esta condición. Para algunos, la cifra resulta baja dado el tamaño de la ciudad; para otros, se ha mantenido inamovible en comparación con un estudio similar de hace una década.
Dice el alcalde Peñalosa que lo más importante es haber frenado la tendencia creciente de este fenómeno, lo cual es significativo: cualquier persona que se le logre arrebatar a la calle es una apuesta por la vida. Sin embargo, más allá de la estadística global o de la tendencia, vale la pena detenerse en otras revelaciones del estudio. Por ejemplo, un 33 por ciento de los habitantes de la calle debe su condición a problemas familiares. Esa es una cifra alta que tiene que llevar a la reflexión acerca del papel que hoy cumple ese núcleo de la sociedad y del ambiente que los rodea: violencia, abuso, crisis económica, falta de atención...

Más del 90 por ciento consume drogas alucinógenas, el 48 ha recibido golpes, disparos o  lesiones.

Preocupa, asimismo, la vulnerabilidad que acompaña a estas personas. Más del 90 por ciento consume drogas alucinógenas, el 48 ha recibido golpes, disparos, lesiones; el 22,5 ha sido perseguido y amenazado por expendedores de drogas, y el 12 por ciento ha desarrollado actividades en contra de su voluntad.
La encuesta hace un diagnóstico que obliga a hacerse varias reflexiones. La primera de ellas es entender que en la mayoría de casos se está en la calle por circunstancias difíciles y no por placer, y ello obliga a ser más considerados con esta población.
Segundo, el problema no es solo de Bogotá; casi el 50 por ciento de ellos provienen de fuera de la ciudad por diferentes azares. ¿Los expulsan? ¿Qué tipo de atención primaria reciben en sus lugares de origen? Y, por último, hay razones constitucionales que impiden atender de forma obligatoria a quien ha optado por la calle, lo que hace más difícil su recuperación. ¿No constituye ello un riesgo mayor para una población que reclama pronta ayuda?
editorial@eltiempo.com
Editorial .
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