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Es necesaria una reforma

En el cambio de nuestro insuficiente sistema político está la clave para doblegar la corrupción. 

Editorial .
Hay tareas urgentes para un país que no pueden aplazarse más, incluso si las excusas para ello parecen coherentes. Tal es el caso de la reforma política, hoy en la cuerda floja en el Congreso. Se asegura que la proximidad de elecciones hace inviable, en términos de voluntad política, cualquier intento por implementar cambios. Lo cierto es que graves problemas que hoy encabezan la lista de preocupaciones de los colombianos, como la corrupción y la desigualdad, por mencionar solo dos, tienen buena parte de su origen en fallas estructurales del sistema político.
La democracia da tumbos, y ello desencadena una falla sistémica cuando las reglas de juego de la política impiden tramitar debidamente y sin interferencias las demandas de la gente y, al contrario, les dan una posición privilegiada a unos pocos.
Esto lo sabían en la mesa de diálogos de La Habana. Allí fue donde surgió esta iniciativa de adelantar una nueva reforma de la política en el país. Y hay que creerle a la politóloga Elisabeth Ungar, conocedora como pocos en Colombia de estos asuntos e integrante de la misión que elaboró una propuesta inicial, cuando afirma, en entrevista al diario El Espectador, que sus motivaciones, más que por ofrecerles gabelas a las Farc, pasaban por “abrir el sistema político a nuevas expresiones, mejorar la representatividad, crear condiciones para el ejercicio de la política y hacerlo más transparente y democrático”.

La discusión en distintas instancias dejó tres proyectos diferentes para estudio de los congresistas. Entre quienes esperaban cambios estructurales reina el escepticismo

La presentación de las recomendaciones de este grupo de expertos generó un muy útil debate sobre los males de nuestra democracia y los riesgos que asoman si no se no toman correctivos. Fueron muchas las voces de respaldo a propuestas como la obligatoriedad de las listas cerradas, para así fortalecer los partidos y facilitar su rendición de cuentas; prohibir la circulación de dinero en efectivo en las campañas y la contratación de transporte público para movilizar votantes el día de los comicios, así como la que apuntaba a que la financiación de las campañas corriera enteramente por cuenta del Estado. Otras suscitaron más controversia, como la nueva autoridad electoral.
El hecho es que, tras varios meses, la discusión en distintas instancias dejó tres proyectos diferentes para estudio de los congresistas. Entre quienes esperaban cambios estructurales reina el escepticismo. Afirman que fueron tantas las modificaciones que es alta la posibilidad de que algunas de las disposiciones que serán sometidas a debate representen, incluso, claros retrocesos con respecto a lo existente. Así sucede con el debilitamiento de la figura de la pérdida de investidura y la posibilidad de que el ente que sustituya al Consejo Nacional Electoral nazca en ese ambiente de nocivas prácticas clientelistas de los miembros de las altas cortes.
A corto plazo, trancar la iniciativa puede darles réditos a los congresistas, pero no los eximirá de enviar el mensaje a la opinión de que, ante la posibilidad de cambiar, prefieren perpetuar un estado de cosas que genera cada vez más inconformidad entre la ciudadanía. Por el contrario, darle un debate de altura, enriquecerla y sacar adelante un proyecto que traiga los tan reclamados vientos de renovación a la política les dará un lugar en la historia.
- editorial@eltiempo.com
Editorial .
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