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Ciencia en lugar de guerra

Con la salida de las Farc de muchos territorios están regresando los hombres de laboratorio.

Editorial .
Las nuevas especies que gracias a la paz estamos descubriendo’, dice un titular en el 'home' principal de este diario. Un informe que a los millones de amantes de la naturaleza y, en especial, a los estudiosos de la ciencia debe tener de fiesta. Y ese debe ser un sentimiento general.
La paz, como es natural, trae enormes beneficios para la sociedad, comenzando porque se salvan vidas, hay tranquilidad y oportunidad de progreso. Inclusive, de estudios sobre el terreno. En un país en el que, como dijo el maestro Darío Echandía, “se puede pescar de noche”, se pueden también hacer investigación y aportes a la ciencia. Y, desde luego, una defensa de la naturaleza, más en el nuestro, calificado como el segundo en biodiversidad en el mundo, con 57.000 especies registradas.
Eso ha comenzado a ocurrir. Con la salida de las Farc de muchos territorios están regresando los hombres de laboratorio, ese otro ejército de estudio, que es parte de Colombia Bío, un programa oficial de ciencia, tecnología e investigación en el que hay especialistas de todo el mundo.
Es loable, nadie puede desconocerlo, que se comience a ver que el dinero de la guerra se invierte en semillas de vida, pues esta iniciativa cuenta con una partida no despreciable de 20.000 millones de pesos. Y mejor aún, que los viajes exploratorios a nueve sitios escogidos cuidadosamente, donde antes –hay que decirlo aunque duela– había que pedirle permiso a la guerrilla, vienen dando resultados.
Dice el informe que hasta el momento se han encontrado 89 especies para la ciencia, 283 nuevos registros para Colombia y las regiones, 164 especies bajo algún grado de conservación, 100 especies endémicas y tres redescubiertas.
Esta es una noticia positiva. Puede ser el retomar la senda de investigación científica que nos vuelva un laboratorio para el mundo y un punto de turismo más atractivo. Y, así mismo, nos compromete más a defender esta vasta riqueza natural. Por ello, combatir el miserable tráfico de fauna es un imperativo. Qué extraordinario, en todo caso, que estemos hablando de ciencia en lugar de guerra.
editorial@eltiempo.com.co
Editorial .
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