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Con los que sufren

El desafío para los jerarcas de la Iglesia es ir mucho más allá del reconocimiento del problema.

Editorial .
Es mucho lo que está en juego para la Iglesia católica con la cumbre contra la pederastia, que comenzó ayer en el Vaticano y se prolongará hasta el domingo. Para muchos observadores, se trata nada más y nada menos que de su credibilidad. Millones de personas en el mundo, en particular los católicos –y sobre todo quienes han sido víctimas de violencia sexual por integrantes del clero–, están muy atentos a lo que salga de esta histórica cita motivada por los recientes escándalos de pederastia de sacerdotes y jerarcas que han sacudido la opinión pública. En especial, el que el año pasado salió a la luz en los Estados Unidos, en el marco del cual se identificaron más de mil víctimas, la mayoría menores de edad cuando ocurrieron los hechos.
Delante de los 190 participantes, entre obispos, arzobispos y cardenales, el Papa afirmó ayer que ha llegado la hora de pasar de la retórica a los actos, de cara a un problema que, como pocos, ha amenazado los cimientos sobre los que se levanta esta institución con dos milenios de historia. “Hace falta ser concretos”, planteó el pontífice. Sabe que ha llegado el momento para que la Iglesia actúe sin ambages contra los abusadores y también contra sus encubridores.
Las víctimas piden compromisos y medidas que le permitan a la anunciada política de tolerancia cero pasar de las palabras a los hechos, y esperan no salir defraudadas. Exigen también mecanismos efectivos de rendición de cuentas.
El desafío para los jerarcas es ir mucho más allá del reconocimiento del problema. Se trata de ofrecer argumentos para creer que ahora sí han quedado definitivamente atrás los tiempos de los pactos de silencio, de la robusta solidaridad de cuerpo levantada sobre el precepto de que hablar de lo que estaba mal era señal de una debilidad que de ninguna manera podía asomarse. En suma, que llegó el momento de estar, como Jesús, del lado de los que sufren.
Editorial .
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