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Chiribiquete, intocable

Este parque, joya de la corona en biodiversidad, se está viendo cercado por las motosierras.

Editorial .
Entre los muchos paisajes invaluables dentro de la geografía nacional, el Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete, en la mitad de la Amazonia, es sin duda nuestra joya de la corona en términos de biodiversidad y arqueología. Pero tan compleja como su misma riqueza ambiental es la amenaza de deforestación que empieza a desconectar este valioso territorio del resto de la región.
Las formaciones rocosas que ascienden de la meseta amazónica, conocidas como los tepuyes de Chiribiquete; las pinturas rupestres que pueden datar de hace más de 20.000 años, los cientos de miles de especies endémicas de esta selva, las comunidades indígenas que allí habitan, entre otras características, son algunos de los valores socioecológicos únicos de la zona y los motivos que la hicieron patrimonio de la humanidad, según la Unesco, en el 2018.

Se necesita mayor voluntad política para actuar ante
las perversas dinámicas regionales de acaparamiento de la tierra.

Este parque nacional de 4,3 millones de hectáreas protegidas –el más grande de los 59 que tiene el país– día a día se ve cercado por el avance de las motosierras, que a su paso derriban el corazón amazónico entre Guaviare y Caquetá. Se estima que cerca de 1.000 hectáreas ya se han perdido dentro del parque, pero la mayor preocupación son los frentes de deforestación del lado noroccidental, en el área de las sabanas del Yarí.
Miremos la compleja dinámica regional. La Amazonia concentra el 75 por ciento de las alertas de deforestación en el país, según reportó el Ideam la semana pasada. Unas 43.000 hectáreas se perdieron entre octubre y diciembre en Meta, Guaviare y Caquetá. Y se espera que la tasa de deforestación nacional para el 2018, que se dará a conocer en abril, esté cerca de las 260.000 hectáreas.
El acaparamiento ilegal de tierras está en el centro de esta problemática ambiental. El mercado informal de compra de tierras con el fin de expandir la actividad ganadera, así como del cultivo de coca, está arrasando la selva. Las ampliaciones de vías ilegales, la extracción de madera y los asentamientos informales son otras manifestaciones de este rápido proceso de transformación del uso del suelo.
Frenar la deforestación requiere acciones en diferentes niveles y desde varios frentes institucionales. Sin embargo, hay tres puntos neurálgicos en esta problemática. Primero, se necesita desarmar judicial y militarmente las redes ilegales de financiamiento de la compra de tierras. Si no se siguen las rutas del dinero, los verdaderos responsables de activar este ciclo perverso de degradación no dejarán de incentivar la tala de árboles. Segundo, es clave encontrar modelos de economía local que derrumben la predominancia de la ganadería extensiva y la plantación de coca. Por último, el Gobierno sigue en mora de ejercer una presencia en estos lugares apartados, donde urgen modelos de gobernanza y control. La selva no puede seguir siendo la tierra de nadie.
Blindar el Chiribiquete, el bastión contra la deforestación, como lo afirmó el experto Patricio von Hildebrand en este diario, pide con urgencia una mayor voluntad política para actuar ante las perversas dinámicas regionales de acaparamiento de la tierra. Si no se actúa con la prontitud que este problema reclama, algo estaría claro: perder la funcionalidad ecológica de Chiribiquete amenaza el futuro del agua y el clima en el país.
Editorial .
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