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Una obra para hacer que los niños rían

La inauguración del Centro de Cáncer Homi es un verdadero acontecimiento a favor de los niños.

Editorial .
La historia médica colombiana le abre espacio –a partir de hoy– en su listado de fechas importantes al 15 de diciembre por un verdadero acontecimiento a favor de los niños más enfermos entre los enfermos: la inauguración del Centro de Cáncer Infantil Homi.
Amparado en el prestigio que, por más de un siglo, ha consolidado al Hospital de la Misericordia (Homi) como la entidad pionera en todos los campos de la pediatría, que van desde la generación y transmisión de conocimiento hasta la prestación de servicios en todas las subespecialidades, este centro se presenta ya como el más grande en su género en los contextos nacional y regional.
Y argumentos tiene de sobra para ser, en la práctica, el centro de excelencia en el manejo de tumores infantiles, plasmado en el ambicioso y audaz proyecto que, hasta hace algunos meses, parecía un sueño en la cabeza de los directivos de la Fundación Homi, con Mauricio Barberi a la cabeza, quien además es el heredero de una dinastía que desde 1905 no ha dado tregua en su empeño de servir a la niñez más necesitada.
De hecho, el Homi ostenta el esperanzador registro de curar a casi el 80 por ciento de los niños con cáncer que trata, mientras que el promedio nacional no pasa del 50 por ciento, aparte de garantizar el acceso a este tipo de intervenciones a pacientes de todos los niveles socioeconómicos. Son logros que, sin duda, se consolidarán y se ampliarán en esos 9.000 metros cuadrados que albergarán, a partir de hoy, lo último en tecnologías diagnósticas y terapéuticas y los más encumbrados recursos médicos y científicos de la oncología.
No es una obra cualquiera, y menos en un país que ve cerrar a diario servicios de pediatría y donde los niños con cáncer fallecen a la espera de atención médica. Por ello no sobran los aplausos para sus gestores y el compromiso perenne por apoyarla de manera incondicional, teniendo siempre presente que “la risa inocente de un niño es luz, es consuelo, es dicha que lo hace olvidar a uno, por un momento, que existen tantas miserias en el mundo”, como decía José Ignacio Barberi Salazar, el padre de toda esta historia.
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Editorial .
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