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Opinión

Cooperativas: un arma de doble filo / Análisis Unisabana

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Así como aportan a la reconstrucción del tejido social, también desangran la economía del país

En los últimos meses y como consecuencia del proceso de paz con las Farc he venido escuchando que el sector cooperativo del país será un actor fundamental en el posconflicto. El Gobierno Nacional, gremios económicos, columnistas, empresarios y un sinnúmero de personas están de acuerdo con esta hipótesis.
Es innegable que las cooperativas son organizaciones que pueden aportar a la reconstrucción del tejido social y económico colombiano. Pero no se puede pensar que la simple acción de crear cooperativas en Colombia será suficiente en el posconflicto.
La capacidad de su destrucción económica ha sido ampliamente publicitada. Por ejemplo, el escándalo de libranzas donde, según datos de medios, “alrededor de 4.000 inversionistas podrían resultar afectados y $200.000 millones estarían en juego”. O recordamos el sonado caso de SaludCoop, una cooperativa que ejercía actividades de salud y que llegó a ser una de las más importantes del país. Durante años crecieron sus activos aceleradamente bajo la sombra de la ilegalidad.
Estas empresas estaban constituidas legalmente como cooperativas y hacían parte del sector solidario. Sin embargo, desde el punto de vista de la filosofía cooperativa puedo decir que NO lo eran. Carlos Acero, presidente de la Confederación de Cooperativas de Colombia (CONFECOOP), afirmó que aquellas organizaciones que estuvieron involucradas en el escándalo de las libranzas eran “entidades de papel creadas con ese único fin de hacer daño a la gente y al sector solidario”. Estoy de acuerdo con él. Y ese es mi temor en el postconflicto. Crear cooperativas de papel.
El Gobierno Nacional en su afán de “utilizar” el cooperativismo como herramienta para el postconflicto puede emitir un nuevo marco jurídico que propenda por la creación de estas nuevas organizaciones. La Superintendencia de Economía Solidaria puede estructurar nuevas formas de supervisión y control. Pero la filosofía cooperativa no se legisla. Los principios cooperativos no se imponen. Por el contrario, se construyen, se estudian, se viven y con el tiempo cada asociado los interioriza a tal punto que sus acciones están regidas por ellos.
La confianza, la cooperación y el deseo de impactar positivamente en la sociedad son solo algunas guías en la vida cooperativa. Las 20 o 30 horas de curso cooperativo que deben tomar las personas que quieran abrir una cooperativa, claramente no son suficientes para enseñar y comprender la complejidad de esta filosofía.
Pero no es solo la filosofía cooperativa es lo que deben entender los asociados. Las personas deben comprender las repercusiones de constituir organizaciones de propiedad colectiva.
En mi tesis doctoral sobre cooperativismo, muestro como la diversidad socio-económica de los asociados impacta los niveles de deuda, la rentabilidad y la eficiencia de los activos. Por cada incremento en la diversidad socioeconómica de los asociados, se aumenta la deuda de corto plazo en 12.81%, la de largo plazo en 22.95%, la rentabilidad en 6.61% y la eficiencia de los activos disminuye en 27.8%. Las cifras anteriores alertan sobre la conformación de cooperativas con personas muy diferentes socio-económicamente hablando.
Si no se entiende y se cree en la filosofía cooperativa, si se desconoce las ventajas y desventajas de crear organizaciones de propiedad colectiva, si no soy capaz de confiar en los demás, si me es imposible trabajar en forma cooperativa y si mi objetivo no es alcanzar el beneficio social, no le haga daño al sector cooperativo creando cooperativas.
Recuerde, cada cooperativa de papel que se constituye, daña la imagen de miles de asociados que están haciendo las cosas bien.
Giovanni Andrés Hernández Salazar
Director de la Maestría en Gerencia de Inversión
Universidad de La Sabana
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