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‘Léanme los labios’

Sin petición de cuentas cualquier ministro puede decir cualquier cosa y menospreciar al país.

Yolanda Reyes
“El año entrante será mejor para la economía colombiana en comparación con el 2016”, declaró nuestro optimista Ministro de Hacienda el 30 de diciembre de 2016 en este diario y, como internet es memorioso, ustedes pueden ratificarlo al escribir una frase: “Esperamos que la economía crezca 2,5 por ciento el próximo año”. Verán, grabada en la red, al lado de la frase, el nombre de su autor: Mauricio Cárdenas. Eso predijo para el año terrible que se acaba.
Si buscan con un poco de paciencia, encontrarán también una promesa con la que el candidato-presidente Santos hacía campaña en 2013: “Léanme los labios: no subiré los impuestos”. Me parece estarlo viendo y me parece estarle diciendo a una amiga economista que eso era inverosímil. Quizás porque escribir ficción sirve de entrenamiento para buscar mentiras que tengan un mínimo potencial para sostenerse o quizás por experiencia ciudadana, descreo de esos discursos que Cárdenas ahora llama populistas. ¡Disminuir los gastos de pasajes y de choferes del Estado para que ustedes, queridos electores, no tengan que compartir con la Dian cada centavo que se ganan! Eso es ficción, pero mal hecha.
Y, sin embargo, aquí estamos otra vez, padeciendo este año en el que hemos trabajado más del triple para lograr menos resultados que otros años y peleándonos por defender las mentiras que cada uno va a escoger para creer en eso que aquí insistimos en denominar “el futuro” y que parece tan desconectado del presente como la fiesta de Año Nuevo, con sus promesas falsas y sus agüeros y sus inverosímiles esperanzas. Y ahí está, con su ilusoria tozudez –o su cinismo–, el ministro de Hacienda empeñado en ver rebosante el vaso que los demás vemos vacío.
Decir que el descenso de la calificación a BBB negativa por parte de Standard and Poor’s –basada en una metodología y unos indicadores que él conoce mejor que nadie– es un mensaje dirigido al próximo gobierno suena como una disculpa que ni siquiera se le permitiría a un escolar.
Y decir que la calificación es inoportuna porque se la tendrían que haber dado al país hace un año o dos (cuando él también era ministro) es un lapsus que revela lo que todos sabemos: que ese desbalance entre el gasto y los ingresos ya era evidente, que la crisis por la baja del petróleo no se podía compensar tan fácilmente y que el Gobierno aplazó lo que tenía que hacer mientras resolvía otros asuntos.
Entonces, internet, que parece ser la única entidad con memoria, vuelve a traer las declaraciones que hizo el ministro a comienzos de este año para consolarnos por la reforma tributaria: “Colombia sigue siendo un país que atrae mucha inversión extranjera, con esta reforma se despejan algunas dudas que han tenido las calificadoras y esto debe reforzar la confianza en el país”.
Es precisamente la confianza la que se construye –o se gasta– cuando un ministro de Hacienda lee la realidad económica y la “traduce” al país, tanto en acciones como en declaraciones, pues dar una interpretación desde la autoridad técnica propia de semejante cargo es un acto de gobierno.
Entonces, volvemos al mismo punto: sin petición de cuentas –de la ciudadanía, de los medios y, por supuesto, también de las instancias del Estado– cualquier ministro puede decir cualquier cosa y menospreciar al país, sin costo político. Y si a los ministros que no asumen la responsabilidad de su gestión su jefe no les pide cuentas, ¿en qué consiste la responsabilidad del Presidente por su equipo de gobierno?
No hablo de ninguna campaña sino de quienes gobiernan todavía. Como sucede con el año nuevo, que ocurre exactamente al acabarse el año viejo, los gobernantes que pensamos elegir son la consecuencia de lo que les exigimos –o no– a los que están aquí y ahora.
YOLANDA REYES
Yolanda Reyes
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