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¿Uribe vs. Duque? Mmm...

Es más que evidente que Duque es incapaz de enfrentarse con el expresidente.

Vladdo .
Bajo el liderazgo de su partido, la República y el pueblo, se establecerá al Gran Líder, el Camarada en alta estima, como el Presidente Eterno de la República. Aunque esta frase parezca conocida, o suenen algo familiares sus términos, estas palabras no figuran –hasta donde yo sé– en los estatutos de ningún partido político colombiano. Ni siquiera en los del que podrían suponer los malpensados que siguen esta columna.
Semejante prolegómeno se encuentra en el prefacio de la constitución política de Corea del Norte, divulgada en 1972, y hace alusión a Kim Il-sung, el abuelo de Kim Jong-un, actual líder del régimen de Pionyang y quien era considerado por Donald Trump su nuevo mejor amigo hasta no hace mucho; más exactamente hasta el encuentro de los dos en Hanói, a finales de febrero, cita que terminó abruptamente y de la que cada uno salió por su lado, en uno de los peores papelones diplomáticos de Estados Unidos en los últimos tiempos.
Ahí quedó claro que eso de ser ‘amigo’ del errático mandatario gringo no es garantía de nada, y de eso puede dar fe Iván Duque, que se derretía por el polémico magnate con pelo de estropajo hasta el envión de hace unos días, cuando lo dejó tan mal parado al definirlo como “un gran tipo que no ha hecho nada”.

No en vano Uribe es el presidente eterno, tal y como lo afirmó hace un año en plena campaña presidencial su subordinado eterno.

Por supuesto, conociendo el débil carácter de Duque y su falta de autoestima, tampoco es de extrañar que siga convencido de que esa reconvención pública está más cerca de un piropo que de un desplante y de que todavía es uno de los aliados favoritos de Trump. Algo similar a lo que debe pasarle con Álvaro Uribe, quien no deja de ponerle palos a la rueda de su administración y lo regaña en público cada vez que puede, sin que nuestro encartado Presidente se atreva a revirarle.
De modo que resulta un poco apresurado hablar de un distanciamiento entre el ‘twitteractivo’ expresidente y su dilecto ‘mozalbete’, a raíz del manejo dialogado que Duque le está dando a la crisis con la minga indígena, a pesar de que Uribe reclama mano dura. Ya vimos una historia parecida hace unos meses, cuando el jefe del Centro Democrático decía: “Si Duque no endereza, nos va muy mal’. A pesar de la alharaca, tampoco pasó nada, pues es más que evidente que Duque es incapaz de enfrentarse con el expresidente. De hecho, si teniendo a Uribe de su lado Duque prácticamente no existe, imagínense la cosa en caso de un rompimiento. En medio de sus limitaciones, Duque debe saber que sería una catástrofe de dimensiones incalculables.
Así y todo, esta pantomima es presentada como una escaramuza por algunos –empezando por los propios integrantes del uribismo puro y duro– con la mal disimulada intención de hacernos creer que Duque es Duque y Uribe es Uribe. Incluso, el representante uribista Edward Rodríguez dijo sin rodeos que “esto que pasó rompe ese mito de que Duque es el subpresidente”.
Por otra parte, tengamos en cuenta que aunque Duque ha tenido múltiples ocasiones para desmentir o salirles al paso a los exabruptos de su jefe político –y al parecer también guía espirirtual–, siempre ha preferido pasar de agache. Sin ir muy lejos, este fin de semana Uribe lanzó en Twitter varios mensajes justificando posibles masacres en respuesta a la protesta social, sin que Duque se atreviera a cuestionarlo.
Por eso, el fogoso senador sabe perfectamente que más allá de los regaños que envíe, de las intromisiones en que incurra o de las declaraciones destempladas que haga en contra del mandatario, sus ministros o cualquier otro funcionario de la administración, en este gobierno él es el capataz.
Al igual que Trump, Uribe puede hacer con Duque lo que quiera, sin que este se mosquee. No en vano es el presidente eterno, tal y como lo afirmó hace un año en plena campaña presidencial su subordinado eterno.
puntoyaparte@vladdo.com
Vladdo .
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