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Una jugadora no muy serena

Serena Williams es la jugadora que más multas ha tenido que pagar debido a su mal comportamiento.

Vladdo .
En medio de la cascada de reacciones que generó el sábado pasado la tenista Serena Williams en la final del Abierto de Estados Unidos, una caricatura difundida en un periódico australiano se convirtió en el blanco de numerosas críticas, muchas de ellas infundadas. En la viñeta de marras, el caricaturista Mark Knight, del Herald Sun, de Melbourne, dibujó en primer plano a la temperamental jugadora en plena pataleta, dando saltos sobre su raqueta, mientras al fondo puso al juez del partido diciéndole a su adversaria, la tímida Naomi Osaka: “¿Puede dejarla ganar?”.
Por supuesto, en dicha imagen las facciones de la señora Williams aparecen exageradas, pues se trata de una caricatura. Sin embargo, esa ilustración, que no difiere de muchas otras figuras pintadas –y también distorsionadas– por el mismo caricaturista, bastó para desatar la ira de no pocos indignados que asocian ese dibujo con las representaciones racistas que se hacían a finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, para insultar a los afrodescendientes.
En cuestión de horas, la discusión –en la que incluso entró a terciar la autora de 'Harry Potter', J. K. Rowling, quien también rechazó la caricatura– inundó el ciberespacio y el caricaturista no solo se vio apabullado por toda clase de mensajes que lo acusaban de xenófobo, racista y misógino, sino que incluso dio pie para que su cuenta de Twitter desapareciera de manera inexplicable.

Si no hubiera sido por este caso de “usted no sabe quien soy yo”,  estaríamos hablando del triunfo de una joven que obtuvo para el Japón el primer Grand Slam de su historia.

Todas estas opiniones no son más que el resultado de la hipersensibilidad que se percibe hoy en las redes sociales, dominadas por lo “políticamente correcto”, y que ha llevado a condenar muchas formas de expresión que hasta no hace mucho eran de uso corriente y no generaban los enconados debates ni las agrias discusiones que vemos hoy por todas partes; los cuales no se reducen a cuestiones de raza o de género, sino que ya han alcanzado ámbitos religiosos, sociales, laborales, etcétera.
Esta vez, en una mal disimulada distorsión de defensa de la igualdad, la poco serena Williams –parapetada en su condición de mujer– quiso darles la vuelta a las decisiones de los oficiales del torneo, al calificarlas como un acto de discriminación de género; protesta que se queda sin sustento, pues es la jugadora que más multas ha tenido que pagar debido a su mal comportamiento, que incluye gritos, destrozo de raquetas, lenguaje soez y, cómo no, las amenazas de la tenista contra funcionarios (y funcionarias) de la organización.
De hecho, en las semifinales de este mismo torneo, en 2009, en un partido contra la belga Kim Clijsters, luego de que una juez de línea le sancionó una falta, Williams la emprendió contra la diminuta mujer, a la que además amenazó de muerte. El bochornoso espectáculo le salió en 82.500 dólares de multa. También en Nueva York, en la final de 2011, la misma tenista tuvo que pagar otros 1.500 dólares por abuso verbal contra una juez de silla. Y por la pataleta del sábado tendrá que cancelar una sanción de 17.000 dólares.
Desde luego, no se necesita ser experto en tenis –ni en ningún otro deporte– para darse cuenta de que una conducta como la que se vio el sábado está lejos de ser aceptable y fue eso a lo que se refirió el australiano con sus trazos. “La caricatura era una crítica al mal comportamiento de Serena; no a su raza”, dijo el dibujante.
No soy amigo de defender a los caricaturistas por solidaridad gremial ni cosas por el estilo, pero estoy seguro de que si no hubiera sido por este caso de “usted no sabe quién soy yo”, protagonizado por la grosera señora Williams, no habría habido caricatura ni estaríamos hablando de su mala educación, sino del triunfo de una joven de 20 años que obtuvo para el Japón el primer grand slam de su historia.
VLADDO
Vladdo .
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