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Una decepción llamada Twitter

Twitter, tan estricta con los ciudadanos comunes y tan sumisa con los líderes mundiales.

Vladdo .
En ese mundo paralelo de internet existe la leyenda bastante difundida de que la red garantiza la libertad de expresión, para que todos tengamos acceso irrestricto a la información. De hecho, esta es una de las creencias más extendidas pero no del todo sustentadas, como pasa con muchos otros ejemplos del universo virtual. Por ahí derecho, nos han metido también el cuento de que gracias a la red mundial –y en particular a las plataformas sociales– todos podemos expresar con absoluta libertad nuestros puntos de vista.
Nada más distante de la realidad. Por una parte, la norma que obligaba a los proveedores de servicios de internet y a los gobiernos a darles el mismo tratamiento a todos los internautas fue borrada de un plumazo por Trump hace pocos días, poniendo fin de esa manera a lo que se conocía como la neutralidad de la red. Eso significa, ni más ni menos, que a partir de ahora los operadores de Estados Unidos pueden privilegiar el acceso a ciertos sitios o portales, o darles trato de VIP a determinados contenidos, de acuerdo con sus intereses.
Si en Colombia siguiéramos ese mal ejemplo, cosa que no debería sorprendernos, esa norma les permitiría a las operadoras ralentizar, bloquear o imponer restricciones para el acceso a contenidos que no sean de su interés o que cada empresa –bajo sus propios parámetros– considere ‘inadecuados’ o ‘inconvenientes’. También podría traducirse en un aumento de tarifas para navegar en plataformas específicas; como Netflix, por citar un caso. En síntesis, correríamos el riesgo de terminar convertidos en internautas de primera y de segunda categoría.

Según Twitter, las cuentas de personajes como Trump tienen un estatus especial; así violen de frente los dichosos ‘términos de uso’ de la red social.

Como si lo anterior fuera de poca monta, hay otro factor de discriminación que entre los usuarios de Twitter era un secreto a voces. Resulta que dicha empresa, tan estricta con la aceptación de sus términos y condiciones de uso cuando se trata de ciudadanos de a pie, a la hora de lidiar con alguien como Trump, se convierte en un manso cordero.
Luego de las múltiples solicitudes para que llamaran al orden al remedo de presidente gringo, considerando el mal uso que hace de su cuenta, Twitter decidió abordar sin rodeos el problema, pero no para tomar algún correctivo, sino para confirmar que para ellos Trump es intocable.
Las protestas contra la forma en que el magnate usa y abusa de dicha red no calaron en los cuarteles generales de San Francisco, desde donde el viernes pasado expidieron uno de los comunicados más decepcionantes que una plataforma social podría haber hecho. Según ellos –palabra más, palabra menos–, las cuentas de líderes mundiales tienen un estatus especial en la red social. O sea que a pesar de que se pasen por la faja sus propias normas y regulaciones, esos personajes están blindados.
De modo que el cuestionado sucesor de Obama puede seguir dedicado a ofender, insultar y desinformar a sus ciudadanos; a fustigar a sus excolaboradores; a descalificar a mandatarios extranjeros; a intimidar a los inmigrantes; a llevar al planeta al borde de una nueva guerra mundial, y, lo más grave de todo, a embrutecer a sus seguidores, mientras Twitter le garantiza total impunidad. Lo único que explica semejante reacción tan absurda es el interés de la empresa del señor Dorsey en conservar los clics que generan sujetos tan carentes de escrúpulos y de criterio como Donald Trump.
Lo peor es que esa decisión servirá también como patente de corso para que nuestro Trump paisa siga publicando en sus trinos coordenadas militares, así pongan en riesgo la seguridad nacional; cadáveres ensangrentados de soldados, para desacreditar el proceso de paz; o calumnias contra periodistas, a los cuales puede acusar de violadores o de terroristas, sin ninguna preocupación.
¡Qué decepción, Twitter; qué decepción!
VLADDO
Vladdo .
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