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Un fariseo en campaña

Ordóñez es feliz sacando a relucir, como buen fariseo, sus convicciones religiosas.

Vladdo .
Tal y como era de esperar, esta campaña no va a ser ni decente, ni tranquila ni limpia. Que lo diga el precandidato de la coalición de derecha Alejandro Ordóñez, quien por estos días se ha robado el 'show' mediático, pero no por sus propuestas ideológicas ni por sus aportes programáticos.
El viernes pasado, en su cuenta de Twitter, el exprocurador les lanzó un golpe bajo a las congresistas de la Alianza Verde Angélica Lozano y Claudia López, contra las cuales hizo unos señalamientos no solo cobardes, sino carentes de sustento. En un trino que debería avergonzarlo, decía que “Angélica Lozano, Claudia López y su séquito hacen politiquería diciendo a los niños que se acuesten con sus amigos y a las niñas que se enamoren de otras mujeres”. Se necesita ser muy ruin para caer tan bajo. Ni siquiera el desespero en el que lo tiene su bajo registro en las encuestas justifica tremendos infundios.
Pero esa fue apenas una de las muchas perlas que tenía guardadas. Dos días más tarde, en esa misma tribuna, insinuó que el columnista de El Espectador Ramiro Bejarano era un ‘comandante’ de las Farc. “Muchos ‘opinadores’ de izquierda, comenzando por el comandante Ramiro Bejarano, lanzan arengas en defensa de ‘Timochenko’ y su grupo de violadores de niñas...”, escribió sin mosquearse. En esta época de hipersensibilidad y de justicia por mano propia que se está apoderando de muchos, esa no es una acusación menor; así el incinerador de libros trate de justificarse.

Y pensar que este es el personaje que se autoproclama defensor de los valores familiares y de las buenas costumbres. Que Dios lo perdone.

Como si fuera poco, el lunes, al salir de una diligencia en la Fiscalía, cuando le preguntaron si veía alguna diferencia entre Petro y Fajardo, Ordóñez –quizás dándoselas de chistoso– respondió: “Es la diferencia entre un ñero y un hippie”.
Desde luego, esta no es la primera vez que ese señor recurre a su estilo sibilino de decir las cosas, a pesar de que se las da de muy cristiano y de que es feliz sacando a relucir, como buen fariseo, sus convicciones religiosas.
En abril de 2013, en medio de la polémica sobre los derechos de la comunidad LGBTI, este mismo señor decía, de manera muy peculiar, que para la prensa se había vuelto un deporte estigmatizarlo. “Muchos de esos periodistas entre porro y porro y entre pase y pase tienen el deporte de estigmatizar a quienes no aceptamos determinadas ideologías”. Cuando le preguntaron a qué se refería con semejantes declaraciones, se salió por la tangente y dijo que al hablar del porro se refería a un baile. Tan ingenioso él…
Unos meses después, cuando se debatía el Marco Jurídico para la Paz, el entonces jefe del Ministerio Público decía, en otra de sus desafortunadas intervenciones: “Nos lo están metiendo con vaselina”. Sin palabras.
No nos equivoquemos: las salidas recientes de Ordóñez no son caídas de estilo ni resbalones de campaña; son una forma sistemática de hacer política y de salpicar las discusiones con imputaciones vacías y frases efectistas que suelen darle réditos, pues él sabe que en política todo vale, sobre todo a la hora de salir a buscar votos.
Y pensar que este es el personaje que se autoproclama defensor de los valores familiares y de las buenas costumbres. Que Dios lo perdone.
* * *
Colofón. Sería más lógico que en Colombia –como en la mayor parte del mundo occidental– celebráramos hoy, 14 de febrero, el día de los enamorados, aprovechando la fiesta de San Valentín, y no por allá en septiembre, como lo establece Fenalco. Y antes de que protesten los de siempre, les recuerdo que esta no es una tradición gringa, sino europea; italiana, para más señas. Y a los que se oponen a la ‘importación’ de celebraciones extranjeras, les recuerdo que el Año Nuevo, la Navidad, la Semana Santa y los carnavales, entre otras, tampoco son herencias muy criollas que digamos.
VLADDO
Vladdo .
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