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Gracias al fútbol

Envidio a todos esos jugadores que han estado en medio planeta haciendo lo que más les gusta.

Vladdo .
Sin pretender invadir los terrenos de mis admirados analistas y comentaristas deportivos, tengo que decir que luego de todas las emociones, frustraciones y sorpresas que nos dejó Rusia 2018, estaba esperando impaciente la reanudación del fútbol en Europa.
Como es lógico, los reflectores apuntan sobre todo a las ligas de España, Inglaterra, Alemania, Italia y Francia, que son las más vibrantes, donde se ven las mejores estrellas, en las que se mueve más plata y las que arrastran más audiencia internacional. A mí, por ejemplo, me gusta mucho la española, donde cada semana le hago fuerza al Barcelona, equipo al que le sigo la pista hace décadas. No sé por qué, el Madrid nunca me llamó la atención, a pesar de que allí dio su salto a la inmortalidad Di Stéfano, inolvidable figura de mi sufrido y querido Millonarios. En cambio, desde mis épocas de colegio los jugadores y los colores del blaugrana sí me llamaban la atención. Supongo que buena parte de mi afición al Barça se la debo al legendario Johan Cruyff, que se consagró en Alemania 1974 y quien no solo era jugador del equipo catalán, sino que después se convirtió en su entrenador.
Desde el banco culé –cargo al que llegó hace precisamente 30 años, en julio de 1988–, el genial y controvertido holandés revolucionó el estilo del Barcelona como equipo y del fútbol como concepto. La magia de su estrategia despertó a su club del letargo y atrajo la mirada de medio mundo.

Es muy interesante esa posibilidad que tienen los futbolistas de vivir en países lejanos, conocer otros idiomas, adoptar costumbres diferentes y sumergirse en nuevas culturas.

En ese entonces, las crónicas deportivas del Viejo Continente llegaban muchas horas o días después de realizados los encuentros, a pesar de lo cual uno las devoraba como si fueran noticias de último minuto. Hoy, en cambio, las voces, sonidos e imágenes no solo nos llegan al instante, sino que las cámaras nos muestran múltiples ángulos de las jugadas, entrevistas desde el césped, las celebraciones en los camerinos, la euforia en las tribunas, etcétera.
Y después de seguir a lo largo de los años la evolución de ese deporte, así como la transformación de los estadios y del cubrimiento mediático, hay algo que todavía hoy me parece fascinante: la vida nómada de los futbolistas. Por estos días de compras, ventas, trueques, cesiones y préstamos de estrellas, yo sigo descrestado con ese aspecto de la carrera de los jugadores.
Siempre he creído que los viajes son una de las mejores inversiones que uno puede hacer. De hecho, si yo hubiera resuelto quedarme en la comodidad de mi casa en vez de salir a explorar un poco el mundo, es indudable que tendría una buena reserva económica en el banco, pero mi espíritu sería más pobre.
Por eso me resulta tan interesante esa posibilidad que tienen los jugadores de vivir en países lejanos, conocer otros idiomas, adoptar costumbres diferentes y sumergirse en nuevas culturas; oportunidad que para muchos de ellos –la gran mayoría, quizás– no sería posible, si no fuera por el fútbol.
Yo, que jugando fútbol descubrí que servía para dibujar, debo reconocer que envidio –en el buen sentido– a todos esos cracks (desde Ernesto Díaz hasta Santiago Arias, pasando por James, Faryd, Falcao García, el ‘Tino’ Asprilla, el ‘Tren’ Valencia, Óscar Córdoba, Pedro Franco, Yerry Mina o David Ospina, entre muchos otros) que gracias a su habilidad con la pelota han estado en medio planeta haciendo lo que más les gusta y, además, con sueldo. Qué más se le puede pedir a la vida...
* * * *
Colofón. De todos los argumentos expuestos para votar en la consulta anticorrupción, hay uno que es contundente: a la clase política nunca le ha interesado reformarse a sí misma. La politizada elección del Contralor General así lo demostró de nuevo. Vote por los puntos que le dicte su conciencia, pero vote. Quedarnos ese día en la casa nos puede salir muy caro. Y no solo en términos económicos.
VLADDO
Vladdo .
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