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Cinco sueños hechos realidad

Tererai no quiso asumir el papel de víctima ni inspirar lástima; solo quería estudiar.

Vladdo .
La semana pasada, en la primera Feria Internacional del Libro de Barranquilla, participé en dos paneles, en los que hablé de mi trabajo como caricaturista y opinador y de mi historia con Aleida. En el primero me acompañó Federico Arango, con quien conversamos de humor y política, y en el segundo compartí escenario con el transgresor Efraim Medina, en una tertulia en la que abordamos desde distintas visiones nuestra opinión sobre el indispensable empoderamiento de las mujeres, de la reivindicación de sus derechos, de las relaciones tóxicas, etcétera.
También fui a oír varias conferencias, como la de Juan Gossaín, con sus afiladas y simpáticas glosas sobre el uso y abuso del español; o la del agudo escritor argentino Juan Forn, quien sostuvo un diálogo ameno y fluido con Camilo Jiménez –el juicioso director de la revista Arcadia– acerca del papel de la crítica en nuestros días, así como de su proceso creativo, entre otros temas.
En esos eventos se aprenden muchas cosas y se descubren mundos y personajes reales e imaginarios que nos ayudan a abrir las entendederas, a pulir nuestro trabajo y a disparar la imaginación.
Sin embargo, para mí la sensación de la Feria fue Tererai Trent, una mujer de una zona rural de Zimbabue que ha tenido una vida llena de retos que ha logrado superar de manera extraordinaria.
Casada en un matrimonio arreglado, Tererai tuvo su primer hijo a los 14 años y a los 18 ya era mamá de otros dos. Pero ella no quería repetir el patrón de su madre, su abuela y su bisabuela, que habían sido destinadas a vivir convertidas en mujeres de casa, pobres y llenas de vástagos. Tampoco quiso asumir el papel de víctima ni inspirar lástima; ella solo quería estudiar.

Tererai Trent no quería repetir el patrón de su madre, su abuela y su bisabuela, que habían sido destinadas a vivir convertidas en mujeres de casa, pobres y llenas de vástagos.

Por eso, cuando a mediados de los años 90 la directora de una ONG le preguntó cuáles eran sus sueños, Tererai respondió sin vacilar que los suyos eran cuatro: viajar a Estados Unidos, estudiar una carrera, obtener un máster y hacer un doctorado. La extranjera le respondió: “Si crees en tus sueños, estos son alcanzables”. Cuando Tererai comentó esta conversación con su mamá –una mujer iletrada, pero sabia–, ella le dijo: “Esos sueños son muy loables, pero solo te incluyen a ti. ‘Yo, yo y yo’. Tienes que agregar uno más: devolver de alguna manera algo de lo que recibas”. Entonces Tererai sumó a su lista un quinto sueño: trabajar por su comunidad, una vez alcanzara sus metas.
Con la ayuda de organizaciones internacionales logró mudarse a Oklahoma con sus tres pequeños y su marido, quien después fue deportado por maltrato conyugal. Así que Tererai tuvo que conseguirse tres trabajos para sostener a sus hijos mientras hacía su carrera y su especialización en la Universidad Estatal de Oklahoma. Luego, en 2009, obtuvo un doctorado en la Western Michigan University, a la edad de 44 años.
Habían pasado doce años desde cuando esa extranjera visionaria le dijo a Tererai que sus sueños eran realizables y ella –ya convertida no solo en doctora, sino en toda una celebridad– regresó a su pueblo a trabajar por los suyos. Desde entonces, su historia y su nombre le han dado la vuelta al planeta. A tal punto que en 2011 Oprah Winfrey, quien dice que Tererai ha sido la mejor invitada de su show, le donó un millón y medio de dólares a la organización Save The Children para la reconstrucción y dotación de la escuela del pueblito de Tererai. Hoy, ella sigue con un ojo puesto en su pequeña comunidad, al tiempo que da su testimonio por todo el mundo.
Hasta hace una semana, el nombre de Tererai Trent no me decía nada y yo no tenía idea del personaje tan poderoso que había detrás de esas doce letras. Por favor, búsquenla, ‘googléenla’ y repasen su vida; para que no les pase lo mismo que a mí, que me había perdido esta historia tan inspiradora.
VLADDO
Vladdo .
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