¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Otra ‘nochemala’ judicial

La sociedad ha perdido hasta el más ínfimo grano de confianza en la Rama Judicial.

Víctor Manuel Ruiz
Lejos de entenderla como inusual despropósito, la triste realidad que se cierne al finalizar este año sobre la Rama Judicial en Colombia hay que asumirla como un hecho reiterado desde hace años y, por lo visto, sin el mínimo asomo de esperanza de conseguir, en el futuro inmediato y con más probabilidad nunca jamás, un ligero paliativo, un analgésico legal, al menos una pócima para un estado de salud que ya parece terminal.
No es catastrofismo ni cosa parecida, pero tampoco estoy descubriendo el agua tibia si digo enfáticamente (como lo está diciendo toda la población colombiana) que el mismísimo Drae no contiene términos suficientes para calificar la situación a que en este 2018 ha llegado la justicia, sin que los ciudadanos de a pie podamos hacer cosa alguna para remediarla y en vergonzosa espiral creciente.
Por lo anterior, el título de esta columna solo quiere significar el pasmo que producen en la sociedad decente las dimensiones colosales y la fuerza descomunal que han permeado sin tapujos, y antes bien con inconfesable descaro, a una parte considerable de quienes militan, a todo lo ancho, alto y hondo del país, en las corporaciones supuestamente destinadas a administrar justicia, pero realmente dedicadas a pisotearla a mansalva y sobreseguro, a lucrarse hasta extremos inimaginables, a mentir sin señas de pudor; en suma, a defenestrar (esa es la palabra), en la peor forma conocida o por conocer, la sagrada misión institucional que en toda organización humana funciona para garantizar el debido respeto a los derechos de los asociados.
En sentir de millones de ciudadanos militantes de aquello que con algo de ironía se conoce como ‘opinión pública’, de la otrora pronta y debida justicia, administrada por gentes ilustradas, éticas y sobre todo honorables e incapaces de hacerse con una moneda del erario, queda, por fortuna, mucho elemento humano con iguales valores y principios.
Pero es de tal desvergüenza y reviste tanta gravedad la conducta de buen número de quienes, sobre todo desde los más altos gajos de la Rama, faltan a sus obligaciones y delinquen como lo más natural del mundo con absoluta impunidad, que a esta fecha, cuando termina un año judicial particularmente ‘picho’ (como diría Alberto Casas), la sociedad ha perdido hasta el más ínfimo grano de confianza en la Rama Judicial, sabedora de que, mal que les pese a sus numerosos funcionarios y empleados, la reprochable conducta de altos “dignatarios” (?) se llevó de calle, sin remedio aparente, el prestigio que por décadas simbolizaron unos despachos presididos con honradez, pulcritud y decencia.
Aparte de la conmoción mediática con que se han conocido incalificables procederes descubiertos en las más altas instancias judiciales que comprometen en materia grave a magistrados, jueces, fiscales y litigantes (casos Pretelt, Villarraga, Montealegre, Perdomo, Ricaurte, Garzón, Bustos, Malo, Moreno, Pinilla, etc.), el Estado sigue de espaldas y al final, por acuerdos políticos bajo la mesa, todo se dilata o se entierra, el Gobierno y su partido se resignan a la derrota parlamentaria de sus propuestas, el Congreso desoye iniciativas que aspiren a eliminar el pernicioso intercambio de favores con las altas cortes, y estas, por desgracia, se aferran a sus atribuciones político-electorales, con fructíferos dividendos personales pero también (¡lo estamos viendo!) con desastrosos resultados para la institucionalidad de la nación.
Quienes provocaron esta calamidad llegaron a Nochebuena altaneros, impunes, millonarios y felices. Y los colombianos, a lo sumo arañando otra ‘nochemala’ decembrina. ¿Qué más se puede pedir?
vimaruiz@hotmail.com
Víctor Manuel Ruiz
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción