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El Rosario, siempre

Miles de juristas aceptarían gustosos comandar un ‘Rescate moral de la abogacía en la justicia’.

Víctor Manuel Ruiz
Si bien pudiera considerarse apenas una paradoja, a mí me parece, además y principalmente, una afortunada circunstancia el nutrido Encuentro de Egresados de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario, realizado el miércoles 30 de agosto por invitación del rector, José Manuel Restrepo, y el decano de la facultad, Juan Carlos Forero, con el nombre muy apropiado de ‘Cápsula del tiempo’, como anuncio y desde luego como preparación de cuanto habrá de ser, en 2018, la celebración, por todo lo alto según corresponde, de los 365 años de nuestra alma máter, forzosamente llamada, en el recuerdo agradecido de generaciones que fuimos jóvenes, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
Sí. Dije paradoja y afortunada circunstancia por una razón sencilla: porque esta efemérides, inspirada en los más nobles ideales que desde siempre han regido la formación de los abogados rosaristas, comienza a fraguarse justo en momentos en que ante el Estado y la sociedad colombiana se siguen revelando comprobadas faltas y supuestos delitos de naturaleza y alcances jamás imaginados contra la administración de justicia, cometidos por políticos de cero en conducta, deshonrosos operadores judiciales de todo nivel y (¡qué desgracia!) abogados de baja estofa cuyo comportamiento, quiérase que no, agrava con enorme injusticia la desconfianza pública existente desde antiguo sobre numerosos ciudadanos decentes formados en leyes, jurisprudencia y doctrina.

Que se confíe a la academia pública y privada rescatar para la Rama y para toda la abogacía factores consustanciales a la justicia: honradez, equidad, verdad, dignidad y sabiduría

Sin embargo, en este hecho, dolorosamente comprobado, está, a mi juicio, un valedero punto de arranque para que el Rosario, fundamentado en su bien ganado prestigio –solvencia moral a toda prueba, sobresaliente calidad académica, jamás desmentida supremacía civilista al servicio del país, ejemplar vocación democrática–, empiece a liderar, junto con otros pares suyos en la educación universitaria (digamos Nacional, Javeriana, Andes, Externado) una gran cruzada de purificación sobre las ‘facultades de derecho’ (?) llamadas de garaje dedicadas a ‘doctorar’ (?) avivatos y sobre tantos pillos sueltos ampliamente conocidos en la Rama, pero cuyas cínicas andanzas no se denuncian por miedo a su apestoso poder burocrático, mientras el Estado hace poco o nada por erradicar tamaña desvergüenza.
Como acaba de advertirlo el procurador Carrillo, en este antiético mar en que está a punto de naufragar el país, la corrupción ha convertido la justicia “en un trueque de favores”. Pues, justamente en presencia de ese cuadro desolador y repugnante, debido en gran medida a abogados ya de sobra conocidos (magistrados, jueces, litigantes), más otros muchos que siguen degradando, agarrados a los despachos o alertas frente a las barandas y con total impunidad, el decoro inherente a la profesión, es cuando, repito, instituciones como el Rosario deberían salir a todos los escenarios posibles para exigir desde allí que ante tanta desidia estatal, se confíe a la academia pública y privada rescatar para la Rama y para toda la abogacía factores consustanciales a la justicia justiciera: honradez, equidad, verdad, dignidad y sabiduría.
Como simple exalumno, conocedor de la transparencia de sus ejecutorias y del ejemplo con que sigue enalteciendo su merecido lugar entre las mejores instituciones de educación superior colombiana desde su Facultad de Jurisprudencia, estoy seguro de que el Rosario de Echandía, Zuletas, Rocha, Holguín y López, entre miles, aceptaría gustoso comandar un ‘Rescate moral de la abogacía en la justicia’. No veo mejor propósito, dado su acendrado culto a la ley, para cuando acabe de cumplir 365 años doctorando juristas sin tacha.
VÍCTOR MANUEL RUIZ
vimaruiz@hotmail.com
Víctor Manuel Ruiz
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