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Cada quien, su instrumento

No habrá orquesta mientras los niños asistan a clases sentados en el suelo. 

Sergio Ramírez
Misha Dmitri Tippens Krushnic resulta demasiado complicado de retener o pronunciar, y no sirve para una estrella de la televisión; de modo que debemos hablar de Misha Collins, el actor de la serie 'Supernatural', en la que interpreta a Castiel, un ángel benefactor que tampoco tiene reparos en matar inocentes.
Una vez, hace 15 años, vino a Nicaragua con un grupo de voluntarios, entre ellos su padre, que traían la misión de dotar de un laboratorio de computación a una escuela de secundaria para adultos en San Juan del Sur, un puerto turístico del Pacífico. Ahora Misha tiene una fundación, llamada Random Acts, que ha donado los fondos para levantar el primero de los edificios de esta escuela, que antes andaba posando en casas alquiladas.
Se trata del Instituto Libre para Adultos, fundado por iniciativa de dos mujeres fuera de serie, Rosa Elena Bello, nacida en el propio puerto, y Margaret Morganroth, quien llegó a finales de los ochenta a crear una hermandad entre Newton, Massachusetts, y San Juan del Sur.
El instituto, sin apoyo estatal, admite estudiantes que no tienen cabida en el sistema educativo público: madres solteras, jóvenes embarazadas, empleadas domésticas, pescadores, vendedores callejeros, peones agrícolas, que quieren salir del túnel de la pobreza. Muchos viven en zonas lejanas y son capaces de viajar kilómetros, cruzando ríos a pie, o a lomo de bestia, para asistir a las clases, como lo han hecho hoy para estar presentes en la inauguración del edificio.
He sido invitado por Margaret para hablar en la ceremonia. Y el tema que he elegido es para mí una especie de parábola, la del solista y la orquesta. Empiezo diciendo que el nuestro es un país de contrastes, porque cuando Rubén Darío nació, en 1867, las guerras civiles y las pestes habían despoblado a Nicaragua, dejándola reducida a 150.000 habitantes, como resultó del censo que mandó a hacer el presidente Tomás Martínez, quien, preocupado de que los nicaragüenses fueran tan pocos, ordenó aumentar 100.000 almas más.
Había solo 92 escuelas de primaria para varones en todo el país y 9 escuelas para niñas, y ya podemos imaginar la tasa de analfabetismo. Ni se publicaban ni se importaban libros. No había tampoco bibliotecas públicas.
Rubén Darío es el solista que no tiene orquesta. Nacía un poeta capaz de transformar la lengua desde el traspatio, mientras la oscuridad de la ignorancia y del atraso seguían sin disiparse en un país rural, como lo sigue siendo ahora.
En una orquesta completa, cada quien será ingeniero, arquitecto, constructor de carreteras, de presas; biólogo, matemático, médico, enfermera, químico, especialista en computadoras, inventor de programas digitales, traductor, artista, escritor, actor de teatro, director de cine.

¿Cuántas mujeres que pudieron ser cirujanas se quedaron en la cocina, soportando los golpes y los abusos de un marido borracho?

Una de las primeras mujeres que entraron a estudiar en el Instituto Libre aseaba los baños en el centro de salud del puerto. Se bachilleró y luego se graduó de enfermera profesional. Tenía un instrumento que tocar, en una orquesta muy incompleta.
¿Cuántos ingenieros químicos se han quedado de carretoneros? ¿Cuántos que hubieran podido descubrir una vacuna se han quedado cargando sacos? ¿Cuántas mujeres que pudieron ser cirujanas se quedaron en la cocina, soportando los golpes y los abusos de un marido borracho?
Pero no tendremos orquesta mientras sigamos a la cola. En un estudio de la Unesco sobre educación primaria, Nicaragua ocupa el puesto 13 entre 15 países. No habrá orquesta mientras los niños asistan a clases sentados en el suelo, o mientras un solo maestro, en la misma aula y al mismo tiempo, atienda a los alumnos de los seis grados de primaria. Y sin la orquesta completa, la democracia tendrá poco sustento.
SERGIO RAMÍREZ
Sergio Ramírez
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