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Resucitando a Karl Marx

Deberíamos reforzar la vigencia de los valores democráticos, y luchar contra la desigualdad.

A 200 años de su nacimiento, Karl Marx sigue siendo el gran fantasma que recorre el mundo. En Trier, la antigua ciudad celta famosa por sus vides en la ribera del río Moselle y lugar de nacimiento del filósofo, se le rinde tributo, se honra su memoria y se discute la posible vigencia de su obra.
Aparte de las exposiciones, disertaciones magistrales, conferencias y publicaciones de libros de análisis y novelas sobre el personaje que han tenido lugar este año, este 5 de mayo se develará una estatua de Marx de más de cinco metros de altura en el centro de la ciudad. La decisión de las autoridades de la ciudad de aceptar el regalo del Gobierno chino, cuyas credenciales en materia de democracia y derechos humanos son impresentables, ha sido sumamente controvertida.
En esta época en la que se cuestionan los monumentos a personajes controversiales, la estatua ha reavivado la polémica sobre la posible responsabilidad de Marx en la creación de sistemas totalitarios. Para los críticos del filósofo, sus teorías propiciaron horrores como el gulag soviético, las matanzas de Mao Tse-tung o la dictadura cubana de los hermanos Castro.
Yo discrepo. Creo que sería un error culparlo porque sus ideas fueron adoptadas por países subdesarrollados en los que no se daban las condiciones que Marx puntualmente definió como necesarias para construir el socialismo.

En esta época en la que se cuestionan los monumentos a personajes controversiales, la estatua ha reavivado la polémica sobre la posible responsabilidad de Marx en la creación de sistemas totalitarios.

Asimismo, creo que sería injusto culparlo por el giro autoritario que Vladimir I. Lenin le dio al socialismo en la Unión Soviética. Lenin reconoció el divorcio entre las tesis de Marx y la realidad rusa, pero apostó a que con la creación de un Estado fuerte, respaldado por un Partido Comunista único y con una planificación económica centralizada, se podría avanzar en la construcción del socialismo.
La historia nos ha mostrado que estos colosales errores del líder de la revolución bolchevique fueron los que determinaron el carácter antidemocrático del “socialismo” que Stalin convertiría en un régimen de terror. El llamado “socialismo real” no solamente fracasó como alternativa al capitalismo, sino que fue responsable de la creación de regímenes dictatoriales que empobrecieron a los gobernados y los privaron de su libertad.
Quienes hoy festejan el aniversario del nacimiento de Marx piensan que el modelo liberal surgido después de la Segunda Guerra Mundial que determinó la consolidación de Estados Unidos como la primera potencia militar, económica y cultural ha entrado en una crisis tan profunda que habría que asomarse a las tesis del filósofo de Trier para encontrarle soluciones.
Es cierto que la creciente desigualdad, el estancamiento de los salarios, la reducción de la fuerza laboral a causa de los avances tecnológicos han hecho que se pierda fe en el modelo económico y en las virtudes del sistema democrático. Y que este vacío ha sido aprovechado por políticos populistas que prometen bienestar a quienes están dispuestos a sacrificar su libertad y su fe en los procesos democráticos a cambio de ilusorias mejoras a su situación económica.
Y aunque sería justo reconocer que Marx encabezó la lucha por la justicia social y en contra de la desigualdad económica, también habría que reconocer que desde su perspectiva decimonónica, Marx no pudo prever un sinnúmero de cuestiones fundamentales en el siglo XXI: el surgimiento del feminismo, el activismo a favor del medioambiente o la defensa de los derechos humanos.
El peso del pasado nos obliga a sepultar a Marx, y si bien es necesario reconocer las fallas del liberalismo occidental, más que buscarle soluciones en el siglo XIX deberíamos reforzar la vigencia de los valores democráticos, luchar contra la desigualdad y comprometernos con la defensa de los derechos humanos.
SERGIO MUÑOZ BATA
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