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Aterradora decisión en Brasil

Bolsonaro se ha esforzado por construirse como una burda imitación de Donald Trump.

Sergio Muñoz Bata
De no suceder un milagro el domingo 28 de octubre los brasileños tendrán un nuevo presidente que representa una amenaza seria a la democracia y a la nación.
Jair Bolsonaro, un militar retirado que suspira por la feroz dictadura militar que empezó en los 60 y terminaba en los 80, es racista en un país donde más de la mitad de la población es de raza mixta, negra, asiática o indígena; es un misógino desvergonzado que distingue a las mujeres que violaría sexualmente en función de su belleza: con las guapas podría ser, con las feas nunca. Es homofóbico a tal extremo que ha dicho que preferiría a su hijo muerto que gay.
Su estilo de liderazgo es familiar y aterrador porque anuncia un gobierno de mano dura, y aunque algunos comentaristas lo colocan como un eslabón más de una cadena con Macri, Piñeira o Duque, yo creo que la comparación es disparatada. Las credenciales democráticas de estos tres no admiten similitudes con un militar de tendencia fascista.
Es mesiánico como Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Una característica que ha llevado a Moisés Naím a compararlo con Andrés Manuel López Obrador, un símil que a Peter Hakim, presidente emérito del Diálogo Interamericano, le parece “ridículo, Amlo es un político con mucha experiencia, no es extremista ni autoritario y su gobierno”, me dice Hakim, “sospecho que será más de centro que de izquierda”.
Yo también creo que la comparación es desproporcionada, aunque no comparto el optimismo de Hakim sobre Amlo. El hecho de que ambos hayan manifestado públicamente su predilección por dictadores del pasado latinoamericano –Bolsonaro admira a Pinochet y Amlo, a Fidel Castro– me inquieta.
También es evidente que Bolsonaro se ha esforzado por construirse como una burda imitación de Donald Trump al pregonar un nacionalismo ramplón, hablando con desprecio de las instituciones, maltratando a la prensa sensata que no lo adula y atacando a los tribunales de justicia con el fin de imponer su estilo personal de gobernar.
Lo cierto es que la imagen de ‘hombre fuerte’ que promete ‘ley y orden’ en el atribulado país parece haber convencido por lo menos a la mitad de un electorado polarizado políticamente, enfrascado en una guerra cultural contra la igualdad de género y sexual, que detesta a los partidos políticos tradicionales y se siente inseguro en una sociedad violenta. Son, en su mayoría, hombres de raza blanca, mayoritariamente evangélicos y con educación universitaria que se unieron en su rechazo a Luiz Inácio Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores.
Del desolador panorama de problemas que enfrenta este país destaco dos íntimamente relacionados. En lo económico, el sistema de pensiones es un desastre porque es excesivamente generoso y carece de los fondos necesarios para sostenerlo. No hay límite de edad para el retiro y sus beneficios son incomparablemente más generosos que en el resto de los países del área, aunque el sistema beneficia más a los ricos que a los pobres y la demografía está en su contra. La población mayor de 65 años se triplicará para el 2050.
En lo político, aunque el PT tendrá el mayor número de diputados, Bolsonaro podría construir una mayoría en coaliciones con otros partidos, pero que conlleva enormes riesgos. Según Hakim, “serían alianzas basadas en intereses particulares cuyos objetivos serían obtener puestos y prebendas más que armonizar una agenda común de gobierno, y esta amalgama de intereses encontrados derivarían en un gobierno volátil, errático y débil”.
Así las cosas, es evidente que lo que el país necesita es un líder capaz de implementar reformas pragmáticas y con una notable habilidad política para poder conciliar posiciones encontradas, un perfil que le queda demasiado grande a Bolsonaro.
SERGIO MUÑOZ BATA
Sergio Muñoz Bata
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