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Santos, el gran culpable

No es cuestión de discursos rimbombantes, sino de visión y pragmatismo.

En lugar de pontificar desde la tribuna de la Corte Constitucional, debería sentir pena por su herencia funesta. Si existe alguien en este mundo que no debería abrir la boca, sino para pedir perdón, es Juan Manuel Santos. Está técnica, ética y moralmente inhabilitado para hablar sobre la manera de reducir la superficie de cultivos de coca. Toda su política consistió en multiplicar al infinito la producción de matas y de cocaína, así como profundizar y expandir un problema social y de orden público que costará varios gobiernos, cuantiosos fondos y cientos de vidas solucionarlos.
Nadie puede jurar que la erradicación con glifosato sea la panacea ni un procedimiento definitivo para contener un cáncer agresivo que hizo metástasis, pero tampoco el terror de la Humanidad y la Naturaleza, como pretenden venderlo. Cuesta entender el fervor santista para atacar un químico cuyos efectos secundarios aún están en estudio y no existen conclusiones definitivas. Si en realidad fuese tan abrasivo, no volverían a sembrar en el mismo sitio.

Santos encontró 48.000 hectáreas de coca sembrada, gracias en buena medida a la erradicación aérea, y entregó 200.000.

Hasta ahora, y mientras esperamos que el mundo decida legalizar las drogas en todos los países con el fin de que no mueran quienes la combaten, lo único probado es que Santos encontró 48.000 hectáreas de coca sembrada, gracias en buena medida a la erradicación aérea, y entregó 200.000. Y que las toneladas de cocaína subieron a 1.379 y la violencia por el control del negocio se disparó por su culpa.
¿Acaso desconoce que la guerra del Catatumbo por la coca, entre Epl y Eln, causa más muertos que ese químico? ¿Por qué cree que no se desmovilizó el Frente Primero de las Farc y de qué vive en Guaviare? ¿Y el Sexto en el Cauca, que ni siquiera entregó el armamento? ¿Se pregunta la razón para que nacieran la Oliver Sinisterra y las Guerrillas Unidas del Pacífico en Tumaco? ¿O cómo se ha fortalecido el Epl al punto de arribar al norte del Cauca, donde jamás tuvo presencia? ¿O qué pelean el ‘clan del Golfo’ y el Eln en lugares como el San Juan?
También cabría preguntarle qué ha provocado más masacres, ¿el glifosato o los enfrentamientos sanguinarios por el control de las 200.000 hectáreas que nos dejó? ¿Qué desplaza más? ¿Qué devasta más naturaleza?
De pronto, para Santos no cuentan los 128 policías, soldados y jornaleros asesinados mientras trabajaban en la erradicación manual, en un periodo de diez años. Ni los 678 heridos en la misma labor, muchos con mutilaciones que truncan sus vidas. Ni las matanzas de El Plateado y del Tarra del año pasado, por mencionar solo dos. ¿Puede mostrar una cifra igual de espantosa por causa del glifosato?
En sus ocho años de presidencia, ¿analizó el destino de los desechos de los laboratorios de base de coca, altamente contaminantes, empezando por las toneladas de hojas podridas que contienen gasolina, cemento y otros insumos destructivos? ¿Inquirió en veredas de Argelia, sur del Cauca, cómo hicieron para solucionar ese problema, que creció de manera tan alarmante que no sabían dónde botarlas? ¿Sabe si hallaron un lugar apropiado para arrojarlas?
Después de dos décadas recorriendo zonas cocaleras, no tengo la menor duda de que no es cuestión de discursos rimbombantes, cargados de intereses politiqueros, sino de visión y pragmatismo. Solo la combinación de métodos de erradicación represivos con programas serios y efectivos de desarrollo a medio y largo plazo conseguirá debilitar, tras varios lustros, una enfermedad que margina y empobrece a esa otra Colombia.
Planes, en suma, contrarios a la engañifa de Santos, quien pintó un país imaginario que apenas existía en los escritorios bogotanos, realizó promesas de soluciones imposibles y aplicó programas improvisados, corruptos y despilfarradores.
Si tanto le preocupa el cáncer que dizque causa el glifosato, ¿por qué nunca prohibió el asbesto, como hizo la Unión Europea en el 2005? Es evidente que otros eran sus intereses.
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