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Todo está por decidir

El Centro Democrático no va a tener la fuerza que tuvo en las pasadas elecciones al Congreso.

Rudolf Hommes
En las elecciones que se llevarán a cabo el próximo 11 de marzo se está jugando el futuro político del país. Se decide cómo va a quedar conformado el Congreso, qué partidos sobreviven y cuál será el apoyo político que tendrán los candidatos a la presidencia.
Por ejemplo, si los candidatos de los partidos que apoyan a Sergio Fajardo no logran una votación importante, esa candidatura podría sufrir un golpe fuerte, pues habrá demostrado que no puede transformar su popularidad en votos para sus seguidores y no tiene respaldo político para gobernar. Lo mismo podría sucederle a Petro si los candidatos al Congreso que lo apoyan, que se atribuyen la cualidad de “decentes”, quizás por exceso de autoindulgencia, no obtienen el próximo domingo un número de votos que corresponda a lo que están registrando las encuestas.
Germán Vargas podría detener la tendencia descendente de su candidatura si aumenta la opinión a favor y llega a superar la que está en contra, y si la votación a favor de candidatos al Congreso de Cambio Radical y de los conservadores lentejos que lo acompañan se equipara a las que obtendrán el Partido Liberal o el Centro Democrático, los partidos que figuran con mayor probabilidad de obtener votos en las elecciones del próximo domingo. El futuro de ‘la U’ depende de esto mismo. En esas votaciones se está jugando el futuro de la paz y posiblemente el del clientelismo, que puede estar próximo a entonar su canto del cisne.
El Centro Democrático no va a tener en esta ocasión la fuerza que tuvo en las pasadas elecciones al Congreso, porque su jefe ha perdido parte del lustre y el carisma que le permitieron crear de la nada un partido relevante y porque ha dejado que sus seguidores consigan sus propios votos. Esto podría fortalecer el partido, si la gente vota por ellos, o debilitarlo.
El Partido Liberal ha obtenido tradicionalmente un caudal considerable de votos, y su jefe está invirtiendo todo su talento político para que se mantenga en esa posición.
Sin duda logrará su objetivo, sin despertar el entusiasmo en la base ni mover los votos que estimulaban las banderas rojas del partido que hoy agitan los seguidores de Humberto de la Calle. Él es ahora depositario de los ideales y la vocación popular de la colectividad. Los que lo apoyan están haciendo singulares esfuerzos, relativamente exitosos, para identificar candidatos liberales a las elecciones parlamentarias que puedan equipararse a las figuras de otras listas que aventajan a algunos de los que, inexplicablemente, encabezan listas del liberalismo.
Al mismo tiempo, dentro del partido parece estar operando una quinta columna que trata de desviar a los futuros congresistas para que apoyen a Germán Vargas. Si esto ocurre, es porque existe una disonancia que debe resolverse a muy corto plazo y consiste en que el candidato del liberalismo no tiene maquinaria, pero es el personaje político que cuenta con la mayor favorabilidad.
La maquinaria del partido, por el contrario, carece del prestigio y la mística que le sobran al candidato y podrían devolverle al liberalismo parte de la figuración e importancia que tuvo. Si el candidato a la presidencia y los candidatos al Congreso actuaran coordinadamente, podrían poner a trabajar juntos el prestigio, la favorabilidad y los votos.
Mientras esto sucede, todos los votantes lo pueden hacer libremente en las consultas de la derecha o de la izquierda para inflar o desinflar a Duque o a Petro, que hoy encabezan las encuestas, independientemente de su filiación. Los que no quieren a Uribe podrán votar en masa por Marta Lucía y los que le temen a Petro podrán hacer esto mismo o votar por Caicedo. La campaña presidencial comienza a decidirse el próximo domingo.
RUDOLF HOMMES
Rudolf Hommes
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