¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Unidad

Porque nos importa Colombia, nos parece un desatino desconocer los protocolos de un proceso de paz.

Unidad’ es la palabra de estos meses: “Duque llama a la unidad en su primer discurso como presidente”, “Duque llama a la unidad para lograr un país más equitativo”, “Duque llama a la unidad contra el terrorismo”. Por supuesto, esa unidad es cierta e innegable aquí en Colombia: todos, liberales y conservadores, aguafiestas y nacionalistas, laicos y uribistas, hemos vivido en Colombia a pesar de Colombia como a bordo de un avión en turbulencia, hemos tenido la misma ley y el mismo Dios en la manga y la misma lengua, hemos lidiado este Estado hostil que sigue en obra gris, y hemos narrado a medias, a nuestro gusto, una Historia que ha sido un conteo de víctimas. Pero no es esa unidad la que pide Duque. Y no es creíble la unidad que está pidiendo.
Podemos tener en común el rechazo a la violencia, el duelo nuestro de cada día en este país en suspenso, el hastío que da seguir hablando del Eln, tan mitómano, tan bárbaro, tan obsoleto, a estas alturas de la vida: 55 años después. Pero el constante llamado de Duque a la unidad, que suena genuino, termina siendo vano e incoherente porque está hecho desde el negacionismo del conflicto, desde la resistencia a asumir que todo presidente es un jefe de Estado obligado a honrar los compromisos internacionales, desde la restauración de un orden feudal que combate al terrorismo con Dios de su lado, desde el desprecio de las salidas negociadas a estas guerras perversas, desde un prohibicionismo lleno de soberbia que seguirá engordando a esas bandas de traficantes disfrazadas de ejércitos revolucionarios.

Cuando una sociedad no sabe que está unida –amarrada a la misma suerte: a Colombia, ni más ni menos–, solo es una comunidad en los días de fútbol y en los días de horror.

De acuerdo: ojalá que estos años de diálogos en La Habana, de plebiscitos trágicos y de comisiones de la verdad hubieran logrado ya que en Colombia la violencia política fuera aberrante e impensable hasta para el aberrante e impensable Eln. Y claro que estamos todos, la gran mayoría al menos, del lado de la Constitución y de la ley. Pero reducir la lucha por la paz a la lucha contra el terror es insistir en ese país que prefiere sentirse acorralado por los monstruos –y entregarse a ciegas a sus vigilantes– a trabajar por el campo, por la reparación de las víctimas, por la reincorporación de tantos niños reclutados a la fuerza, por el cumplimiento de esa promesa con aires de leyenda urbana, el Estado, que se aparece y se va como un circo en tantos lugares borrosos de este mapa.
Cuando una sociedad no sabe que está unida –amarrada a la misma suerte: a Colombia, ni más ni menos–, solo es una comunidad en los días de fútbol y en los días de horror. Sí, nos repugna el terrorismo: veinte cadetes asesinados, por Dios, para mostrar un poder que se pierde en el acto. Y sí, sirve a una parte del establecimiento para realinearse. Pero, aun cuando la derecha gobierne a su antojo, en estos días de redes es imposible volver a aquel país confesional que prefiere la caridad a la solidaridad, que confunde el unanimismo con la unidad, que cree que es peligroso e ilegal no estar de acuerdo: “Te quitas la camiseta o te pelamos”, “guerrillero hijueputa”, “plomo es lo que hay”, les gritaron, en la marcha del domingo, a algunos que salieron a protestar contra todas las violencias.
Es porque estamos irremediablemente unidos que somos críticos con el Gobierno. Es porque nos importa Colombia, es porque lo que le pase a Colombia tarde o temprano nos pasará a todos, que nos parece un desatino desconocer los protocolos de un proceso de paz. Y es porque “el recrudecimiento de la guerra” no solo significa resolver el terror con más terror en un país que estaba dando menos miedo, sino abandonar a su suerte, en los márgenes, a tantos inocentes que a esta hora se santiguan, que insistimos en pactar el fin de la violencia que nos une.
www.ricardosilvaromero.com
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción