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Matador

Ojalá que vuelva a Twitter para que estos matones no se lo queden todo.

En Colombia los humoristas políticos andan con escoltas. No es una frase nomás: soy testigo porque conozco a varios. Y no es una exageración que se hagan proteger, ni más faltaba, en un país en el que 155 periodistas han sido asesinados por ejercer su oficio. Se la pasan así los hacedores de sátiras y los parodiadores y los caricaturistas colombianos, mirando a lado y lado antes de cruzar su propia puerta, porque –desde que, sedientos de barras bravas, se engancharon a Twitter– los políticos populistas de todos los flancos han sido incapaces de cumplir con la sagrada norma de vigilar su discurso para no contribuir a la crispación que convierte a los periodistas en blancos: si el caricaturista Matador fue amenazado a principios de esta semana, fue, precisamente, gracias a este clima histérico creado desde la derecha.
Matador fue amenazado en Twitter por un abogado uribista de apellido Ortega que ya había tratado de violentar periodistas con amenazas nostálgicas y cojas como “qué falta que hacen las Auc para callar a este sapo” y “ojalá que viviera Carlos Castaño para que alguien le enseñara a esta mamerta a respetar”. Pero el propio expresidente Uribe, como recordando su reciente discusión pacífica con Matador, como revelando un profundo cambio en su jurisprudencia, esta vez sí apoyó la expulsión del matón y tuiteó que su Centro Democrático odia la amenaza y la violencia y que “quienes las utilicen no representan a nuestro partido”: si antes no rechazó los atentados verbales contra Daniel Coronell, Claudia Morales, Hollman Morris, Yolanda Ruiz o Daniel Samper Ospina, fue solo porque era él mismo quien los cometía.
De vez en cuando es bueno que un valiente como Matador diga que teme, que se va de acá porque ninguna causa justifica poner en jaque a los hijos, que no le jala más a la idea de que en las redes sociales, que no son el mundo de adentro sino el de afuera, no hay que cumplir la ley. De tanto en tanto es clave que un humorista nos recuerde que la intimidación es el fin del humor. Si no hubiera sido por Matador, por el tuit en el que anuncia que “ante las amenazas de muerte de algunos seguidores del uribismo y del @CeDemocratico, he decidido no volver a publicar nada en mis redes”, el expresidente Uribe no se habría visto en la necesidad de desempolvar una obviedad que sin embargo es fundamental: que su partido, que hasta la semana pasada aniquilaba en redes a sus rivales, también odia la violencia.
Qué raro es que tantos sigan diciéndose la mentira de que una cosa es el perfil de Facebook y otra la persona, la mentira de que las redes no son la vida real. No deja de ser un espectáculo vergonzoso que en un país tan grave y tan absurdo sea así de fácil evitarse la compasión y el humor. La realidad se parece al humor –y bueno: al horror– más que a otra cosa: ¿con qué cara ponerse serio, lanzar esas arrogantes reflexiones sobre el apocalipsis de este año, en esta tierra pródiga en memes? El otro día, luego de confesarme por quién iba a votar, un amigo me preguntó medio en serio “¿me he vuelto muy facho?”. Yo le dije que sí para que la risa nos quitara el miedo de hablar de cualquier cosa, de hablar, por ejemplo, de esta pendejada de andar reduciendo a los que no piensan lo mismo que uno a lo que queremos –a lo que necesitamos– que sean.
Ojalá que vuelva a Twitter para que estos matones no se lo queden todo. Pero qué bueno que Matador haya dicho que así no juega, que no es lo mismo ofender que matar. Pues puso a los que amenazan a hablar mal de los que amenazan. Y sirvió a la ilusión de que Colombia podría ser por fin una nación si fuera cierto que está hecha de gente irreconciliable que al menos tiene en común que se cansó de la violencia.
RICARDO SILVA ROMERO
www.ricardosilvaromero.com
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