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No hubo soborno, es pura calumnia

La experiencia me dice que no hubo sobornos, ni marrullas ni regalos de la poderosa Odebrecht.

Tengo una escalofriante revelación sobre las multimillonarias platas de Odebrecht. Lo denunciado por el periodismo es un novelón, es ciencia ficción; nunca hubo sobornos. Findeter y Reficar son intachables, Luis Arboleda y Roberto Prieto actuaron como nobles filántropos, desprendidos del dinero. Si Prieto tenía contratos publicitarios, es por ser esa su profesión. Y Zuluaga, su hijo e Iván Duque no conocen Brasil. Todo fue pulcro como las aguas cristalinas que bañan la Ruta del Sol.
Llevo muchos años de columnista en EL TIEMPO, y no “me acabo de enterar”, como es la frase de moda, sino que la experiencia me dice que allí no hubo sobornos, ni marrullas ni regalos de la poderosa Odebrecht a la tesorería política del publicista Roberto Prieto. La gran verdad es que esa familia brasilera mandó un millón y medio de dólares no para gastarlos en la lucha electoral colombiana, sino para un gasto ecológico en el Chocó. Enviaron esa plata para que en Quibdó les compraran una casa-finca y allí sembrar pistacho iraní y trigo canadiense. Otra cosa es que el supersónico tesorero de la campaña nombrara a sus amigos de Manizales en cargos del poder. El amiguismo burocrático funciona.

La gran verdad es que esa familia brasilera mandó un millón y medio de dólares no para gastarlos en la lucha electoral colombiana, sino para un gasto ecológico en el Chocó.

Ese millón y medio de dólares fue monetizado, como quería la constructora brasilera y así poseer su paraíso ecológico chocoano. Nunca hubo sobornos, ni coimas, ni afiches ni maletines; todo ha sido intachable, como todos los negocios de los filántropos Odebrecht en Colombia y 17 países.
¡Esa es la verdad y toda la verdad! Si me pifié, renuncio a esta columna, que obtuve hace 30 años por invitación de don Hernando Santos Castillo, director de EL TIEMPO, que leía mis frivolidades en una revista y le gustó el tono. Calculé que duraría poco, y llevo 1.545 columnas, y escribir es muy difícil. Solo he tenido la ayuda de mi pareja, Lulita Arango, que me exige poca vanidad y nunca, a nadie, tirarle navajazos de linchamiento.
Hoy, el escándalo se desinfla; todo fue intachable, transparente y pulcro. Que así sea, para que esa querida familia se instale a vivir en el Chocó. Ellos esperan que don Roberto Prieto los visite, lo atenderán con chocolate manizalita, almojábanas y chorizos de Villamaría. Enhorabuena, aplaudamos a los Odebrecht, que son gentes buenas, víctimas de calumnias y maltratos por el diablo de la oposición.
PONCHO RENTERÍA
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