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¿Por qué luchamos los soldados?

Los soldados luchamos más por alguien que contra alguien. Luchamos por nuestro pueblo.

La vida de Carl von Clausewitz (1780-1831) y su obra máxima, 'De la guerra' –publicada en 1832 a expensas de su viuda, Marie, un año después de la muerte del genio prusiano–, coinciden, tal como ocurrió, guardadas proporciones, con la de su coterráneo Rommel (1891-1944). Después de su suicidio, inducido por Hitler el 14 de octubre de 1944, acusado erróneamente de participar en el atentado contra el Führer el 20 de julio del mismo año, Marie entregaría la prolífica obra manuscrita del mariscal alemán a otro destacado teórico del arte y la ciencia castrense moderna, el inglés Liddell Hart (1895-1970), quien publicó sus memorias en dos tomos excepcionales: 'Los años de victoria' y 'Los años de derrota'.
Ya en 1937, el Zorro del Desierto había publicado su libro 'La infantería al ataque', sobre sus experiencias como oficial subalterno durante la Primera Guerra Mundial, bajo la marcada influencia de Clausewitz, quien escribió acerca de la personalidad del líder militar: “Debía poseer una gran capacidad intelectual, unida a fuerza de voluntad y coraje, y un pensamiento claro y sencillo en el planeamiento operacional”. Ahí estaba descrito el soldado Rommel.
Fueron sus aguerridas esposas, que, por cierto, tenían el mismo nombre, las que, en circunstancias y épocas diferentes, tuvieron la enorme responsabilidad histórica de difundir el pensamiento crítico y creativo de sus influyentes maridos, que ha impactado por casi doscientos años la mente y el corazón de líderes políticos y militares en todo el mundo.

Damasco plantea la filosofía del espíritu de cuerpo, ese extraordinario ímpetu vencedor complementado por el principio de la persistencia en el empeño.

Ambos fueron soldados intelectuales, profesionales e innovadores y estadistas adelantados para su época, que hicieron de la vida militar un modo y no un medio, y marcaron, con una centuria de diferencia, dos períodos determinantes en la historia alemana: la reforma militar prusiana después de la derrota en las batallas de Jena y Auerstedt a manos de Napoleón, en 1806, y el poderío de la Wehrmacht, uno de los ejércitos más eficaces de todos los tiempos. Clausewitz y Rommel lucharon por sus principios, por sus líderes políticos, creyendo que hacían lo correcto; lucharon por sus naciones y fueron hombres de honor, soldados respetuosos e íntegros.
La carrera de las armas, como la define la doctrina Damasco en el Manual Fundamental de Referencia del Ejército MFRE 1.0 ‘Nuestra profesión’, es vocacional y se centra en cinco enfoques desde el punto de vista individual: el militar como guerrero, aquel que se prepara y entrena para vencer al enemigo en la primera línea de batalla. El segundo es el militar como administrador de talento humano, medios y recursos financieros. El tercero, el militar como académico, que investiga y estudia para aplicar con ética el poder militar terrestre. El cuarto enfoque es el militar de familia, dedicado a su hogar, su esposa, sus hijos. Y el último, el militar cubierto por principios y valores.
Desde el ámbito colectivo, Damasco plantea la filosofía del espíritu de cuerpo, ese extraordinario ímpetu vencedor complementado por el principio de la persistencia en el empeño, haciendo que las unidades militares, sin importar su nivel, alcancen los objetivos trazados bajo la intención del escalón superior, logrando la unidad de esfuerzos.
Los soldados luchamos más por alguien que contra alguien. Luchamos por nuestro pueblo, nuestros ancestros y las generaciones futuras. El carácter de los soldados, como lo definió el conde Schlieffen, encierra inteligencia, corazón y voluntad. El escritor y periodista británico G. K. Chesterton dijo a principios del siglo XX: “El verdadero soldado no lucha porque odia lo que tiene delante, sino porque ama lo que tiene detrás”. Luchamos por el deber más noble, velar por Colombia, nuestra amada patria.
PEDRO JAVIER ROJAS GUEVARA
* Director del Centro de Doctrina del Ejército Nacional de Colombia
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