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El esfuerzo de las familias y el compromiso del Estado

Fue un error decir que la educación interesaba, pero no reflejar ese enunciado en los presupuestos.

Óscar Sánchez
La financiación de la educación por parte del Estado en Colombia alcanza un 4,4 por ciento del PIB. Una cifra mediocre, comparada tanto con la de los países de la Ocde como con la de los vecinos de América Latina. Pero el dato revelador es que somos uno de los países del mundo donde las familias invierten más en educación, con un 3,2 por ciento del PIB.
En educación básica y media ningún país de la Ocde tiene un gasto de las familias equivalente al 23 por ciento de Colombia. Ni Chile, ni Estados Unidos ni ninguno que nos muestren como ejemplo de economía de mercado. El promedio para ese nivel en el club de los países ricos es del 9 por ciento. Y en educación preescolar y superior, donde la oferta tiende a ser menos pública, en Colombia el Estado no asume ni la mitad de la carga y está entre los países más privatizados comparado con otros 35 de ingreso medio y alto.
Hay dos hechos importantes interrelacionados: que la buena educación cuesta, y que los resultados en educación no se obtienen solo con dinero. Para justificar la poca inversión pública, los ministros de Hacienda suelen decir que es cosa de reorganizar prioridades dentro del sector o que hay mucha ineficiencia. Pero la verdad es que hasta los 60.000 dólares de gasto acumulado por persona antes de terminar la educación básica y media, hay una relación directa entre mayor inversión y mejores resultados, y Colombia apenas está por los 20.000 dólares por persona, aun considerando el gran esfuerzo de las familias y los propios jóvenes. De modo que todavía debemos triplicar el gasto público si queremos estar en los niveles superiores de resultados.
En todo caso, es verdad que debemos invertir mejor. Los ejemplos de Uruguay y Turquía frente a Colombia en los resultados de matemáticas en las pruebas Pisa son un buen comparador. Se trata de países que gastan cantidades equivalentes a las colombianas sumando las del Estado y las de las familias (aunque allí la participación estatal es mayor), pero los resultados son mucho peores en Colombia.

Hay dos hechos importantes interrelacionados: que la buena educación cuesta, y que los resultados en educación no se obtienen solo con dinero

En el célebre informe Tomasevski sobre el derecho a la educación se precisa cómo una de las características de la educación en los países pobres y con menos resultados de aprendizaje es justamente la carga que las familias tienen que asumir. Y existe un hecho contundente: ningún país del mundo que haya logrado excelencia educativa lo ha hecho sin financiar un sistema educativo público universal y de calidad.
Yo pienso que el error estratégico más grave que el país cometió en los últimos años fue desaprovechar la bonanza fiscal entre los años 2000 y 2014 y decir que la educación interesaba, pero no reflejar ese enunciado político en los presupuestos.
Ahora, en tiempos de vacas flacas y cuando el tema ya no está de moda, se va a volver a cometer el error. Esta semana se aprueba el presupuesto para el 2018 con un claro estancamiento del gasto en educación, ciencia y cultura. De modo que mientras en la pasada campaña electoral los candidatos presidenciales, incluido el presidente Santos, se comprometieron con el Movimiento Todos por la Educación a elevar el gasto público hasta llegar al 7 por ciento del PIB para estas fechas, la realidad es que seguimos en el mismo punto. No aporta más la Nación. No aportan más los entes territoriales (y aquí las excepciones como Bogotá, que pone la misma cantidad que la Nación desde el 2013, confirman que cuando se invierte se mejora), y las familias ya no tienen más de dónde.
ÓSCAR SÁNCHEZ
* Coordinador nacional de Educapaz
Óscar Sánchez
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