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Precaución con las redes sociales

Las mentiras en forma de meme y enviadas por un tuit no son ‘mentiras veniales’.

Moisés Wasserman
He sido defensor de las redes sociales por su potencial para difundir opiniones que de otra forma no se escucharían. Sin embargo, cada día es más evidente la necesidad de usarlas con responsabilidad. Su capacidad de amplificación es de tal magnitud que pueden convertir un hecho de importancia limitada en una catástrofe universal.
Acá va un ejemplo. El 12 de octubre, una caravana de hondureños inició una caminata de más de 3.000 km hacia la frontera de Estados Unidos con México. En ese mismo momento surgió en las redes una teoría conspiratoria que pretendía explicar lo que realmente había tras esa caravana. Según esa teoría, el multimillonario filántropo judío George Soros estaba organizando, financiando y promoviendo la marcha. Lo hacía no solo porque él fue un migrante que escapó de su natal Hungría, sino porque iba a lograr que esos hondureños votaran por el Partido Demócrata en las elecciones de noviembre. Uno de los primeros mensajes sobre esa descabellada teoría surgió de un periodista en Dakota del Norte que alertaba contra el “genocidio blanco” promovido por judíos, ayudados por una fuerza invasora. En uno de sus tuits introdujo el meme ‘gracioso’ sobre los ‘demoncratas’, que serían los que promueven el gobierno del demonio, en lugar de los demócratas, que promueven el del pueblo.
Las teorías sobre Soros no eran nuevas. Pero la combinación de elecciones decisivas con redes sociales, en las cuales se puede decir cualquier cosa, logró una amplificación sin precedentes. En 20 minutos ya se habían enviado mensajes a 165.000 seguidores. El 16 de octubre ya habían recibido estos mensajes más de dos millones. El 17 de octubre, un miembro del Congreso envió por Twitter un video en que se veía gente entregando pequeñas sumas de dinero a personas que marchaban, y lo convirtió en prueba del financiamiento de Soros. Posteriormente se demostró que ese video no era de la marcha, ni siquiera había sido filmado en Honduras, pero (característico de las redes) siguió rodando.

Tal vez se debería exigir que para ingresar a las redes se tome un curso de inducción en el que se reflexione sobre el significado de conceptos como verdad, honestidad intelectual y respeto.

Importantes políticos difundieron los mensajes. El hijo del presidente entre ellos. Un comentarista de prensa que durante la campaña presidencial había promovido la ‘noticia’ de que Hillary Clinton era pedófila y tenía niños secuestrados en el sótano de una pizzería en Washington (hecho que terminó en la irrupción de un loco armado que venía a salvar a los niños), pasó un video de camiones que transportaban la gente. El video fue ampliamente difundido, incluso por varios congresistas. Por supuesto, era falso.
Para el 29 de octubre habían recibido esos mensajes 587,7 millones de seguidores en Twitter y 267,8 millones en Facebook. Hay, por supuesto, seguidores repetidos, pero los números son asombrosos y suficientemente ilustrativos de algo que supera lo que llaman ‘tendencia’.
No sorprendió a nadie que entre los activos difusores de estos mensajes se encontraran Cesar Sayoc, quien por esos mismos días envió bombas a Soros, CNN y a otros que criticaron al presidente Trump, y Robert Bowers, quien, el 27 de octubre, irrumpió en una sinagoga en Pittsburgh y asesinó a once judíos que rezaban.
Seguro, hasta acá los lectores estarán de acuerdo en condenar los hechos relatados. Ahora los invito a mirar nuestro comportamiento en redes y ver si somos capaces de criticarlo igualmente. Las mentiras en forma de meme y enviadas por un tuit no son ‘mentiras veniales’. El insulto no se disminuye porque vaya a través del ciberespacio. De derecha y de izquierda llueven memes infames que pretenden engañar, no enseñar. Tal vez se debería exigir que para ingresar a las redes se tome un curso de inducción en el que se reflexione sobre el significado de conceptos como verdad, honestidad intelectual y respeto.
@mwassermannl
Moisés Wasserman
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