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Déficit de empatía

La empatía es un asunto muy serio que se ha convertido en objeto de investigación científica.

Hace algunos días, El Espectador publicó el video de un experimento social interesante. Un grupo de niñas y niños encantadores, algunos colombianos y otros venezolanos, fueron invitados a jugar al teléfono roto. El primero de la cadena recibía las frases que debía pasar al oído del siguiente. Las primeras eran trabalenguas; los niños se divertían y reían mucho. Después empezaron a llegar mensajes xenófobos y ofensivos hacia los venezolanos. La cara de los niños pasó del desconcierto a la vergüenza y finalmente, a la indignación. Se negaron a seguir con el juego.
Hace como un año vi en la revista Scientific American un experimento similar. Una periodista deportiva había sido insultada con mensajes misóginos groseros por los hinchas de un equipo. Pusieron a otros hinchas del mismo equipo a leerlos en voz alta frente a la periodista. Después de unos momentos de incomodidad se negaron. La recomendación para los usuarios de las redes fue que no se debe escribir algo que uno no es capaz de decir de frente. Lo que muestran los dos experimentos es que existe, en la mayoría de las personas, un sentimiento innato de empatía por los otros.
Adam Smith lo describió en su libro 'La teoría de los sentimientos morales' como el fellow-feeling, sentimiento de fraternidad, y planteaba que era el sustento biológico de la moral. Barack Obama, en un discurso a los graduados de la Universidad de Northwestern en Chicago (antes de ser presidente), dijo: “Se habla mucho de déficit fiscal, pero a mí me preocupa más el déficit de empatía”. Esa afirmación se volvió un lema; la repitió después en más de sesenta discursos.

Para lograr cambios de comportamientos que rechacen la xenofobia y la discriminación son necesarios todos los componentes de la empatía.

La empatía es un asunto muy serio que, además de ser objeto de reflexión filosófica, se ha convertido en los últimos años en objeto de investigación para la psicología y la neurociencia. Parece ser un sentimiento complejo con al menos tres componentes principales. El primero y más básico es la empatía emocional con la que uno es capaz de compartir los sentimientos de otro. Existe en muchas especies animales con vida grupal y cuidado parental. El segundo es la empatía cognitiva (o teoría de la mente), con la que el individuo es capaz de entender lo que el otro está sintiendo en determinadas circunstancias. Los autistas carecen de este componente en alguna medida; los psicópatas entienden al otro, pero no les importa. El tercero es la compasión o empatía motivacional, que, además de comprender al otro, mueve a hacer algo para disminuir su sufrimiento.
No es suficiente con la empatía emocional. Los humanos en forma natural sentimos mayor solidaridad con el sufrimiento de personas cercanas, y eso puede generar actitudes de hostilidad hacia miembros de otro grupo. En esta época de fútbol podemos verlo claramente. Millones de fanáticos en el mundo quieren el triunfo de su equipo sobre los otros, y algunos estarían dispuestos a romper cabezas por eso. Parecen parafrasear a la madre de un nefasto personaje colombiano: “Gana jugando bien, pero si no puedes jugar bien, gana”.
Un estudio reciente calificó a 216 personas en su escala de preocupación empática por los otros, su sensibilidad a cuestiones morales y su sentido de justicia. Después se examinaron las acciones que tomaban ante diversos escenarios hipotéticos que se les presentaban. La conclusión fue que las personas con mayor empatía cognitiva tenían más sentido de justicia que aquellas con mayor empatía emocional.
Esos y otros estudios señalan que para lograr cambios de comportamientos que rechacen la xenofobia y la discriminación son necesarios todos los componentes de la empatía. La buena noticia, dicen los neurocientíficos, es que es posible educar en eso. La mala, que el déficit del que se quejaba Obama es muy grande.
MOISÉS WASSERMAN
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