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¿Petro 2022?

Invamer muestra que a Petro le va mejor en la clase media-alta que en los estratos populares.

En contra de los pronósticos que auguraban una polarización cargada de ataques personales y bajezas entre Gustavo Petro e Iván Duque, durante las dos primeras semanas de campaña entre primera y segunda vuelta presidenciales han primado la sensatez y –salvo excepciones– el lenguaje comedido. Tiene sentido: ambos candidatos intentan conquistar los votos del centro del espectro político, sin los cuales es imposible ganar la presidencia, y eso los ha obligado a cierta contención verbal que ha resultado sana.
Duque lleva meses haciéndolo, lo que condujo a los sectores más derechistas del uribismo a calificarlo de blando. Esa búsqueda del centro le permitió ganar millones de votos no uribistas, sin los cuales no estaría a las puertas de ganar la presidencia por un margen que, según registran las encuestas, va de seis a veinte puntos porcentuales. Petro moderó su lenguaje hace poco y su giro fue tan abrupto que, cuando se echó para atrás de la Constituyente que tanto había prometido y dejó de lado las veladas amenazas de expropiación de empresas privadas, no resultó muy convincente.
Falta una semana y en la recta final, muchas cosas pueden pasar –incluso que estalle la polarización y surjan los ataques feroces–, pero mientras escribo esta columna al terminar la semana, todo parece jugado. Duque ya se comporta como presidente electo de 2018, y, de cierta manera, Petro lo hace como si se sintiera elegido para 2022.

Invamer muestra que a Petro le va mejor en la clase media-alta que en los estratos populares

La siguiente elección presidencial está muy lejos, pero aun si resulta derrotado este domingo, Petro cuenta con enormes ventajas con miras al año 22. La primera es que, por mal que le vaya, este domingo votarán por él entre seis y siete millones de colombianos, quizás más. Y ese es un banderazo muy sólido para arrancar la próxima carrera. Lo segundo es que, por la reforma electoral aprobada hace poco, quien ocupa el segundo lugar en las presidenciales tiene derecho a una curul en el Senado en el período legislativo que comienza el 20 de julio.
Será una excelente vitrina para el exalcalde de la capital. Petro ya fue representante a la Cámara y senador. Como parlamentario, se destacó por su hábil oratoria, y por apuntarse a debates atractivos y populares contra la corrupción y los ‘parapolíticos’. Desde ya, hay que dar por hecho que se convertirá en indiscutido jefe de la oposición a Duque y que, de ese modo, copará la atención de los medios y de la opinión, tanto o más que en estos años Álvaro Uribe, quien ahora liderará la bancada gobiernista, algo menos glamuroso que ser opositor.
En estos cuatro años, Petro tendrá tiempo de vestirse más como un candidato anticorrupción y como un enemigo de la clase política tradicional que como líder de izquierda. De ese modo podría recoger un buen porcentaje de los 4,5 millones de votos que obtuvo Sergio Fajardo en la primera vuelta. Y quién sabe, de pronto dentro de cuatro años Nicolás Maduro ya no es el dictador de Venezuela y eso le ayuda a Petro a quitarse de encima ese fantasma.
Ojo: muchos de los votos de Petro parecen de centro y no de izquierda. Al revisar la encuesta de Invamer de este jueves, a Petro le va mejor en los estratos 4, 5 y 6 (clase media-alta y alta), en especial entre los jóvenes. En esos estratos, Duque apenas le gana 47,8 % a 43,9 %, mientras que en el estrato 3 (clase media), Petro pierde 55,3 % contra 39,8 %, y en el 1 y 2 (clases populares), por un poco más (59,3 % contra 35,4 %). Estas cifras indican que Petro no es el candidato de los pobres, sino que su mayor apoyo está en la capa media-alta, sobre todo entre los jóvenes. Se trata de votantes que no son de izquierda, pero que sí están hasta la coronilla de la corrupción de los de siempre. Si esos votantes aumentan, Petro está hecho para el 2022.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
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