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Mentiras y video

Si el del video no fuera Petro sino un uribista, uno de ‘la U’ o un liberal, ya estaría crucificado.

Mauricio Vargas
Imaginemos por unos minutos que mañana lunes divulgan una grabación de video en la que un senador uribista, de ‘la U’, de Cambio Radical, liberal o conservador aparece en momentos en que recibe gruesos fajos de billetes y, como si fuera algo natural para él, los mete en una bolsa plástica para llevárselos. Su interlocutor le dice “ahí hay dos y medio”, y luego hablan sobre “un negocio” y mencionan que en el tema está otro senador que terminó procesado por ‘parapolítica’.
Tras la divulgación de la grabación, el senador dice que era un préstamo de un conocido y, a las pocas horas, ese conocido publica un comunicado en que desmiente de manera categórica que le hubiese prestado dinero al senador. La plata era para hacer campaña y, no obstante el mandato legal, nunca fue declarada. No es difícil imaginar que, en cuestión de horas, los medios crucificarían al senador y la opinión exigiría que la Corte Suprema lo investigara penalmente, el Consejo de Estado evaluara quitarle su curul y la Procuraduría lo destituyera.
Con el senador Gustavo Petro, a quien le ha pasado esta semana exactamente eso que cuento, no ha ocurrido lo mismo. Aunque ha recibido palo –no es para menos, pues el video es cuando menos sórdido–, algunos medios lo han tratado con una benevolencia de la que jamás habría gozado un senador uribista, de ‘la U’, de Cambio Radical, liberal o conservador, partidos que bien se merecen esa suerte por la forma como se han dejado penetrar por la corrupción.
Pero es que la ley y el palo periodístico y de opinión deben ser para todos. ¿O no? Cito otro caso: imaginemos a un representante a la Cámara de alguno de esos partidos de centro o de derecha que aparece en un video conversando con enviados del temible cartel de la cocaína de Sinaloa (México) sobre un cargamento de esa droga. En los medios quedaría condenado de una, y de seguro la Corte Suprema autorizaría su extradición en cuestión de semanas. Pero si, al igual que Petro, se trata de un exguerrillero y, como ‘Jesús Santrich’, tiene una curul en la Cámara asignada por los acuerdos de La Habana, no se aplica el mismo rasero, y no solo sus excompañeros de guerra sino algunos analistas salen a decir que si lo extraditan se acabaría el proceso de paz con las Farc. Y, de hecho, por las arbitrariedades de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), la extradición de ‘Santrich’ está congelada, y él es tratado por muchos medios no como amigo del cartel de Sinaloa, sino como líder pacifista.
Judicialmente, no creo que el video de Petro lo condene, entre otras razones porque para la época de los hechos –no se sabe si hace 9, 10 o 14 años–, recibir dinero en efectivo para una campaña y no declararlo violaba normas electorales –lo cual prescribe en 5 años–, pero no era delito, como sí lo es desde 2016. El asunto es de implicaciones éticas, estéticas y políticas. Y en ese campo, aun con la indulgencia de algunos medios, Petro ha salido golpeado.
No solo por la imagen de él –que tanto ha criticado los manejos de dinero en efectivo en las campañas– empacando los gordos fajos de billetes, que a simple ojo suman mucho más de los 25 millones de pesos que él recuerda, sino porque sus justificaciones han recibido desmentidos tan claros como el del arquitecto Simón Vélez, quien rechazó la versión de Petro de un préstamo que el constructor le había hecho. Insisto: hay mentiras y hay video suficientes como para acabar con cualquier congresista de centro o de derecha. Yo pensaba que la condición de exguerrilleros beneficiarios del perdón que, en aras de la paz, les otorgaron la justicia y la sociedad por sus delitos de secuestro y demás debía obligarlos a un comportamiento impecable. Pero estos casos indican que no. Que, por el contrario, esa condición es una patente de corso.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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