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Estímulo perverso

¿Acaso la mano tendida por Santos al Eln se convirtió en un estímulo para que siga matando?

En un agudo artículo este jueves en EL TIEMPO, los analistas Camilo Echandía –uno de los más equilibrados estudiosos del conflicto– e Irene Cabrera les hacen ver a los comandantes del Eln que, en la accidentada negociación que no terminan de empezar con el Gobierno, se están creyendo lo que no son al empeñarse en “imponer una negociación sin condiciones” con una “gran imprecisión en los temas de la agenda”.
Cuando en el 2012 las Farc se sentaron a la mesa, eran mucho más poderosas en lo militar –y en muchas más regiones– que el Eln hoy. Y aun así, aceptaron una agenda limitada y una negociación con condiciones. Como lo afirman Cabrera y Echandía, entendían lo que el Eln no entiende: que la correlación de fuerzas con el Ejército y el resto de la Fuerza Pública, después de los duros golpes recibidos por la guerrilla, les era muy desfavorable y les impedía ponerse gallitos.
Otra cosa es que luego, en la mesa, hayan ganado mucho más de lo que quizás era prudente concederles. Pero ni esa perspectiva de ganar terreno en la mesa parece atraer al Eln. Dando muestras de que hay división entre sus comandantes –solo unos parecen en verdad amigos de negociar– y de que el ala más fuerte es a la vez la más dura, las acciones del Eln indican que los más radicales creen que aún tienen mucho que ganar en coca, dinero, minería ilegal, extorsión y control de territorios, antes de sentarse en serio a negociar.
El Eln sigue matando en Cesar, Catatumbo, Arauca y otras regiones fronterizas con Venezuela, país donde goza de buenos y seguros refugios. Sigue secuestrando, sigue sembrando minas quiebrapatas en Riosucio (Chocó), sigue narcotraficando y sigue extorsionando. Se ilusionan sus jefes con copar regiones que abandonan los frentes de las Farc desmovilizados y concentrados, como en Cauca y Nariño.
Es comprensible que, una vez firmado el acuerdo con las Farc, el presidente Juan Manuel Santos esté empeñado en hacer lo propio con el Eln, para no dejar vivo ese conflicto. Pero en algún momento él y el jefe negociador con ese grupo terrorista, el exministro Juan Camilo Restrepo, se tienen que preguntar si su mano tendida de manera tan generosa se ha convertido en un estímulo perverso para que el Eln siga matando. Y se lo tienen que preguntar en serio, porque esto cuesta mucha sangre inocente.
Al fin y al cabo –deben estar pensando los comandantes del Eln–, sus frentes pueden pasar mucho tiempo más asesinando y lucrándose, a punta de fusil y explosivos, de los múltiples negocios mafiosos asociados a sus actividades, pues al final, cuando se decidan a negociar, conseguirán, cuando menos, lo mismo que las Farc: sostenimiento económico para la tropa, y para los comandantes, cero cárcel y toda la posibilidad de hacer política y ser elegidos. Y lo conseguirán con una correlación militar de fuerzas mucho más desfavorable que la que las Farc afrontaban cuando firmaron.
Así que –se dirán los jefes del Eln– ¿por qué apresurarse? La respuesta es que, aunque el resultado de las presidenciables del año entrante es todavía muy incierto, bien podría pasar que el ganador decida amputar de un sablazo la mano tendida del Gobierno al Eln. Con una Fuerza Pública liberada de la necesidad de combatir a las Farc, todo el aparato militar del Estado se concentraría en arrinconar y reducir al Eln, en un momento en que el ambiente para la generosidad en la mesa se haya convertido en cosa del pasado. ¿Lo entenderá el Eln? ¿Lo entenderán Santos y Restrepo?
* * * *
De derrota en derrota. Al mininterior Juan Fernando Cristo le va cada día peor en el Congreso. Su última derrota fue la de su candidato a la Corte Constitucional, Héctor Osuna, por quien se jugó a fondo. Con tan mal ambiente en el Capitolio, ¿cuánto más durará el ministro de la política?
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
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