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El truco de Villegas

Nada vale la promesa del Ministro que miró para otro lado mientras el país se inundaba de coca.

Mauricio Vargas
Debo reconocer que en un principio me sentí conmovido. Que el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, se pusiera la mano en el corazón y, a manera de reconocimiento de las omisiones del Gobierno en este frente de lucha contra el crimen, se jugara su puesto parecía encomiable. “Si no logramos erradicar 50.000 hectáreas de coca este año, renuncio”, dijo sin ambages el lunes 10.
Luego me resultó inevitable relativizar el compromiso. Primero, porque Villegas ha demostrado que no domina –o no quiere dominar– el lenguaje de los expertos, que distinguen entre intervenir 50.000 hectáreas de coca y erradicarlas. Intervenir significa acabar las matas por fumigación aérea o terrestre, o arrancarlas a mano. Pero si el terreno intervenido no es vigilado luego, ni hay un plan de sustitución o reforestación, los operarios del cultivo lo pueden reactivar.
Además, ¿de qué sirve erradicar 50.000 hectáreas en unas zonas si en otras surgen siembras que equivalen a 50.000 más? La única forma de saber si el Gobierno erradicó esa cantidad de hectáreas y, en consecuencia, redujo el total de la superficie sembrada en el país en esa misma cantidad es el uso de mecanismos como la vigilancia satelital para conocer, a ciencia cierta, el área cultivada en todo el país.
En lo que respecta a 2017, el año al que se refiere la meta del Ministro, los datos consolidados solo se conocerán en julio de 2018, del mismo modo que esta semana acaban de salir las cifras definitivas de 2016, después de numerosas pruebas y verificaciones. Si para entonces resulta que Villegas fracasó en su objetivo, de nada valdrá su renuncia, pues estará a pocos días de dejar el cargo: el 7 de agosto habrá nuevo inquilino en la Casa de Nariño, y dudo mucho que vaya a confirmarlo en el gabinete.
En conclusión, el compromiso del Mindefensa carece de significado y luce apenas como una manera de eludir el debate de responsabilidades. Villegas llegó al cargo cuando asomaban las primeras cifras de aumento de los cultivos de coca, lo que revertía la esperanzadora tendencia que había hecho bajar el área sembrada de más 150.000 hectáreas a mediados de la década pasada a 43.000 en 2013. Para mediados de 2015 era obvio que el problema rebrotaba e iría a peor por la decisión del Gobierno –interpretada como una concesión a las Farc– de suspender la aspersión aérea, una medida a la que Juan Carlos Pinzón, antecesor de Villegas, se opuso y que el nuevo Mindefensa acogió sin rechistar.
Durante los dos años siguientes, y ante las narices del Ministro responsable del tema, el área sembrada pasó de 64.000 hectáreas a cerca de 150.000, como lo acaba de confirmar la ONU. Y ahora, ese mismo Ministro, que miró para otro lado mientras el país se inundaba de coca, nos promete que se va si no erradica 50.000 hectáreas. Aparte de lo tardía que sería su renuncia, suena a chiste.
La solución definitiva de todos estos dramas solo llegará con una legalización mundial de las drogas prohibidas que le quite al negocio el enorme margen de ganancia, resultado de la ilicitud. Pero mientras eso ocurre –y no obstante unos muy tímidos avances, limitados casi siempre a la marihuana, faltan décadas–, no hay más remedio que combatir los narcocultivos y las mafias que los patrocinan y se lucran de ellos.
Esas 150.000 hectáreas enriquecen aún más a las bandas criminales y las llenan de poder mafioso, de capacidad de intimidar y matar, aparte del desastre ecológico que significa la deforestación que antecede al establecimiento de nuevos sembrados. Durante más de dos años, el Ministro y el resto del Gobierno se hicieron los de la vista gorda frente al tema: lo pagaremos con sangre. De nada sirven las promesas de Villegas, que solo podemos recibir como un mero truco de culebrero.
MAURICIO VARGAS
mvargaslina@hotmail.com
Mauricio Vargas
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