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¡Ñerda, no joda!

Desde aquí celebro los grandes pasos que en los últimos años ha dado la capital atlanticense.

Mauricio Pombo
Creo haber ido unas tres veces a Barranquilla. La primera fue cuando me arriesgué a visitar a una barranquillera a quien –sin habérselo dicho nunca– llamaba barracuda. Recuerdo aquella primera vez por varias razones: mi nariz grande, roja y sudada, los nervios que me invadían y el calor que me agobiaba. Llegué a la dirección indicada, pero ella, la amada, no estaba allí. Sin embargo, una voz grave desde lejos tronó: que siga, o algo así, es probable que ni así lo digan esos ribereños marítimos. Procedí a entrar, y un señor, ya mayor –más o menos de la edad que hoy tengo– desde su hamaca me dijo: “ven acá, Condorito”. Divertido andenazo en mi bautizo arenoso, que todavía me saca una sonrisa, aunque en el primer segundo me cayó como una desbordada quebrada de aquellas de la capital del caribe colombiano.
En esa oportunidad visité por primera vez una Librería Nacional en mi vida, libros y helados, jugos y más libros. Me fascinó. Conocí, aunque no fui huésped, el hotel El Prado, y desde entonces lo he considerado arquitectónicamente el más bello de Colombia. Aquella, mi primera y antepenúltima visita, me dejó un grato sabor de amables y arenosos curramberos.
Hoy mantengo una relación totalmente virtual con la puerta de oro, la ciudad más grande del país sin pasado colonial. Una ciudad que me produce cierta envidia, a pesar de sus políticos, como los senadores Roberto Gerlein y Armando Benedetti. Disfruto enormemente de las opiniones y el gusto por el lenguaje de muchos barranquilleros, como Samuel Morales, María Antonia Pardo, Paul Brito, Andrés Salcedo, Félix Haydar, Alberto Salcedo Ramos, Catalina Ruiz-Navarro y Manuel Guzmán Hennessey –excelentes columnistas–, por mencionar algunos pocos. Representan para mí una nueva cueva, heredera periodística de aquella de García Márquez, Cepeda y Fuenmayor.
Recomiendo la lectura de ‘El diablo viejo’, periódico virtual de opinión. Desde aquí, lejos del Río Grande de la Magdalena y a kilómetros del mar, celebro las noticias de los grandes pasos que en los últimos años ha dado la capital atlanticense.
¡Ah! ¡No joda! Olvidaba decirlo, me aburren terriblemente Shakira y Sofía Vergara, tan admiradas por el morboso adolescente de la W y su cachaquísimo y falsamente pudoroso compañero de micrófono.
MAURICIO POMBO
Mauricio Pombo
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